De la reforma a la realidad: empoderamiento de las mujeres en el Medio Oriente

Fecha:

Discurso pronunciado por la Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, Michelle Bachelet, en el transcurso de un almuerzo ofrecido por los gobiernos de los Estados Unidos, Túnez, Canadá, Colombia, Jordania, las Maldivas y Noruega, bajo el tema de “Participación política de las mujeres en el Medio Oriente, en el Palais des Nations, Ginebra, el 10 de junio de 2011.

[Cotejar con el texto pronunciado.]

Agradezco a nuestros anfitriones — los Estados Unidos, Túnez, Canadá, Colombia, Jordania, las Maldivas y Noruega — por la oportunidad que me dan de hablar del importantísimo asunto del liderazgo de las mujeres en los procesos de reformas democráticas.

En los últimos 30 años hemos visto procesos de democratización en muchos países de Europa oriental, África, Asia, y en mi propia región, América Latina. Sin embargo, estas transiciones no siempre se tradujeron en una mayor igualdad para las mujeres, lo cual es una pérdida para la calidad y la sostenibilidad de la democracia. En otras palabras: si una democracia descuida la participación de las mujeres, si ignora las voces de las mujeres, si no rinde cuentas sobre los derechos de las mujeres, es una democracia para sólo la mitad de sus ciudadanos.

Como se ha visto en los eventos dramáticos de la “primavera árabe, las mujeres han participado activamente en una nueva ola de demandas de libertad política y dignidad. Ha sido una inspiración ver, en las calles de Túnez, El Cairo, Saná y otras ciudades, a las mujeres de todos los niveles sociales formar parte de los que protestan exigiendo democracia y ciudadanía.

Cuando comienza la tarea de gobernar, la lucha por alcanzar una voz y una participación iguales de las mujeres adquiere una nueva dimensión. En abril de este año, los reformadores políticos de Túnez lograron lo que hasta sólo unos meses antes habría sido impensable: un proyecto de ley electoral pidiendo la paridad plena en la representación política de la nueva democracia tunecina. La ley propone que, en las próximas elecciones parlamentarias, las listas de candidatos alternen los nombres de las mujeres y de los hombres.

Acabo de volver de Egipto y, la semana que viene, me uniré a los colegas en Túnez para apoyar las consultas que marcan los procesos y las estrategias para hacer avanzar el liderazgo y los derechos de las mujeres en las transiciones democráticas.

En Egipto, las mujeres latinoamericanas y de otras regiones compartieron sus experiencias con las líderes egipcias, y después participamos en una reunión de más de 3.000 ciudadanos egipcios — hombres y mujeres, organizaciones gubernamentales y no gubernamentales — para articular las prioridades de modo de garantizar que las mujeres sean socios de pleno derecho en la construcción de un Egipto democrático.

Lo que se pide en Egipto es específico a ese contexto, pero muchos elementos son similares en los procesos de cambio en otras partes del mundo. Las principales demandas estipuladas en lo que llaman la “Carta de las mujeres egipcias son las siguientes:

  • Primero, una mayor representación de mujeres, incluyendo en los comités que redactan la Constitución y en todos los comités legislativos. Su Carta pide que las mujeres ocupen el 40 por ciento de los puestos ministeriales y el 30 por ciento de las listas electorales proporcionales, que las mujeres formen parte de las delegaciones de Egipto en las instancias internacionales de derechos humanos y que lleguen a ser jueces en todas las ramas del sistema judicial.
  • Segundo, derechos sociales y económicos. La Carta señala que el 40 por ciento de las mujeres egipcias son analfabetas y que sólo el 16 por ciento de los trabajadores egipcios a tiempo completo son mujeres. Pide servicios básicos para las mujeres pobres y condiciones decentes de trabajo para todas las mujeres, incluyendo el no ser objeto de acoso sexual.
  • Tercero, la revisión de las leyes discriminatorias y, en especial, la reforma de la Ley de Familia.

Estas son demandas visionarias y los panelistas egipcios nos darán más detalles aquí sobre la posibilidad de lograrlas.

Basándome en mi propia experiencia en la transición chilena, quiero destacar que es importante recordar que esas transiciones son procesos, más que un camino único. Los procesos de la lucha social y la democratización son momentos únicos para reparar los lazos rotos dentro de las comunidades, dar forma a las instituciones y proyectar el futuro que se desea para el país en las próximas décadas. Cada país debe encontrar su propio modo de hacerlo. El formato último de la transición — su ritmo, su énfasis, las instituciones que dirigirán el proceso — debe ser relevante para el país y originarse en la participación y la consulta de todos los sectores de la sociedad.

Si bien cada lucha es única, algunas lecciones que ha aprendido ONU Mujeres apoyando los esfuerzos de las mujeres en diversas regiones del mundo, con el fin de alcanzar una democracia inclusiva, incluyen las siguientes:

  • Hacer que las elecciones sean libres y justas para las mujeres y para los hombres. Algunos modos de lograrlo son las medidas especiales temporarias como las cuotas electorales, la eliminación de los honorarios de nominación, el acceso a los recursos públicos para las campañas políticas, o las medidas para garantizar que las mujeres con aspiraciones políticas tengan apoyo y protección, y que las mujeres — especialmente las que son pobres o viven en áreas remotas — tengan documentos de identidad y se puedan inscribir para votar.
  • Apoyar las organizaciones de mujeres de la sociedad civil y de la comunidad para hacer avanzar las prioridades y los intereses de las mujeres. Las mujeres tienen muchos intereses diferentes, algunas veces contradictorios, pero también tienen prioridades que van más allá de esas diferencias. Es importante que las mujeres coordinen, creen coaliciones, trabajen juntas y garanticen que los mensajes sean comunes a todas.
  • Crear mecanismos de rendición de cuentas en materia de derechos de las mujeres en las instituciones públicas emergentes. Hay que hacer un esfuerzo especial para garantizar que los procesos de revisión de la constitución tomen en cuenta las prioridades de las mujeres y que las mujeres sean nombradas a puestos de mando dentro del gobierno y en las instituciones que prestan servicios.
  • Apoyar a las mujeres líderes políticas. Ello implica el apoyo a mecanismos tales como grupos parlamentarios de mujeres o redes de mujeres funcionarias públicas, creando mecanismos gubernamentales como las Maquinarias Nacionales o las Oficinas para las Mujeres, que tienen el mandato, la capacidad y la autoridad de ser defensores eficaces de las políticas a favor de los intereses de las mujeres.

Todavía tenemos un largo camino para lograr la participación equitativa de las mujeres en la cúpula política y el gobierno. Recordemos que, a pesar de los progresos en una serie de países, en el mundo las mujeres siguen representando menos del 20 por ciento de los legisladores y menos del 5 por ciento de los ministros.

Las cifras son importantes, pero la lucha de las mujeres por tener una presencia más substancial en el liderazgo político equivale a tener mejores resultados para todos los ciudadanos. El gran coraje de que han dado muestra las mujeres y los hombres del mundo a la hora de exigir el derecho a ser oídos requiere de todos nosotros que garanticemos que la igualdad de género sea atendida en nuestros esfuerzos por crear una real democracia para todos.