Discurso de la Sra. Bachelet sobre la Consolidación de la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de las mujeres

Fecha:

Intervención de Sra Michelle Bachelet Directora Ejecutiva de ONU Mujeres y Secretaria General Adjunta de las Naciones Unidas en el encuentro con mujeres líderes de Panamá. Construyendo la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres: Liderazgo y participación política de las mujeres. Ciudad de Panamá, Panamá, 17 de abril del 2011.

[Verificar con la alocución.]

Quisiera comenzar mis palabras esta mañana agradeciendo la presencia de todos ustedes.

Suelen los domingos ser días para la familia, para descansar, y por eso es muy estimulante verlos aquí para hablar sobre un tema tan sensible y necesario: el rol de las mujeres en nuestra sociedad y cómo cada uno de nosotros tiene una responsabilidad y un aporte que hacer para mejorar esta situación.

Me alegra ver a muchos hombres con nosotros, y además de todas las edades. Los temas de mujeres — como les gusta llamarlos a algunos — no son solo temas para las mujeres, son asuntos que harán mejor a nuestras democracias y a la marcha de nuestros países.

Las democracias tienen que rendir exámenes periódicamente. En América Latina y El Caribe hemos recuperado nuestras democracias y cada día se ven más fortalecidas.

Los ciudadanos y ciudadanas — conscientes de sus derechos — demandan de sus autoridades mayor participación, mayor transparencia, más cercanía y mayor eficacia. Por eso es que la participación e integración activa de las mujeres no es una cuestión antojadiza.

Y es precisamente en la tarea de mejorar la democracia que se inscribe el trabajo que como ONU Mujeres venimos realizando.

Hoy llego a Panamá con el enorme honor de ser la primera directora de ONU Mujeres, la nueva entidad de Naciones Unidas que fue creada para trabajar por las mujeres y niñas del mundo.

Tenemos por delante un desafío inmenso, contamos si con la confianza de los gobiernos, autoridades de diferentes ámbitos (económico, político o cultural) pero además contamos con millones de hombres y mujeres que trabajan a diario por mejorar las condiciones de vida de las mujeres en sus respectivos países.

Nuestros mejores socios y socias son justamente las personas que — como ustedes — lideran en sus sociedades los procesos de cambio y transformación desde sus diferentes esferas.

La promesa de igualdad de derechos para hombres y mujeres es una promesa muy antigua y un reto para cada país. Es, por así decirlo, un desafío público y privado. Igualdad de derechos en nuestros países, pero también al interior de nuestras familias y comunidades.

La creación de ONU Mujeres refleja la inquietud mundial por la lentitud del cambio, un cambio que permita transformar esta igualdad de derechos entre mujeres y hombres en resultados concretos. Pasar del discurso a la acción.

Sabemos que los resultados concretos no se producirán solo con leyes o acuerdos entre autoridades. Esto es importante, pero no suficiente.

Necesitamos el apoyo y el trabajo diario de la comunidad.

Necesitamos una vigilancia social que demande más oportunidades para las niñas, para las mujeres, mayor participación, mayor respeto, mayor igualdad.

Como ONU Mujeres trabajaremos de manera prioritaria en cinco áreas: a) ampliaremos las voces, el liderazgo y la participación de las mujeres b) trabajaremos por eliminar todas las formas de violencia contra las mujeres en el ámbito público y privado; c) vamos a fortalecer la plena participación de las mujeres en la resolución de conflictos y en los procesos de paz; d) aumentaremos la autonomía económica de las mujeres e) trabajaremos para que las prioridades nacionales para lograr la plena inclusión de las mujeres estén reflejadas en las políticas y en los presupuestos, y desarrollemos mejores sistemas de información y estadísticas para medir la contribución de las mujeres al desarrollo.

Vamos a poner todas nuestras energías desde ONU Mujeres para que ser niña, adolescente o mujer en nuestras sociedades no sea nunca más una desventaja.

Amigas y amigos,

Han pasado cien años desde la primera conmemoración del Día Internacional de las Mujeres, cuando en el mundo sólo 2 países reconocían el derecho a voto de las mujeres.

Han pasado más de 85 años desde que doña Matilde Hidalgo — en 1924 — emitiera su histórico voto en Loja, Ecuador, el primero de una mujer en una elección en América Latina. Hace poco recordábamos en El Salvador a la señora Prudencia Ayala, mujer humilde que en 1930, consciente de sus derechos y sin poder ejercerlos, desafió al sistema político-social presentándose como candidata a la Presidencia de la República. Prudencia Ayala se convirtió así en la primera mujer en Latinoamérica en optar a esa investidura con el único objetivo de visibilizar los derechos y demandas de las mujeres.

Y en Panamá, no podemos dejar de recordar la lucha y compromiso de Clara González, cuyo ideal apuntaba a transformaciones radicales de la sociedad y con esa dedicación logró el derecho al sufragio para las mujeres panameñas en 1946.

Todos estos ejemplos son de mujeres notables, que junto a muchas más lograron que el derecho fundamental al sufragio esté en vigor en toda la región y que todos nuestros países hayan ratificado los principales instrumentos de derechos humanos, entre ellos la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer — CEDAW.

Podemos afirmar que el avance de los derechos de las mujeres es una de las revoluciones sociales más profundas que se hayan visto en la historia.

Sin embargo, tengo la sospecha de que esas valientes pioneras mirarían al mundo de hoy con una mezcla de orgullo y desilusión.

Orgullo porque los hechos muestran que cuando las mujeres tienen acceso a una buena educación, a un buen empleo, a atenciones de salud, a una vida libre de violencia, acceso a la tierra y a otras prestaciones básicas, no solo mejora su calidad de vida y la de sus familias, sino también el crecimiento económico y la calidad de vida en sus comunidades.

Como señala el premio nobel de economía, Amartya Sen “A lo mejor nada sea tan importante hoy en la economía política del desarrollo como que se reconozca como es debido la participación y el liderazgo en el territorio político, económico y social de las mujeres.

Pero desilusión porque aún hay áreas en el país donde las mujeres no están debidamente representadas, pese a ser la mitad de la población. En el poder local, solo hay un 9% de alcaldesas; en el poder ejecutivo un 21% son ministras mujeres y actualmente hay ausencia de mujeres Magistradas en la Suprema Corte de Justicia o en instituciones como el Tribunal Electoral.

No es posible en el mundo, ni en ningún país, avanzar en el desarrollo si se excluye del progreso a quienes representan a la mitad de la población, me refiero por cierto a las mujeres. Las sociedades y los Estados deben comprometerse e invertir para la plena participación de las mujeres en los ámbitos político, económico, social y cultural.

En 2007 se decía en el marco de la décima Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, que la paridad “es uno de los propulsores determinantes de la democracia, cuyo fin es alcanzar la igualdad en el ejercicio del poder, en la toma de decisiones, en los relaciones familiares al interior de los diversos tipos de familias, las relaciones sociales, económicas, políticas y culturales, y que constituye una meta para erradicar la exclusión estructural de las mujeres.

Tenemos aún muchos desafíos por delante para lograr la verdadera igualdad entre hombres y mujeres en el ejercicio de sus derechos políticos, ya sea como representantes en las alcaldías, la presidencia o los parlamentos.

El reto que hemos estado ensayando en las últimas dos décadas es juntar ese derecho a la participación de las mujeres con mecanismos que garanticen la representación en diferentes ámbitos y en los sistemas electorales a todos los niveles.

Uno de los indicadores que se ha elegido para medir los avances de los Objetivos del Milenio es el de participación de mujeres en parlamentos, con un mínimo de 30%.

Es verdad que el porcentaje global de mujeres en puestos parlamentarios continúa incrementándose, pero lo hace muy lentamente: en 1995 era de 11% de mujeres en los parlamentos del mundo y en 2010 se alcanzó a un 19%.

Ninguna región en el mundo ha logrado la masa crítica del 30% de mujeres en el liderazgo. En América Latina y el Caribe, las mujeres ocupan el 22% de las bancas parlamentarias. Sin embargo, aún estamos lejos de la meta propuesta del 30% de mujeres en puestos de liderazgos que estableció la Declaración de Beijing.

En enero de 2011, sólo 28 países en el mundo han alcanzado el piso del 30%, y de ellos 6 son de América Latina y el Caribe (Argentina, Cuba, Costa Rica, Bolivia, Ecuador y Guyana). De esos 28 países, al menos 23 han logrado aumentar la participación de las mujeres con medidas de acción positiva como las cuotas. Al ritmo actual, llevará al menos otros 40 años lograr la paridad de género.

Las mujeres somos pacientes, pero nunca tanto!

La participación política de las mujeres en Panamá puede crecer mucho más. Sólo 6 de los 71 escaños en el parlamento, es decir 8,5%, son ocupados por mujeres. Panamá tiene la más baja representación de mujeres en el parlamento en toda América Latina.

Por ello, felicitamos que desde el año pasado se estén discutiendo las reformas de la legislación electoral aquí en Panamá, porque es una oportunidad para corregir esta situación.

Las discusiones empezaron en el seno de la Comisión Nacional de Reformas Electorales convocada por el Tribunal Electoral de Panamá, y se dio un hecho histórico: los partidos políticos y la sociedad civil aprobaron unánimemente la fórmula de paridad electoral.

En estas semanas se está discutiendo en la Asamblea Nacional de Panamá el paquete de reformas electorales que incluye la propuesta de paridad electoral entre hombres y mujeres. Confío en que los diputados y las diputadas de todos los partidos políticos sabrán honrar lo aprobado por sus partidos en la Comisión Nacional de Reformas Electorales y darán este paso para alentar la participación en cargos de elección popular de las mujeres y, por lo tanto, la que gana es la democracia de un país.

Mientras más mujeres en toda su diversidad participen en la toma de decisiones que les afecta sus vidas, mas solida se hará la democracia.

Pero no toda participación política de las mujeres se agota en los Parlamentos.

Muchas mujeres inician su vida política en la gestión comunitaria, en alcaldías y cabildos, o en otros niveles de gobierno. Y es precisamente en el nivel local donde, en muchos países, se tienen niveles de participación abrumadoramente bajos; y no podemos olvidar la importancia de los municipios para el ejercicio de la ciudadanía y para el desarrollo de nuestros liderazgos.

Según una consulta recientemente publicada por la CEPAL (2010) el 64% de los líderes de opinión de América Latina apoya acciones que impulsen la paridad y la participación política de las mujeres, como es el caso de la ley de cuotas. El 78% de los encuestados sigue pensando que la paridad política favorece cambios en los estilos de ejercicio de la autoridad y del liderazgo y el 67% apoya sanciones a los partidos que no cumplan con las cuotas previstas en las leyes. Es decir, puras buenas noticias para nosotras.

Y pienso que los ejemplos de países que eligieron democráticamente a sus presidentas o primeras ministras como Argentina, Brasil, Costa Rica, Chile, Jamaica y Trinidad y Tobago contribuyen al cambio simbólico-cultural y al empoderamiento de las mujeres.

También, y se los dice una ex presidenta, atenúan hasta hacer desaparecer las desconfianzas que algunos sienten hacia las mujeres por el solo hecho de ser mujeres.

Por último, el avance no ha sido lineal y progresivo, sino volátil e incierto, y en muchas oportunidades lo logrado en un período electoral, o en un gobierno, se ha perdido en el siguiente.

Pero sin duda que hay otros temas más en los cuales es necesario nuestra mayor atención y trabajo.

Ayer visite a la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas de Panamá (CONAMUIP) y a la Red de Mujeres Afrodescendientes y estuve con ellas conversando sobre sus desafíos, necesidades y sus aspiraciones. Ellas han avanzado mucho, pero aun necesitan avanzar mucho más.

Porque si las desigualdades en la vida de las mujeres son especialmente graves, lo son más aun cuando son mujeres rurales, afrodescendientes e indígenas. Solo quiero compartir una cifra para ejemplificar esta situación: en las zonas urbanas de Panamá las mujeres sin ingresos propios eran un 27% mientras en las zonas rurales alcanzaba a 43% (datos de CEPAL de 2008).

Un porcentaje importante de las mujeres indígenas y mujeres rurales al día de hoy no tienen documentos para ejercitar ni el derecho al voto ni el derecho a ser votadas.

Por esto es que saludamos con mucha esperanza que por primera vez en la historia una mujer de la Comarca Ngobe-Buble es electa Diputada, nos referimos a Crecencia Prado que se ha distinguido por su trabajo a favor de los pueblos indígenas de Panamá.

Porque ya no se trata solo de que lleguen más mujeres a la política, estamos hablando también de mayor participación de las mujeres en su diversidad, más mujeres indígenas, más mujeres jóvenes, más mujeres provenientes de zonas rurales para hacer mejor nuestra democracia. Porque bien lo sabemos que las mujeres indígenas, afrodescendientes y jóvenes están claramente subrepresentadas en todos los poderes del estado.

Hay otro tema que vemos con mucha preocupación. La constante violencia contra las mujeres. Esto es una realidad en todos los países del mundo. Adquiere diferentes formas, pero está presente entre mujeres y niñas.

Nuestra acción como Naciones Unidas se dirige principalmente a los y las jóvenes, y quiere enfocarse en la prevención, en combatir la impunidad, y requerir la responsabilidad de todos.

La violencia es un tema tabú en algunas sociedades, pero no podemos desconocer estas realidades. Porque la violencia no es un asunto privado. La violencia contra las mujeres es responsabilidad de quienes están en el gobierno pero también de cada ciudadano, de los policías y de los jueces, de las magistradas, de los periodistas y de los maestros, de los padres y del personal de salud.

Panamá — lamentablemente — no se queda al margen de este fenómeno y tiene indicadores de violencia que preocupan a todos. La Encuesta Nacional de Salud Sexual y Reproductiva reporta que 1 de cada 6 mujeres entre 15-49 años ha sufrido violencia física y sexual por parte de su pareja. En Panamá la violencia doméstica es el segundo delito más cometido después del hurto.

Las cifras sobre los femicidios tampoco son alentadoras. De acuerdo al Observatorio panameño contra la Violencia de género, 72 mujeres fueron asesinadas en 2010, 8 menos que en 2009 pero casi el doble que en 2008 (42).

Los esfuerzos que realiza el gobierno, bajo el liderazgo del INAMU, la Defensoría del Pueblo y las organizaciones de mujeres, con apoyo del Sistema de Naciones Unidas, esperamos que pronto puedan ver frutos con la recién activada Comisión Nacional para Erradicar la Violencia de Género en Panamá. Y ese, sin lugar a dudas, será un triunfo de todos ustedes.

Amigas y amigos,

La fortaleza de las mujeres, su trabajo y sus múltiples capacidades son aún hoy el recurso más desaprovechado de la humanidad.

Existen mecanismos que ayudan a mejorar esta participación. Las cuotas y otras fórmulas que promueven su participación en la vida política, en el parlamento, son importantísimas. Pero lo es también el apoyo y el trabajo de concientización que ustedes realicen desde sus diferentes responsabilidades.

Los países necesitan de más mujeres en los cargos de representación, en los espacios políticos, en los puestos de toma de decisiones. Por ello creo que están frente a una gran oportunidad.

Estoy convencida de que sólo una democracia sólida y en constante perfeccionamiento puede crear las condiciones para que la causa de la igualdad avance de verdad y cambie la vida de millones de mujeres en todos los continentes.

Cuenten con el compromiso de ONU Mujeres en la tarea de seguir afianzando avances de los sistemas democráticos para garantizar la autonomía política, económica y física en la vida de las mujeres, fundamentales para mejorar su condición económica y social.

El presente de América Latina y el Caribe, el presente de Panamá es una gran oportunidad para cambiarle la vida de millones de mujeres, de todas las edades, en especial las jóvenes y niñas. No la desaprovechemos

Sigamos entonces trabajando, hombres y mujeres, para terminar con la violencia, respetar los derechos y avanzar con medidas que amplíen la participación de las mujeres en todas las esferas de la toma de decisiones, porque así, en verdad, gana la sociedad, gana el país, ganamos todos.

Muchas gracias.

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