Palabras de la Sra. Michelle Bachelet en la Cena de Entrega de los Premios Making a Difference for Women 2011

Fecha:

Discurso pronunciado por la Directora Ejecutiva de ONU Mujeres Michelle Bachelet en la Cena de Entrega de los Premios Making a Difference for Women ofrecida por el Concejo Nacional de Investigación sobre la Mujer el 28 de enero de 2011.

[Texto tal como fuera pronunciado.]

Estoy emocionada por el cálido recibimiento que me dieron todos ustedes. Desde que llegué — hace ya casi cinco meses — para asumir la conducción de la nueva Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres — ONU Mujeres — me ha llenado de asombro el efusivo entusiasmo, la amistad, el apoyo y la enorme buena voluntad. Cada persona que conozco espera que ONU Mujeres sea el comienzo de una nueva era para los derechos de las mujeres.

Y no sólo para los derechos de las mujeres, sino también para los derechos de todas las personas: mujeres y hombres de todas las edades, de todos los grupos, de cada país. Debemos demostrar que una nueva era para las mujeres puede además generar un mundo mejor para todos y todas.

Seguramente a Uds. los inspira, como me ha sucedido a mí, las imágenes de las mujeres en los países de toda la región árabe que, junto a los hombres, hacen un llamado para lograr una transformación profunda. El viernes pasado en la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, tres mujeres egipcias compartieron sus experiencias de esos acontecimientos. Una de ellas dijo que su vida quedará marcada para siempre por el momento que vivió en la Plaza Tahrir, cuando se dio cuenta de que “esta revolución era propiedad de todos y todas, sin fronteras entre ricos y pobres, musulmanes y cristianos, mujeres y hombres. Nos contó que si ONU Mujeres deseaba ayudar, esa ayuda debería consistir en apoyos para que las mujeres desempeñaran un rol igualitario en la lucha por crear un sistema libre y justo — no sólo para las mujeres y las niñas — sino para toda la sociedad egipcia.

Debemos garantizar que las voces de las mujeres y que las mujeres dirigentes contribuyan, en igualdad de condiciones, a crear sociedades más igualitarias y justas en todos los países, en el norte y en el sur. Los procesos de organización de las mujeres de los últimos 25 años — desde la conferencia de El Cairo para promover los derechos reproductivos, hasta la Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing, así como muchas otras conferencias mundiales de la ONU — generaron una verdadera agenda global para la igualdad de género. Algunas de las mujeres que exigieron una voz de la ONU para las mujeres en aquel entonces, han sido uno de los motores para crear ONU Mujeres. Les agradezco a todas ellas, y a todos los aquí presentes por su dedicación y compromiso. Tengo la determinación de que ONU Mujeres sea la organización que esperan.

Quiero agregar además que ésta no será una tarea sencilla. Sólo obtendremos buenos resultados si logramos accionar la visión, las ideas, los talentos y el trabajo arduo de los aliados y los potenciales aliados, en las fundaciones, el ámbito académico, en las redes por los derechos de las mujeres y la justicia social, en los medios de comunicación y el ámbito empresarial.

Nuestro propósito no es encargarnos de todo aquello que afecta la vida de las mujeres, sino asociarnos con quienes ya están realizando un buen trabajo. De ese modo el progreso será más rápido y el impacto mucho más amplio. A partir de las prioridades expresadas en las consultas iniciales con los grupos de mujeres, les daremos más voz y energía a nuestros esfuerzos en común para eliminar la violencia contra las mujeres y las niñas, dotar de poder económico a las mujeres, expandir el liderazgo político de las mujeres y su participación en la planificación nacional para el desarrollo, y para garantizar la participación plena de las mujeres en todas las mesas de los acuerdos de paz y los procesos de planificación después de un conflicto.

La violación o la desatención de los derechos de las mujeres en todas estas áreas guardan una relación directa con la subutilización del potencial social y económico de la mitad completa de la población. Para aprovechar ese potencial debemos abrir espacios para que las mujeres asuman el liderazgo político, liberen a las mujeres del temor a la violencia de género y defiendan su reconocimiento como actoras económicas y de decisión política. Esto tiene una lógica sencilla: la evidencia muestra que donde las mujeres gozan de acceso a una educación de calidad, a empleos de calidad, a la tierra y demás bienes, aumenta el crecimiento y la vitalidad nacional, y se observan también menores niveles de mortalidad materna, una mejora en la nutrición infantil, mayor seguridad alimentaria y menores riesgos frente al VIH y el SIDA. Además, allí donde las mujeres asumen un liderazgo, en cifras, el cambio es más probable. En América Latina se dice que cuando una mujer ingresa a la política, ella cambia; pero que cuando muchas mujeres ingresan a la política, la política cambia. Ése es el tipo de cambio que ONU Mujeres espera apoyar.

La propia experiencia me ha enseñado que no existen límites para lo que las mujeres pueden hacer; desde aquéllas que mantienen a su familia en las circunstancias más duras hasta aquéllas que se convierten en ministras de salud, relaciones exteriores, o jefas de estado o gobierno. La fortaleza de las mujeres, la laboriosidad de las mujeres, la sabiduría de las mujeres son el recurso más desaprovechado de la humanidad.

Estoy decidida a que ONU Mujeres aporte nuevas energías a la lucha por la igualdad de género, aunando a hombres y mujeres de distintos países y comunidades. Mi visión para ONU Mujeres es que sea tanto un espacio político como una fuerza política para los derechos de las mujeres, para la igualdad de género y para un mundo más justo.