Las mujeres y el COVID-19: Cinco acciones que los gobiernos pueden adoptar sin demoras

Por la Directora Ejecutiva Adjunta de ONU Mujeres Anita Bhatia

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Los gobiernos de todo el mundo están tratando de contener la pandemia del COVID-19. Si bien algunas voces han señalado las consecuencias sobre las mujeres, aún no se están teniendo en consideración las cuestiones de género en las decisiones que, principalmente, están tomando los líderes mundiales. Al mismo tiempo, muchas de las consecuencias provocadas por el COVID-19 están recayendo con más fuerza sobre las mujeres. Los motivos:

En primer lugar, pese a que los efectos socioeconómicos son graves para todas las personas, lo son más aun sobre las mujeres. La fuerza de trabajo de muchas de las industrias de la economía formal que se vieron directamente afectadas por las cuarentenas y los confinamientos —viajes, turismo, restaurantes, producción de alimentos— tiene una elevada participación de las mujeres. Las mujeres representan también un gran porcentaje de la economía informal en los mercados y la agricultura informales en todo el mundo. Tanto en las economías desarrolladas como en aquellas en desarrollo, las mujeres son la inmensa mayoría en muchos de los trabajos del sector informal —trabajo doméstico y de cuidados—; incluso más, ellas carecen de seguro médico y de redes de seguridad donde poder recurrir. 

Al mismo tiempo, las mujeres cargan por lo general con gran parte de los cuidados. Incluso antes del COVID-19, las mujeres realizaban el triple de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado en el hogar en comparación con los hombres. En estos días, aquellas mujeres empleadas en el sector formal y que tienen hijas o hijos se debaten entre una o más de las siguientes tareas: su empleo (si aún lo conservan), el cuidado infantil, la educación en el hogar, el cuidado de personas mayores y el trabajo doméstico. Los hogares encabezados por una mujer son particularmente vulnerables.

En segundo lugar, la crisis está teniendo impactos en la salud y la seguridad de las mujeres. Además de las consecuencias causadas directamente por la enfermedad, las mujeres sufren también la dificultad de acceder a servicios básicos de salud materna, debido a que se han redirigido todos los servicios a las necesidades médicas esenciales. La disponibilidad de anticonceptivos y de servicios para otras necesidades podría verse interrumpida. La seguridad personal de las mujeres también está en riesgo. Las propias condiciones establecidas para luchar contra la enfermedad —aislamiento, distanciamiento social, restricciones de la libertad de circulación— son, perversamente, las mismas condiciones que incitan a los maltratadores, quienes ahora cuentan con circunstancias a medida avaladas por el Estado para liberar los maltratos. 

En tercer lugar, dado que la mayoría de quienes realizan labores sanitarias en la primera línea —en especial, tareas de enfermería— son mujeres, su riesgo de infección es más elevado. (Según algunas estimaciones, el 67 % de la fuerza de trabajo sanitario mundial corresponde a mujeres). Por lo tanto, si bien debe prestarse atención para garantizar las condiciones de seguridad para TODAS las personas que prestan cuidados, las enfermeras y cuidadoras requieren especial atención —no sólo en el acceso al equipo de protección personal como máscaras, sino también a otras necesidades como productos de higiene menstrual—. Estas necesidades, que pueden obviarse fácil e involuntariamente, son esenciales para garantizar el buen desempeño de las mujeres. 

Por último, llama la atención que muchas de las personas a cargo de las decisiones en el proceso de diseño y ejecución de la respuesta frente a la pandemia sean hombres. Cuando la televisión muestra imágenes de cualquier parte del mundo, vemos hombres. Sin embargo, no es sorprendente dado que las mujeres aún no gozan del mismo grado de participación que los hombres en los órganos de toma de decisión, ya sean los gobiernos, parlamentos, gabinetes o corporaciones. Apenas el 25 % de las parlamentarias y los parlamentarios de todo el mundo son mujeres, y menos del 10 % de las jefas y los jefes de Estado y Gobierno son mujeres. Si bien existen brillantes ejemplos de mujeres jefas de Estado o Gobierno, ellas brillan por su ausencia en los foros de toma de decisiones sobre esta pandemia. 

A continuación, nombramos cinco acciones que los Gobiernos pueden adoptar sin demoras para atender estas cuestiones: 

En primer lugar, garantizar que las necesidades de las enfermeras y médicas mujeres estén integradas en cada aspecto de las iniciativas de respuesta. Esto quiere decir que, como mínimo, debería garantizarse la disponibilidad de productos de higiene menstrual, como toallas sanitarias y tampones, para las cuidadoras mujeres y las intervinientes de primera línea como parte del equipo de protección personal. De este modo, se garantiza que no pasen incomodidades innecesarias en un contexto difícil en sí mismo. Sobre todo, es necesario hablar con las cuidadoras y escuchar sus necesidades para luego elaborar la respuesta a esas necesidades. Ellas merecen todo el apoyo que podemos brindarles en este momento, en especial, merecen apoyo en términos de equipamiento médico básico. 

En segundo lugar, garantizar que las líneas de atención telefónica y los servicios para todas las víctimas de abuso doméstico se consideren “servicios básicos” y que se mantengan siempre a disposición. Además, es necesario que el ejercicio de la ley sea sensible a las necesidades y dé respuestas ante las llamadas de las víctimas. Sigan el ejemplo de Quebec y Ontario, que han incluido refugios para mujeres sobrevivientes en la lista de servicios básicos. Así se garantiza que la pandemia no lleve inadvertidamente a situaciones de más trauma, lesiones y muerte durante el período de cuarentena, dada la alta proporción de muertes violentas de mujeres ocasionadas por sus parejas. 

En tercer lugar, los paquetes de rescate y estímulo financieros deben incluir medidas de protección social que reflejen la comprensión de las circunstancias especiales de las mujeres y el reconocimiento de la economía del cuidado. Esto quiere decir garantizar los beneficios de seguros de salud para quienes más los necesiten y licencias remuneradas y/o por enfermedad para quienes no pueden asistir a su trabajo porque están a cargo de niñas o niños o personas mayores en el hogar. 

En el caso de aquellas personas empleadas en el sector informal, que componen la gran mayoría de la fuerza laboral femenina en las economías en desarrollo, se deben llevar adelante esfuerzos especiales para brindar pagos a título compensatorio. Identificar a estas personas trabajadoras del sector informal será difícil y deberán tenerse en cuenta las circunstancias específicas de cada país, pero vale la pena hacer el esfuerzo para garantizar más igualdad en los resultados.

En cuarto lugar, las y los líderes deben encontrar el modo de incluir a las mujeres en la toma de decisiones respecto de las iniciativas de respuesta y la recuperación. Ya sea a nivel local, municipal o nacional, reunir las voces de las mujeres en la toma de decisiones ocasionará mejores resultados. Según nuestra experiencia en muchos ámbitos, la diversidad de miradas enriquecerá la decisión final. Junto con esto, las y los encargados de formular políticas deberían aprovechar las capacidades de las organizaciones de mujeres. La inclusión de grupos de mujeres ayudará a garantizar una respuesta más sólida a la comunidad, dado que se puede tomar ventaja de sus importantes redes para divulgar y amplificar los mensajes de distanciamiento social. Si la respuesta ante el brote de ébola se benefició de la participación de los grupos de mujeres, ¿por qué no incluirlos ahora? 

Por último, las y los encargados de formular políticas deben prestar atención a lo que ocurre en los hogares y dar apoyo para lograr un reparto equitativo de la carga de cuidados entre hombres y mujeres. Esta es una gran oportunidad para erradicar los estereotipos de los roles de género que se desenvuelven en los hogares de muchas partes del mundo. Una medida concreta que los gobiernos pueden tomar, especialmente de aquellos de líderes hombres, es unirse a nuestra campaña HeforShe, y mantenerse al día sobre la iniciativa HeforShe@home, en la que pedimos la participación de niños y hombres adultos para garantizar que estén cumpliendo su parte en las tareas del hogar, para así aliviar la carga de los cuidados, que recae de forma desproporcionada en las mujeres.

Estas y otras medidas son urgentes. Construir sobre la base de las necesidades de las mujeres nos brinda la oportunidad de “reconstruirnos mejores”.

¿Qué mejor tributo a nuestra humanidad que implementar políticas que construyan un mundo más igualitario?