El Empoderamiento de las mujeres en el Oriente Medio y por todo el mundo

Fecha:

Alocución de la Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, Michelle Bachelet, en ocasión de un almuerzo del Grupo Mujeres y Política Exterior, 20 de abril de 2012, Washington, D.C.

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¡Buenas tardes! Me es muy grato estar nuevamente con ustedes este año. Quiero ante todo agradecer a Patricia Ellis por invitarme y por reunirnos a todas. Gracias, Patricia, gracias a todas por venir hoy, y gracias a ti, Judy Woodruff.

El año pasado, cuando me dirigí al Grupo Mujeres y Política Exterior en Nueva York, hablé del papel que desempeña ONU Mujeres en el empoderamiento de las mujeres en todo el mundo.

Hoy, cuando ONU Mujeres ya tiene más de un año de vida, quisiera ponerlas al día sobre dos prioridades en las que estoy centrando mi atención este año: el empoderamiento económico y la participación política de las mujeres. En este contexto, también hablaré de mis recientes visitas al Medio Oriente, de los cambios que se están dando allí y de cómo les está yendo a las mujeres en la transición.

Quisiera comenzar dándoles una idea de la participación política de las mujeres. Es muy importante por diversas razones, pero hoy citaré sólo dos. En primer lugar, la participación de las mujeres en la política y en la economía refuerza los derechos civiles, políticos y económicos de las mujeres. En segundo lugar, la participación de las mujeres fortalece la democracia, la economía y la sostenibilidad. No es trata sólo de hacer lo correcto, sino que la paridad y la igualdad ayudan a que la sociedad sea más próspera.

El mes pasado, en la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de la ONU, ONU Mujeres y la Unión Interparlamentaria presentaron el mapa mundial 2012 de las mujeres en la política, el cual muestra que el progreso sigue siendo muy lento y dispar y que debe acelerarse para lograr la igualdad. De 193 países, sólo 17 tienen mujeres Jefe de Estado o de Gobierno, lo que representa un aumento desde 2005 cuando sólo 8 países tenían mujeres líderes.

Sólo el 17 por ciento de los ministros son mujeres, en comparación al 14 por ciento en 2005, y sólo el 19,5 por ciento de los legisladores son mujeres, que es sólo un medio punto de aumento en comparación a hace dos años.

Estas estadísticas son preocupantes en este momento de la historia, e imposibles de justificar. Si tomamos en cuenta los porcentajes totales, vemos que los países nórdicos tienen el porcentaje más alto de mujeres ministras (48 por ciento) seguido de las Américas con el 21 por ciento y de África subsahariana con el 20 por ciento. El porcentaje de las mujeres ministras en Europa es del 15 por ciento y en el Pacífico del 11 por ciento, seguido de Asia con el 10 por ciento y de los países árabes con sólo el 7 por ciento, que es la cifra más baja.

La cantidad de países que tienen más de 30 por ciento de mujeres parlamentarias ha pasado de 26 en 2010 a 30 hoy en día. Esto es un indicador importante porque alcanzar el 30 por ciento de mujeres en el parlamento es una meta de la Plataforma para la Acción de Beijing de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer.

Éste es, por lo tanto, un sector donde tenemos que seguir trabajando porque sabemos que las medidas temporales especiales, como las cuotas, aceleran la participación de las mujeres en la política. De los 59 países que celebraron elecciones en 2011, 17 tenían cuotas legislativas. Las mujeres obtuvieron el 27 por ciento de los escaños en el parlamento en esos países, en comparación al 16 por ciento en los países que no disponen de cuotas.

También sabemos que cuando hay más mujeres en el parlamento, cuando las mujeres y los hombres lideran juntos, las decisiones reflejan y responden mejor a las diversas necesidades de la sociedad. En todos los países que visito insto a que haya más mujeres parlamentarias, presidentas y primeras ministras. Aliento a los países a que usen cuotas para ampliar la participación de las mujeres. Esto es importante porque la democracia se fortalece con la plena participación de las mujeres sobre un pie de igualdad.

Esto es particularmente relevante en las transiciones de los países árabes, de Túnez a Egipto, de Libia a Yemen, donde las demandas de justicia, libertad y dignidad resonaron en el Medio Oriente y en África del Norte.

Las mujeres estuvieron al frente de estos movimientos, liderando las protestas, las manifestaciones y las campañas en los medios sociales con el fin de cambiar el status quo. Las mujeres ahora deben estar al frente también con una participación política considerable para que puedan ayudar a marcar el futuro de sus países.

Sin embargo, en el transcurso de este año, ha quedado claro que las mujeres se enfrentarán a muchos retos en su búsqueda de participación igualitaria en la esfera política. Visité la región varias veces, recientemente estuve en Libia y Marruecos y anteriormente había ido a Beirut para una conferencia regional sobre la transición democrática en los países árabes, y tres veces a El Cairo para encontrarme con las mujeres y los jóvenes de Egipto y de la región. ONU Mujeres apoya los derechos, el empoderamiento y la participación de las mujeres.

Mientras que las revoluciones y la transición en el mundo árabe han creado la oportunidad de una mayor igualdad de género, también han hecho que lo conseguido hasta ahora por las mujeres de la región sea vulnerable.

Se están redactando nuevas constituciones en varios países, incluyendo Túnez, Egipto y Libia, por lo que tenemos que mantenernos alertas sobre la participación de las mujeres en el proceso político, de manera que los derechos económicos, culturales, sociales y políticos de las mujeres estén protegidos y puedan avanzar, y que queden consagrados en las nuevas constituciones.

Por otra parte, la transición a corto plazo no ha incluido a las mujeres en las entidades de toma de decisiones, como quedó en evidencia en las recientes elecciones tunecinas y egipcias y en la composición del consejo de transición en Libia.

Si analizamos la situación de la participación y de la representación política de las mujeres, vemos que aunque hay algunos indicios alentadores, como la adopción en Túnez de una ley garantizando la paridad en las listas de candidatos y la introducción de cuotas para las mujeres parlamentarias en Marruecos, que resultó en un aumento del 6 por ciento de mujeres legisladoras el año pasado, la así llamada Primavera Árabe todavía no ha dado resultados en lo relativo a la participación de las mujeres en la política.

A fines de 2011, las mujeres representaron sólo el 10,7 por ciento de las parlamentarias en los países árabes, que es más o menos la misma proporción que en 2010 y, a pesar de un comienzo prometedor, los países árabes siguen siendo la única región del mundo donde ningún parlamento cuenta con un 30 por ciento de mujeres.

En Libia, la Ley Electoral que se adoptó estipula que el Congreso General Nacional (Asamblea Constituyente) tiene que tener 200 miembros elegidos libre y directamente, y requiere que haya paridad en las listas de los partidos para 80 de esos escaños.

En Egipto, sin embargo, la nueva ley sobre el Ejercicio de los Derechos Políticos enmendó la cuota previa para las mujeres, que otorgaba 64 escaños (o el 12 por ciento) a las mujeres en el parlamento. La enmienda requiere que cada partido político incluya a una mujer en su lista de candidatos, pero no indica que las mujeres tengan que figurar en las posiciones “que pueden ganar.

Los resultados parlamentarios de enero de 2012 en Egipto mostraron que hubo una disminución dramática del 12 a tan sólo el 2 por ciento de representantes mujeres actualmente en el parlamento, de entre 508 miembros.

Resulta inútil decir que esta situación dista de ser satisfactoria, dado que las medidas temporales especiales han sido una estrategia esencial para incluir a las mujeres en los países que salen de un conflicto. De hecho, la tercera parte de todos los parlamentos que tienen más del 30 por ciento de mujeres pertenecen a Estados en transición democrática. Por lo tanto, este periodo de transición es fundamental para las mujeres y para los que aspiran a la democracia.

Los defensores de los derechos de las mujeres exigen una transformación genuina que garantice la igualdad de derechos para todos los ciudadanos, y que dé a las mujeres y a los hombres las mismas oportunidades y participación.

Otro factor esencial es el empoderamiento económico, dado que hay un alto nivel de desempleo entre los jóvenes y un nivel muy bajo de participación de las mujeres en el mercado laboral. El porcentaje de mujeres en el mercado laboral en los países árabes es del 26 por ciento, que es la mitad del 52 por ciento a nivel mundial. Queda claro, entonces, que tener la representación de mujeres más baja del mundo en la política y en el mercado laboral hace daño a las mujeres árabes y a las perspectivas actuales y futuras de la región.

Quisiera ahora decir algunas palabras sobre Afganistán. Como escribí recientemente para el International Herald Tribune, las increíbles victorias en materia de protección y promoción de la igualdad entre las mujeres y los hombres se están afrontando a sus más grandes desafíos a medida que el mundo redefine su rol en Afganistán.

Durante más de 10 años, las afganas han luchado por asegurar sus derechos y han conseguido importantes victorias, en particular una Constitución que consagra la igualdad entre las mujeres y los hombres, un parlamento en el que las mujeres ocupan el 28 por ciento de los escaños, la promulgación de la primera ley del país sobre la erradicación de la violencia contra las mujeres y el establecimiento de refugios y servicios para las mujeres y las niñas que se recuperan de la violencia.

También observamos que las niñas volvieron a la escuela, representando 2,4 millones de los más de 7 millones de niños en la educación primaria y secundaria. El Ministerio de Asuntos de la Mujer y la Comisión Afgana Independiente de Derechos Humanos han sido fortalecidos. El que Afganistán haya dado tantos pasos positivos en un tiempo tan corto es notable, y representa una esperanza para establecer un país estable, justo y democrático.

Sin embargo, conforme evoluciona el proceso de paz y reconciliación, la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad comienza a retirarse y se insta a que más partidos se sienten a la mesa de negociaciones, las mujeres afganas observan que el ritmo del cambio en lo relativo a las mujeres no sólo se ha enlentecido sino que, en algunos casos, se ha revertido.

Existen indicadores de alerta temprana, pero no se les presta atención. La violencia contra las mujeres y las niñas — bajo la forma de abusos físicos y emocionales y de matrimonios forzados — sigue siendo una pandemia, y la impunidad de los culpables que infligen esa violencia es casi absoluta.

Las mujeres que se escapan de un matrimonio forzado siguen siendo enviadas a prisión. Muchas veces se fuerza a las mujeres a que retiren sus quejas y opten por mediar con los mayores, incluso en casos de crímenes serios de violencia, lo que las deja sin protección ni justicia. Los líderes religiosos publicaron recientemente una declaración justificando algunos tipos de violencia doméstica, proponiendo limitaciones a la educación y a las oportunidades de empleo de las mujeres y demandando que se use el hiyab.

El recurso más importante que tenemos para mitigar esos riesgos es el de garantizar que las mujeres se involucren, que sus voces sean oídas y que se tome en cuenta sus perspectivas en los procesos de paz y reconciliación.

Las mujeres lucharon por ser oídas en la conferencia internacional sobre Afganistán que fue celebrada en Bonn en diciembre pasado, y tratan de que se les oiga en los debates del Consejo Superior de Paz de Afganistán. Tratarán también de dejar su marca en la cumbre de la OTAN sobre seguridad que tendrá lugar el mes que viene en Chicago y en la Conferencia de Tokio sobre Afganistán, que se celebrará en julio.

El Gobierno de Afganistán y la comunidad internacional deben escuchar a las mujeres afganas y no permitir que se abandone lo que han conseguido en un proceso de paz. Las mujeres han sufrido enormemente en los últimos 35 años de guerra y es inaceptable que ahora tengan que pagar el precio más alto en el proceso de paz. Las mujeres no pueden aceptar la paz a cualquier precio, como tampoco debe hacerlo la comunidad internacional.

En todo el mundo, la plena participación equitativa de las mujeres en las esferas política y económica es fundamental para la democracia y la justicia que exigen las personas. La igualdad de derechos y oportunidades está detrás de las economías y sociedades saludables. Por lo tanto, tenemos que seguir trabajando en muchos frentes. Eso es lo que hace ONU Mujeres con sus socios en los gobiernos, la sociedad civil y el sector privado, y con personas como ustedes.

Ahora nos estamos preparando para Rio+20 — la Conferencia de la ONU sobre Desarrollo Sostenible. Sabemos que ningún desarrollo puede ser sostenible sin la plena participación equitativa de las mujeres. En vísperas de la cumbre de Río, convocaremos junto con Brasil a una cumbre de mujeres líderes para hacer oír nuestras exigencias.

También anticipamos la Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer del año que viene, que se centrará en la violencia contra las mujeres.

En todo el mundo, las mujeres han dado muestras, una y otra vez, que se encuentran a la altura de las circunstancias, independientemente de las dificultades y de los obstáculos. Lo veo en todos los países donde voy y me motiva a hacer aún más, a establecer asociaciones y alianzas más sólidas, y ésa es la razón por la que me complace estar hoy aquí con ustedes.

Muchas gracias por su apoyo; espero con ansias el debate.