Garantizar la equidad y la promoción de los derechos, inclusive para los jóvenes
Fecha:
Declaración de Michelle Bachelet, Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, en el Panel sobre Garantizar la equidad y la promoción de los derechos, inclusive para los jóvenes, Londres, 11 de julio de 2012.
[Cotejar con el texto pronunciado.]
Buenos días a todos.
Me es muy grato convocar este importante panel sobre Garantizar la equidad y la promoción de los derechos, inclusive para los jóvenes.
Quiero agradecer a la Fundación Gates y al DFID por esta iniciativa cuyo tema es tan importante no sólo para las mujeres de todo el mundo, sino también para nuestro futuro sostenible y el de las generaciones futuras.
Este panel trata sobre los derechos. Permítanme comenzar aclarando algo en caso de que todavía exista alguna duda: el derecho reproductivo de las mujeres -incluyendo a las adolescentes y a las jóvenes- así como su derecho a controlar sus vidas sexuales y reproductivas, no se discute. Esos derechos están consagrados en una serie de instrumentos acordados internacionalmente, incluyendo la CEDAW y el Programa para la Acción de El Cairo, y forman parte del derecho internacional en materia de derechos humanos.
Esto puede parecer obvio para la mayoría de ustedes, pero me siento obligada a mencionarlo aquí ya que hemos visto una tendencia últimamente, incluso hace algunas semanas en Río, a pretender que esos derechos no existen o que se pueden negociar. Afortunadamente, en Río triunfó la razón y en el Documento Final los Estados Miembros se volvieron a comprometer claramente con el Programa para la Acción de El Cairo y con la Declaración y la Plataforma para la Acción de Beijing. Con todo, es una tendencia inquietante y que en ONU Mujeres vigilaremos conjuntamente con nuestros amigos del FNUAP.
Señoras y señores:
El derecho a elegir por voluntad propia si casarse o no, si establecer o no una familia; el derecho a decidir la cantidad de hijos, el momento cuando tenerlos y el espaciado entre ellos; el derecho a tener acceso a la información y a los modos necesarios para ejercer esas elecciones voluntarias; el derecho al nivel más alto posible de salud, incluso de salud sexual y reproductiva, son todos derechos humanos universales.
Cuando las mujeres y las niñas pueden ejercer ese derecho humano, se percibe enormes beneficios no sólo para las propias mujeres, sino también para sus familias, sus comunidades y sus naciones. La salud sexual y reproductiva y los derechos reproductivos son esenciales para permitir a las mujeres el goce de la mayoría de los otros derechos y para empoderarlas de modo que puedan participar plenamente en la vida económica y política de sus comunidades. La salud sexual y reproductiva y los derechos reproductivos son, en este sentido, verdaderamente esenciales para el desarrollo y para el tipo de desarrollo sostenible que todos acordamos en Río.
Sin embargo, como ya han oído decir hoy, en la actualidad hay por lo menos 200 millones de mujeres en el mundo que quieren usar métodos seguros y eficaces de planificación familiar, pero que no pueden hacerlo: carecen de la información, de los servicios o del apoyo necesario de sus esposos y comunidades. Esto es inaceptable. El acceso de las mujeres a la planificación familiar no debe depender de que la mujer sea rica o pobre, o de que el hombre a su lado sea su esposo o su novio, o de que viva en la ciudad o en el campo. Todas las mujeres tienen que tener acceso a la planificación familiar voluntaria, que incluye asesoría y la elección y el consentimiento con conocimiento de causa de una serie de métodos, que debe ser libre de coacción y de discriminación, y que constituya además una experiencia positiva para quien que la use.
Cuando digo todas las mujeres, me refiero particularmente a las niñas y las jóvenes. En efecto, las complicaciones relacionadas a los abortos, embarazos y partos inseguros siguen siendo una causa primordial de muerte de las mujeres entre 15 y 19 años de edad. No es necesario que les explique que si se retrasa el primer embarazo, las niñas pueden ganar en educación, conocimientos, habilidades y bienes necesarios para una vida saludable, tener medios de vida decentes y seguros, y mantener a los hijos que tengan cuando decidan tenerlos.
Les insto a reflexionar sobre cómo las experiencias que describan nuestros panelistas pueden servir de modelo para llegar a los 200 millones de mujeres y niñas que han quedado, hasta la fecha, relegadas en los esfuerzos de planificación familiar, especialmente las mujeres solteras, las jóvenes, las mujeres de comunidades marginadas y las mujeres que viven en áreas remotas.
Muchas gracias.