En palabras de Nongnee Kondii: “Me dijeron que ser lesbiana era pecado”

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Nongnee Kondii. Photo courtesy of Nongnee Kondii
Nongnee Kondii. Foto cortesía de Nognee Kondii

En todo el mundo siguen prevaleciendo estereotipos discriminatorios, normas culturales y actitudes que normalizan y trivializan la violencia contra las mujeres y las niñas. Nongnee Kondii*, de 25 años de edad, de Yala, una provincia fronteriza al sur de Tailandia, nunca se ha sentido segura expresando su orientación sexual, ni en casa ni en su comunidad. Después de sufrir una agresión sexual traumática, guardó silencio al principio. En mayo de 2016, Kondii decidió pronunciarse y buscar justicia después de participar en un retiro para jóvenes donde aprendió sobre cuestiones relacionadas con el género. Este retiro fue organizado por la Rainbow Sky Association (RSAT), una organización que trabaja para promover los derechos de lesbianas, gais, mujeres bisexuales, personas trans e intersexuales (LGBTI) en Tailandia, y que recibe el apoyo del Fondo Fiduciario de la ONU para poner fin a la violencia contra las mujeres (gestionado por ONU Mujeres). Con financiamiento del Fondo Fiduciario de la ONU, la RSAT sigue organizando talleres con personas LGTBI en Tailandia para prestarles apoyo a fin de combatir el estigma asociado a la orientación sexual y la identidad de género.

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Me enamoré de una chica cuando estaba en el primer año de preparatoria. Me sentía bien, y mantuvimos la relación durante siete años. Cuando mi madre se dio cuenta, nos separó. Fui enviada a vivir a la granja de mi abuelo, lejos de todo el mundo. En aquel momento yo tenía 17 años.

Me dijeron que ser lesbiana era pecado. La gente del pueblo rumoreaba y me llamaba pecadora, pervertida e indigna de mi religión.

No pude volver a expresarme como mujer lesbiana hasta que fui a la universidad.

Pero entonces ocurrió algo terrible. Un hombre que estaba ayudándonos a obtener un certificado de salud pública me agredió sexualmente a mí y a tres de mis amigas. Estábamos aterrorizadas y avergonzadas. No dije una palabra acerca de esto a nadie hasta que asistí al campamento de la RSAT. Allí supimos de nuestros derechos y la multitud de obstáculos, dificultades y discriminación con que luchamos habitualmente a causa de nuestra orientación sexual.

Mi experiencia en la RSAT cambió mi percepción de las cosas. Me di cuenta de que mis amigas y yo habíamos sido atacadas y castigadas porque éramos lesbianas. ¡Lo que nos sucedió era un delito punible! Tras realizar unas consultas con la RSAT y Mae Ann, fundadora del refugio Baan Boontem, otra ONG afiliada a la RSAT, les pedí apoyo en mi búsqueda de justicia.

Cuando intenté denunciar el delito por primera vez el policía me preguntó por qué estaba allí, en la comisaría. No creía que nuestro caso pudiese ser llevado a juicio. Le mostré todos los artículos pertinentes de la ley tailandesa que se aplicaban a mi caso. Pasé dos días intentando convencerle. No había intimidad, ningún lugar aparte donde pudiera hablar en privado. En un momento dado me preguntó, “¿cómo lo hacen las lesbianas?”.

Cuando la policía identificó al agresor con nuestra ayuda, todavía sugirieron que anuláramos la denuncia porque el presunto violador estaba desequilibrado psicológicamente. Pero no nos rendimos. Nuestro caso llegó a juicio y el acusado fue declarado culpable de agresión sexual. Fue condenado a 10 años de cárcel por el Tribunal Penal de la provincia de Yala.

El procedimiento judicial duró un año. Después de ganar el caso, siete menores se atrevieron a denunciar que habían sido agredidas por el mismo hombre.

El hecho de ganar el caso y mi experiencia en el campamento de la RSAT me ha cambiado. Si le sucede lo mismo a cualquier persona cercana a mí, esta vez seré yo quien la acompañe a la comisaría y la ayude a conseguir justicia”.

Nota:

*El nombre es ficticio para proteger la identidad de la sobreviviente.