El legado de Dag Hammarskjöld a favor de la diplomacia preventiva de la ONU en el siglo XXI

Fecha:

Discurso pronunciado por Michelle Bachelet, Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, sobre el legado de Dag Hammarskjöld a favor de la diplomacia preventiva de la ONU en el siglo XXI. Nueva York, 22 de septiembre, 2011.

[Cotejar con el texto pronunciado.]

Sr. Secretario General,
Sr. Primer Ministro,
Estimados amigos:

Quisiera en primer lugar expresar el placer que tengo de dirigirme a ustedes hoy en ocasión del quincuagésimo aniversario de la trágica muerte de Dag Hammarskjöld. El honor de hablar sobre su legado es por cierto tan grande como el reto de hacer justicia por el impacto ejemplar que tuvo sobre las Naciones Unidas y su rol al permitir que la ONU sea un instrumento dinámico y proactivo para la paz y la seguridad internacionales.

En momentos en que el mundo estaba gobernado por la división de las superpotencias, Dag Hammarskjöld dio muestras de un valiente liderazgo guiando a las Naciones Unidas para que fuesen un mecanismo de empoderamiento de los gobiernos, permitiendo prevenir tensiones antes de que éstas escalasen y se convirtiesen en guerra. En Asia, en África y en Oriente Medio, personificó el poder del diálogo a la hora de calmar los conflictos. Su dedicación a la búsqueda de la paz y del progreso, su talento para aliviar las tensiones y su compromiso personal para establecer más independencia y eficacia en el puesto del Secretario General han sido todas fuentes inagotables de inspiración para nuestras acciones como funcionarios de la ONU, líderes políticos y seres humanos.

Dag Hammarskjöld creía firmemente en un enfoque proactivo de la consolidación de la paz. Su compromiso con la diplomacia preventiva marcó un cambio profundo en las concepciones tradicionales de la paz y la seguridad. Nos enseñó que la diplomacia preventiva no es un arte abstracto de previsión. Una prevención y una resolución efectivas de un conflicto requieren un análisis meticuloso de las causas, los desencadenantes, las dinámicas y los modelos del conflicto, así como de los factores y la dinámica social que fortalecen la resistencia que tenga la comunidad al conflicto. Hacer un análisis temprano y un seguimiento continuo son esenciales para anticipar el conflicto y para transformar la dinámica del conflicto de modo que los grupos sociales comprometidos con la resolución no violenta del conflicto puedan ser asistidos. En los últimos años y haciéndose eco de esta visión, una serie de organismos de las Naciones Unidas han desarrollado marcos de alerta, de evaluación y de análisis de conflictos para mejorar sus operaciones en las áreas proclives a ellos.

La historia muestra la importante función que tienen las mujeres a la hora de anticipar y prevenir un conflicto. Permítanme citar un ejemplo de África Occidental. En 2005, las mujeres de Guinea que se dedicaban al comercio a través de las fronteras, fueron víctimas de un aumento súbito de incidentes de violencia de género en el área fronteriza entre Sierra Leona y Liberia. Esta información fue comunicada a las autoridades gubernamentales y esos informes llevaron a intervenciones específicas de parte de las fuerzas de defensa y seguridad para contrarrestar los movimientos de grupos armados ilegales. En éste y en otros contextos, las perspectivas de las mujeres sobre las tensiones en las relaciones sociales, su conciencia de las amenazas a la seguridad personal, familiar y comunitaria, su conocimiento del flujo de armas pequeñas y ligeras a través de las comunidades, se suman al sistema complejo e importante de alerta temprana y de conocimientos sobre el inminente conflicto.

Durante la crisis del Congo de 1960-61, Dag Hammarskjöld representó un enfoque nuevo de consolidación de la paz en el que las negociaciones oficiales son sólo una parte del proceso de resolución de un conflicto, que va desde la alerta temprana al mantenimiento de la paz y a una consolidación de la paz a largo plazo. Esta filosofía se refleja en futuras evoluciones y, más recientemente, en cambios importantes en el sistema de consolidación de la paz de la ONU, con la creación de la Comisión para la Consolidación de la Paz y la Oficina de Apoyo a la Consolidación de la Paz. Estos instrumentos reconocen que la diplomacia preventiva y el diálogo son cruciales y un modo económico de prevenir brotes o la reaparición de la violencia.

Si bien es posible que Dag Hammarskjöld hubiera anticipado y acogido estos cambios, hay uno que quizá no hubiera anticipado pero estoy segura que habría acogido con agrado, y es el importante papel de las mujeres en la prevención de los conflictos y la consolidación de la paz. Dag Hammarskjöld era un hombre de su tiempo, cuando no había un organismo o entidad de la ONU dedicado a hacer avanzar el empoderamiento de las mujeres y la igualdad entre los géneros. La creación de ONU Mujeres representa un nuevo e importante componente de disposiciones institucionales en materia de diplomacia preventiva y de muchas otras áreas relacionadas con la paz, la seguridad y, de manera más general, el desarrollo. ONU Mujeres está actuando con el reconocimiento general de que la inclusión de los procesos de paz y la democratización de las resoluciones de los conflictos son cruciales para una paz sostenida. El compromiso de las mujeres en la resolución y democratización de los conflictos es ampliamente reconocido como un método eficaz de crear inclusión y un amplio compromiso social para que la paz sea sostenible.

En los últimos 50 años, los llamados a favor de la inclusión han sido repetidos continuamente en el marco normativo internacional en materia de mediación y, más recientemente, en las resoluciones sobre las mujeres, la paz y la seguridad. Desde el año 2000, el Consejo de Seguridad, la Asamblea General y el Secretario General de la ONU han hecho llamados regularmente para incluir una experiencia específica sobre asuntos de género y una mayor cantidad de mujeres en las negociaciones de paz.

Sin embargo, aunque una prevención eficaz de los conflictos necesita la participación de las mujeres en el análisis, el seguimiento y la diplomacia relacionados con los conflictos, desafortunadamente sigue quedando mucho camino por recorrer para incorporar eficazmente a las mujeres en la resolución de conflictos. Además, aunque se sabe que la desigualdad entre los géneros es un elemento que exacerba el conflicto, los marcos de prevención de los conflictos todavía no incluyen esfuerzos para acabar con la discriminación contra las mujeres. Diez años después de que el Consejo de Seguridad adoptara por unanimidad la resolución 1325 (2000), las mujeres siguen estando sorprendentemente ausentes de las negociaciones formales de paz. Las desigualdades entre los géneros y los extremos en la discriminación contra las mujeres no son asuntos a los que se les hace un seguimiento regular en los sistemas de alerta temprana de los conflictos, lo que muestra una brecha preocupante entre las aspiraciones de los compromisos mundiales y regionales y la realidad de los procesos de paz.

Se sigue considerando la guerra como una confrontación entre dos partes beligerantes compuestas por soldados hombres. Por otro lado, la mayoría de los procesos de establecimiento de la paz se han centrado en discusiones secretas entre líderes hombres y, por lo tanto, han marginado aún más a partes enteras de las sociedades afectadas por el conflicto. El empoderamiento de las mujeres y su participación en la vida pública no son considerados esenciales para una paz y una democratización sostenidas. Todavía se cree que las amenazas específicas que se hacen contra las mujeres tienen que recibir atención sólo después que se hayan resuelto los asuntos de seguridad más amplios, y que las voces de las mujeres tienen que ser oídas sólo después que se haya consolidado la paz, y que sus necesidades deben ser tomadas en consideración una vez que el país haya sido estabilizado.

Este es un paradigma de la consolidación de la paz que se centra sobre los culpables, en vez de estar centrado sobre los que tienen que consolidar la paz. Se centra en el rol perturbador de los que potencialmente quieren “echar a perder la paz y no en el potencial constructivo de establecer una base social amplia para la paz. Ya es hora de que este paradigma cambie. La inclusión de las mujeres en la prevención y la resolución de los conflictos no es sólo un asunto de derechos humanos. Como el actual Secretario General dijera recientemente en su informe sobre la participación de las mujeres en la consolidación de la paz, garantizar la participación de las mujeres es fundamental para “lograr los tres pilares de la paz duradera: recuperación económica, cohesión social y legitimidad política.

Señoras y señores:

No estoy aquí para decirles que las mujeres están más comprometidas que los hombres con la promoción del bien general para la población. No todas las mujeres se sienten esencialmente ligadas a la paz o mejor conectadas con la comunidad. Al igual que los hombres, las mujeres están expuestas a tensiones políticas, étnicas o religiosas. Al igual que los hombres, pueden contribuir con la violencia y participar en grupos armados. Pero más que los hombres, las mujeres tienen una experiencia directa de las consecuencias brutales de los conflictos violentos y, a menudo, soportan la carga de tener un estatus social y económico muy inferior. Como primeras víctimas de la violencia sexual y de género, a menudo ven más claramente cómo el conflicto pasa de las palizas en la casa a las violaciones y asesinatos en las calles y en el campo de batalla. Por lo tanto, las mujeres son esenciales para hacer que la paz vuelva a las comunidades. En el transcurso de la crisis del verano de 2010, las mujeres del Sur de Kirguistán se movilizaron para formar grupos informales de activistas de la paz, y se hicieron responsables de dar un apoyo inmediato a las supervivientes del conflicto y de exigir que las necesidades específicas de las mujeres y de los grupos vulnerables sean tenidas en consideración en el proceso de recuperación después del conflicto. Con el apoyo de ONU Mujeres, estos grupos ahora están institucionalizados en 20 Comités locales de Mujeres a favor de la Paz. Desde el ámbito de las aldeas hasta el de las provincias, promueven constantemente la inclusión de las mujeres y contribuyen a los procesos de prevención de los conflictos y de establecimiento de la paz en el Sur de Kirguistán.

A pesar de la resistencia a la que se enfrentan a menudo las mujeres y de la extenuación de las mujeres y niñas que se han visto afectadas por un conflicto, éstas siguen encontrando maneras creativas de expresar sus preocupaciones en los procesos de paz. Cuando se les excluye de las conversaciones de paz, ellas ya han llevado a cabo procesos paralelos propios. Cuando se les deja fuera de las salas donde se toman las decisiones, las mujeres han pasado sus documentos y recomendaciones a través de las hendijas debajo de las puertas. Cuando se les ignora, han interpelado a los responsables de la toma de decisiones en los aeropuertos o se han atrincherado ante las salas de reuniones para forzar a los delegados a llegar a un acuerdo, como fue el caso en Liberia en 2003. Cuando se les ha silenciado, han salido a la calle o han acudido a la sala del Consejo de Seguridad de la ONU para hacerse oír. En Irlanda del Norte, Guatemala o El Salvador, los aportes de las mujeres ampliaron el alcance de las discusiones de paz y buscaron el camino hacia el largo plazo, centrándose en cómo se puede conseguir una sociedad pacífica, más que simplemente en tratar de conseguir un cese inmediato de la violencia.

Sin embargo, demasiadas de esas iniciativas siguen siendo a escala reducida, ad hoc o están mal financiadas. Si la contribución de las mujeres a la prevención de los conflictos y su participación en los procesos de paz no se ven considerablemente incrementadas y nosotros, las Naciones Unidas, no sumamos nuestros esfuerzos por romper el círculo vicioso de su exclusión, nuestra búsqueda de una paz sostenible y equitativa corre peligro. Dag Hammarskjöld preguntó una vez: “¿Nos referimos a los propósitos de la Carta? Son expresiones de ideales compartidos universalmente que no nos pueden fallar aunque nosotros, desafortunadamente, muchas veces les fallemos. ¿O estamos pensando en las instituciones de las Naciones Unidas? Son nuestras herramientas. Nosotros las hicimos y nosotros las usamos.

Dag Hammarskjöld sabía que la búsqueda de la paz no puede dejarse en manos sólo de las personas de buena voluntad. Nos enseñó que las Naciones Unidas deben ser un instrumento de cambio. En su corta vida, ONU Mujeres ya ha fortalecido muchas alianzas dentro y fuera de la familia de la ONU para hacer avanzar la agenda de las mujeres, la paz y la seguridad. Conjuntamente con la Representante Especial del Secretario General para la lucha contra la Violencia Sexual en los Conflictos, la Sra. Margot Wallström, y con el Departamento de Operaciones para el Mantenimiento de la Paz, ONU Mujeres creó materiales de capacitación basados en diversos escenarios para los encargados del mantenimiento de la paz, sobre cómo proteger a las mujeres en las situaciones de conflicto de los altos niveles de violencia sexual. La estrategia común, recientemente establecida, sobre género y mediación, implementada conjuntamente por ONU Mujeres y por el Departamento de Asuntos Políticos, trata de aumentar la disponibilidad y la calidad de la experiencia en asuntos de género en los procesos de mediación, y respalda una participación mayor y más eficaz de las mujeres en todos los niveles de la resolución de los conflictos y del establecimiento de la paz.

Todavía queda mucho por hacer para plasmar el proyecto visionario de Dag Hammarskjöld de un proceso inclusivo e integrado de diplomacia preventiva. Una serie de obstáculos específicos del sistema de las Naciones Unidas todavía entorpecen la representación de las mujeres en los procesos de paz. Hay que identificar y nombrar a más mujeres como Enviadas Especiales y expertas para integrar los equipos de mediación. Es necesario ofrecer capacitación para que las mediadoras, las expertas en mediación y las defensoras de los derechos de la mujer puedan respaldar los asuntos de género en los procesos de paz. Además, es necesario tener mecanismos institucionales para garantizar la participación de las mujeres en los esfuerzos por resolver un conflicto, formando parte de las delegaciones, como observadoras o como terceras partes participantes.

En 1955, Dag Hammarskjöld nos alertó de que la ONU no debe trabajar aisladamente de sus beneficiarios y, por lo tanto, de los valores fundadores de la institución. “Todo se solucionará, ¿saben cuándo? Cuando las personas, sólo las personas, dejen de pensar en las Naciones Unidas como en una rara pintura abstracta de Picasso y comiencen a verla como un dibujo que ellas mismas hicieron, señaló.

La inclusión no es un resultado del proceso de paz, sino que es la base misma del proceso. Cincuenta años después de la muerte de Dag Hammarskjöld, es hora de cumplir con su visión para que los hombres y las mujeres sean, por igual, agentes de la paz. En ONU Mujeres tienen un socio inquebrantable y comprometido.

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