La sencilla iniciativa con la que se ha impulsado una revolución silenciosa para las agricultoras familiares del Brasil

Un registro detallado de los productos y la superación del sesgo de género en los censos están ayudando a dar mayor visibilidad a las mujeres, quienes son cruciales para la producción agrícola del país.

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Publicado originalmente en el informe insignia de ONU Mujeres El progreso de las mujeres en el mundo 2019-2020: Familias en un mundo cambiante

Janete Dantas (en el centro) con su madre, María Nilda (derecha) y su hermana, Mayla (izquierda) en la granja familiar. Fotografía: Lianne Milton

La idea es extremadamente simple: un cuaderno de registro con cuatro columnas para las mujeres brasileñas que trabajan en el sector de la agricultura familiar, con el fin de documentar la cantidad de productos que venden, donan, intercambian o consumen. Y, sin embargo, estos cuadernos han ejercido un efecto muy positivo en la vida de centenares de mujeres de medios rurales, puesto que han cambiado la forma en que ellas y sus parejas valoran su propia producción. Incluso las han ayudado a beneficiarse de las políticas públicas dirigidas a quienes se dedican a la agricultura familiar.

“Aprender a llevar a cabo un seguimiento de nuestra producción fue muy útil para nosotras”, afirma Janete Dantas. Janete contabiliza la leche, los huevos, los pollos, las frutas y las hortalizas producidas en la pequeña parcela que gestionan ella y su madre en Itaóca, en el estado de São Paulo, y cuánto aportan dichos productos al ingreso familiar. “Cuando realizamos los cálculos a final de mes, comprobamos lo importante que es nuestra contribución”.

Los cuadernos de registro forman parte de una revolución silenciosa impulsada por grupos agrícolas feministas, que incluso ha llegado a influir en los datos de los censos gubernamentales. Como resultado de la presión que ejercen estos colectivos, en el censo agrícola realizado en el Brasil en 2017 se incluyó una pregunta sobre el sexo de las personas dedicadas a la producción agrícola. Gracias a ello, dicho censo pudo proporcionar datos que muestran que el número de establecimientos dirigidos por mujeres ha alcanzado el 18,6 %, frente al 12,7 % de 11 años antes; en la actualidad hay casi un millón de mujeres dedicadas a esta actividad.

Los agronegocios son un pilar fundamental de la economía brasileña. Representan cerca de una cuarta parte de su producto interno bruto (PIB). Cultivos como la soja y el café, que se obtienen en explotaciones industrializadas (en las que trabajan principalmente hombres) figuran entre las exportaciones más importantes del país. Sin embargo, el Brasil cuenta además con millones de agricultoras y agricultores familiares que generan una cifra de negocios total de 55.200 millones de dólares de los Estados Unidos por año, y ahí las mujeres desempeñan un papel crucial.

 “Estamos aprendiendo mucho sobre la capacidad de producción de las mujeres”, señala Beth Cardoso, que trabaja como coordinadora en el Centro de Tecnologías Alternativas de la Zona Forestal del estado de Minas Gerais. “El trabajo de las mujeres en las zonas rurales es muy poco visible y se le otorga escaso valor”. Con este centro, Cardoso ayudó a poner en marcha una versión anterior del sistema de cuadernos de registro en 2011. Dos años después, el centro desarrolló el proyecto Cadernetas Agroecológicas (cuadernos agroecológicos) actualmente en curso. Desde entonces el proyecto se ha extendido a todo el país; hoy en día participan en él cientos de mujeres.

El grupo Sempreviva Organização Feminista (SOF), con sede en São Paulo, también participó en el proyecto de cuadernos de registro y trabaja para dar mayor visibilidad a la importancia de las mujeres en la agricultura brasileña.

En buena parte del Brasil rural, las mujeres cuidan de los huertos domésticos y se encargan de vender o intercambiar su producción y de procurar sustento a sus familias, según Miriam Nobre, agrónoma de SOF. Sin embargo, el valor de su producción pasa desapercibido, sobre todo si sus parejas no son agricultores.

Esto cambió para Janete Dantas y su madre después de pasar 18 meses llenando los cuadernos de registro y compartiendo su experiencia con otras mujeres. Janete trabaja hasta tres horas diarias en la pequeña parcela que ella y su esposo (que trabaja como chofer) comparten con los padres de ella. Su madre, María, de 68 años, trabaja seis horas al día. Antes de participar en el proyecto de los cuadernos de registro, jamás habían calculado el valor de su trabajo ni la cantidad de comida que podían aportar a la familia gracias a él. “Podemos ver cuánto comemos... y cuánto vale lo que producimos”, dice Janete. “De ese modo, podemos valorarlo más”.

A simple logbook like this one, in which women family farmers record their production, has raised awareness about their contribution to Brazil’s economy. Photo: Lianne Milton
Un sencillo cuaderno de registro como este, en el que las agricultoras familiares contabilizan su producción, ha servido para crear conciencia acerca de su contribución a la economía brasileña.Fotografía: Lianne Milton

Proyectos como este han obligado al Gobierno a reconocer el papel de las mujeres en la agricultura brasileña, algo que Nobre sitúa dentro del contexto general de la lucha por los derechos de las mujeres de medios rurales en América Latina. “Yo lo veo como parte de los esfuerzos para que se reconozca el trabajo de las mujeres”, afirma, “y las formas en que las mujeres de medios rurales garantizan el sustento en sus comunidades”.

Las mujeres también han podido utilizar estos cuadernos de registro para obtener un documento denominado DAP (Declaração de Aptidão ao Pronaf, es decir, Declaración de aptitud al Pronaf), que les permite acceder a financiamiento para la agricultura familiar y participar en un programa gubernamental que garantiza que el 30 % de los alimentos consumidos en los menús escolares provengan de sus parcelas.

Janete Dantas, second right, with her mother, Maria Nilda, centre, and her sisters, Mayla, left, and Leni, right, shucks cassava skins. Photo: Lianne Milton
Janete Dantas, segunda desde la derecha, con su madre, María Nilda (centro) y sus hermanas, Mayla (izquierda) y Leni (derecha), pelando mandioca. Fotografía: Lianne Milton

Los cuadernos de registro han ayudado a las mujeres de las zonas rurales a verse a sí mismas de manera diferente, y gracias a ellos los hombres también las valoran más. En un país en el que el progreso de los derechos de las mujeres ha sido lento, esto representa un cambio importante. “El empoderamiento de las mujeres se hace evidente, al igual que una mayor autonomía, desde el momento en que pueden ver su propia producción”, señala Cardoso. “Parece simple, pero es fundamental para que salgan de una relación de subordinación”.