Declaración de apertura de Michelle Bachelet sobre “La igualdad de género y el marco de desarrollo posterior a 2015″ en la conferencia del Consorcio Irlandés
Fecha:
Declaración de apertura de Michelle Bachelet sobre “La igualdad de género y el marco de desarrollo posterior a 2015″ en la conferencia del Consorcio Irlandés. Dublín, Irlanda. 20 de febrero de 2013.
[Cotejar con el texto pronunciado.]
Es un placer estar con todas y todos ustedes y agradezco al Consorcio Unido Irlandés sobre la Violencia de Género por darme la oportunidad de dirigirme a ustedes hoy.
El Consorcio Unido Irlandés sobre la Violencia de Género es un gran ejemplo de cooperación entre las entidades gubernamentales y los organismos del desarrollo en un esfuerzo por atender la violencia de género. Aplaudo este modelo y los pasos que están dando para mejorar la prevención y la respuesta, y para influenciar la acción mundial sobre este tema.
La fecha límite de 2015 para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) se está acercando. Los Estados Miembros y el sistema de la ONU, los medios académicos, los socios del desarrollo y la sociedad civil mantienen debates acerca de cómo debe ser el marco posterior a 2015. Quiero hoy hablar de los éxitos y de las deficiencias de los ODM antes de hablar de la nueva agenda del desarrollo.
Los ODM nos han mostrado que el consenso a nivel mundial es posible. También nos han mostrado que necesitamos un marco común apropiado por los diversos gobiernos y ciudadanos, y que debe rendirse cuentas dentro y entre los países.
Los ODM han logrado muchos resultados positivos, pero tenemos también que aprender de los errores que hemos cometido. Hay tres fallas estructurales mayores desde la perspectiva de los derechos humanos y del desarrollo de las que quiero hablar.
En primer lugar, los ODM buscan reducir, más que eliminar, las privaciones y la discriminación. Esto quiere decir que los que están más abajo son los que tienen menos probabilidades de beneficiarse de los progresos en materia de ODM. Esto es inaceptable desde el punto de vista de los derechos humanos y contraproducente para nuestro objetivo de lograr sociedades más equitativas, sostenibles y democráticas.
En segundo lugar, los ODM ponen demasiado énfasis en alcanzar promedios nacionales más que en eliminar las causas subyacentes de la pobreza y de las privaciones. Por ejemplo, se pretende alcanzar ciertos niveles de asistencia escolar antes de garantizar la calidad de la educación. Además, se ha puesto poco énfasis en los altos niveles de abandono escolar, especialmente entre las adolescentes, o en el riesgo de violencia sexual y de otras violaciones de derechos humanos a los que se exponen las niñas en la escuela.
En tercer lugar, los ODM son unidimensionales, lo que produjo resultados mediocres. Por ejemplo, hay disparidades importantes en el éxito del ODM 5 relativo a mejorar la salud materna porque no nos centramos en las desigualdades que complican y neutralizan nuestros esfuerzos por reducir la mortalidad materna. Otro problema es que no se habló del hecho de que el acceso a los servicios de salud reproductiva varía enormemente según la edad, el lugar, la etnia o los ingresos de las mujeres.
En otras palabras, lo que los ODM no hicieron fue establecer la conexión entre la atención de las desigualdades subyacentes y los progresos en todos los objetivos de desarrollo. No se confrontó la discriminación que impide a las mujeres gozar de los mismos derechos, las mismas oportunidades y la misma participación y liderazgo, y no se reconoció que la violencia generalizada hacia las mujeres y las niñas sigue socavando todos los objetivos de desarrollo.
Esta exclusión, esta discriminación y esta violencia hacia las mujeres es el mayor obstáculo al que nos enfrentamos para hacer avanzar el desarrollo sostenible. No hay ningún país en el mundo donde las mujeres y las niñas puedan vivir libres del miedo a la violencia. Ningún líder puede decir “esto no sucede en mi país”. Mil millones de mujeres —o sea una de cada tres mujeres en el mundo— serán víctimas de violencia sexual en su vidas. En algunos países, hasta el 70 por ciento de las mujeres sufren violencia física o sexual, y demasiadas mujeres buscan en vano que se haga justicia.
Sé que prevenir y poner fin a la violencia contra las mujeres es una preocupación fundamental de su trabajo. Cuando comenzó ONU Mujeres hace dos años, hicimos de la eliminación de la violencia contra las mujeres una prioridad, y sabemos que ello requiere que se cambien actitudes muy arraigadas y que se atienda la exclusión económica, social y política de las mujeres como causas estructurales de la violencia y de la discriminación.
Tenemos ahora, con el nuevo marco de desarrollo, la oportunidad ideal de hacerlo. Debemos aprovechar esta ocasión para atacarnos a las normas culturales y sociales profundamente arraigadas y a las leyes y políticas discriminatorias que impiden a las mujeres y a las niñas lograr todo su potencial, y que permiten que siga ocurriendo la violencia hacia las mujeres y las niñas. Además, debemos reconocer que no habrá paz ni progreso posible sin la plena participación igualitaria de las mujeres. Es inaceptable que las mujeres y las niñas sigan siendo víctimas de violencia en todos los espacios imaginables: en sus hogares, en las escuelas, en los conflictos, en los autobuses y en las calles de su ciudad.
ONU Mujeres creó la iniciativa Ciudades Seguras, conjuntamente con ONU-Hábitat, porque sabemos que las mujeres urbanas corren el riesgo de acoso y de violencia diariamente, incluso en sus vecindades. Estamos desarrollando los primeros modelos exitosos de enfoques para reducir el acoso sexual y la violencia sexual en los espacios públicos, que puedan ser utilizados en todo el mundo por las alcaldías y por los gobiernos nacionales, tomando como base el trabajo de las autoridades locales pioneras y los grupos de mujeres.
Me da igualmente enorme placer que la ciudad de Dublín sea la primera de los países en desarrollo en expresar su interés por sumarse a la iniciativa mundial Ciudades Seguras de ONU Mujeres. Esperamos trabajar con las autoridades de la ciudad y con los grupos de mujeres para hacer de Dublín una ciudad líder en materia de seguridad pública para las mujeres.
Realizamos este trabajo porque contamos con el liderazgo de los gobiernos locales, que son los primeros en reconocer que la protección del derecho humano de las mujeres y de las niñas de vivir libres del miedo a la violencia es fundamental para alcanzar sociedades más sostenibles, equitativas y pacíficas como queremos tener en la agenda de desarrollo posterior a 2015.
La eliminación de la violencia contra las mujeres es el foco de atención de la próxima sesión de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer que se celebrará en marzo en Nueva York. Esperamos que los gobiernos asuman compromisos concretos y tomen medidas de prevención y erradicación de la violencia contra las mujeres. Esperamos también que se puedan lograr muchos progresos para las mujeres y las niñas en esta 57ª sesión de dicha Comisión, y que se sienten sólidos cimientos para la acción y el futuro del desarrollo en los años venideros.
Debemos asegurarnos igualmente que el marco posterior a 2015 tome en cuenta el impacto de los conflictos sobre las mujeres, incluyendo la violencia sexual, y que se centre en el rol primordial de las mujeres en los acuerdos y en la consolidación de la paz. El informe sobre desarrollo del Banco Mundial de 2011 indicó que ninguno de los países afectados por un conflicto armado ha alcanzado ninguno de los ODM.
Lo que es más: hay una clara relación entre conflicto y fragilidad, y desigualdad de género. Las sociedades que tienen menos igualdad y que son menos inclusivas también son las que tienen más probabilidades de sufrir violencia, conflictos y fragilidad. La exclusión de las mujeres de los procesos de paz —de las discusiones de paz y del diseño del proceso de recuperación— sólo perpetúa y refuerza las desigualdades de género.
En enero estuve en Malí y me reuní con mujeres desplazadas por el conflicto en el norte del país. Me hablaron de la violencia y de las horribles violaciones de los derechos humanos que habían soportado y presenciado; el mensaje que quieren transmitir al mundo es que la paz y la democracia duraderas sólo pueden alcanzarse si las voces de las mujeres en materia de derechos humanos, justicia e igualdad son escuchadas.
Cuando las mujeres sí forman parte del proceso de consolidación de la paz y cuando los procesos de justicia de transición se ocupan de las violaciones y de los abusos de que son víctimas las mujeres y las niñas en los conflictos, la paz es más sólida y el desarrollo es más sostenible. Además, los procesos posteriores a un conflicto pueden ofrecer una oportunidad ideal de romper el ciclo de desigualdad y marginalización y de garantizar reales progresos para las mujeres y las niñas.
Se ha hablado mucho de la agenda de desarrollo posterior a 2015 y se debatirá aún mucho más en los próximos años; mi mensaje es que si queremos lograr un cambio real y sostenible, el nuevo marco debe reconocer que mientras las mujeres sigan siendo víctimas de violencia y discriminación, nuestros esfuerzos por erradicar la pobreza, alcanzar la igualdad y hacer avanzar los derechos humanos y la democracia no tendrán éxito.
El nuevo marco tiene que estar basado y ser consistente con los estándares de derechos humanos, incluyendo los derechos de las mujeres detallados en la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) y en otros instrumentos. Esto incluye garantizar que los objetivos, las metas y los indicadores estén alineados con las obligaciones y los compromisos en materia de derechos humanos.
Trabajaremos para crear un objetivo de igualdad de género aparte, que sea más general e inclusivo que el actual ODM 3. La igualdad de género también se reflejará concretamente en los demás objetivos. Cualquier marco nuevo que no incluya explícitamente una meta clara sobre la eliminación de la violencia contra la mujer es obviamente insuficiente e inaceptable.
El marco posterior a 2015 debe instar a una nueva recopilación y análisis de datos, y no al proceso inverso. No queremos cometer los mismos errores. Los indicadores deben estar desglosados por sexo y por edad, y debemos hacer el seguimiento de los logros de las metas desglosándolos por ingresos, lugar, etnia, raza, discapacidad y otros factores. Aún más importante: el nuevo marco de desarrollo, incluyendo sus objetivos y metas, debe estar basado en procesos participativos. Ya sea que esos procesos sean entre gobiernos, en el sector privado, en los organismos de la ONU o en las organizaciones de la sociedad civil, deben ser inclusivos y hacer oír las voces de las mujeres.
Aunque tenemos claro qué queremos ver en el marco, el camino no será fácil y es necesario que nos mantengamos unidos. El mayor desafío será comprometernos con el camino a seguir.
Les agradezco una vez más por el trabajo que desempeñan para proteger los derechos humanos de las mujeres y para poner fin a la discriminación y a la violencia hacia las mujeres y las niñas en nuestro empeño por lograr la paz, la justicia y la igualdad para todas y todos.
Muchas gracias.