COVID-19: un lugar protagónico para las mujeres

Declaración de Phumzile Mlambo-Ngcuka, Secretaria General Adjunta de las Naciones Unidas y Directora Ejecutiva de ONU Mujeres

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Hay algo claro sobre la pandemia de COVID-19: los mercados caen, las escuelas y universidades cierran, las personas hacen acopio de suministros y los hogares se convierten en un espacio diferente y saturado. No sólo se trata de un problema de salud. Esta situación representa una conmoción para nuestras sociedades y economías, y expone las deficiencias de los acuerdos públicos y privados de hoy en día, que sólo funcionan si las mujeres se desempeñan en múltiples roles no remunerados.

Aplaudimos los esfuerzos de los gobiernos que están tomando medidas extraordinarias para detener la propagación de infecciones. También reconocemos el sólido liderazgo, desde las organizaciones de base hasta las y los jefes de Estado, para el logro de una respuesta bien dirigida, por ejemplo, en los casos de la canciller Merkel y la primera ministra Solberg, quienes abordaron la ansiedad a nivel nacional, como también en el caso de la primera ministra Ardern, que priorizó la asistencia social en sus medidas económicas.

Sin escuelas, las madres podrán seguir trabajando desde sus hogares, pero muchas también se convertirán en maestras y cuidadoras de sus hijas e hijos, lo que traerá consecuencias también para aquellas que tenían un empleo en estas funciones. En el caso de las 8,5 millones de trabajadoras domésticas migrantes, quienes a menudo se encuentran en condiciones laborales frágiles, la pérdida de ingresos también afecta a quienes dependen de ellas en sus hogares. Las mujeres profesionales, como Sung So-young, de Corea del Sur y madre de dos hijos, nos cuentan acerca del dilema de necesitar volver a la oficina, pero tener que renunciar para garantizar así la continuidad del trabajo —mejor remunerado— de su pareja. A medida que las escuelas cierran en más países, aumenta el número de madres que se enfrentan a esta realidad en el mundo y se acumulan las consecuencias de esta situación.

A mediados de marzo, nos encontramos con 207.855 casos confirmados en 166 países, áreas o territorios. No obstante, sin un desglose de datos por sexo, estos números nos brindan sólo parte de la historia sobre los efectos en mujeres y hombres. Necesitamos un desglose por sexo más detallado para saber cómo evoluciona la situación, incluidas las tasas diferenciadas de infección, impactos económicos y la carga de cuidado diferenciados, e incidencia de violencia doméstica y sexual. 

Incluso sin estos datos, la experiencia que nos han legado grandes epidemias de la historia nos señala ciertas fortalezas y vulnerabilidades específicas que podemos hallar y salvaguardar con una actitud proactiva. Cuando los gobiernos o las empresas protegen los ingresos, los dilemas suelen ser más fáciles: sostener los ingresos y evitar empobrecer a los hogares. Esta respuesta también debe comprender a aquellas personas que se encuentran en la economía informal, en la que obtienen sus medios de vida la mayoría de las mujeres que trabajan fuera de sus hogares. Esta protección social debe estar específicamente dirigida a las mujeres.

El brote de ébola entre 2014 y 2016 en los países de África occidental, Guinea, Liberia y Sierra Leone, y la epidemia de zika en América Latina entre 2015 y 2016 nos han dejado lecciones básicas sobre salud pública con perspectiva de género y también lecciones socioeconómicas. Durante estos brotes, las mujeres estuvieron expuestas a riesgos de salud y económicos, tal como lo están ahora, en modos intrínsecamente conectados con sus roles y responsabilidades en la comunidad como cuidadoras del hogar y de la familia.

Por ejemplo, las infecciones de ébola y zika son potencialmente catastróficas para las mujeres embarazadas. Aún así, durante los brotes anteriores, el acceso a los servicios de planificación familiar fueron muy limitados; entonces, las mujeres embarazadas y aquellas en período de lactancia fueron excluidas de la campaña de vacunación contra el virus. Esta situación pone de manifiesto la importancia de proporcionar servicios continuos de salud materna a fin de evitar que reaparezcan las muertes relacionadas con el nacimiento, además de brindar acceso igualitario para las mujeres al desarrollo y al uso de productos médicos, incluidas las vacunas una vez producidas.

En Liberia, las mujeres representan el 85% de las personas que trabajan en comercios de actividad diaria. Sus medios de vida y su seguridad económica sufrieron por las restricciones de viajes relacionadas con el ébola, que limitaron el comercio y afectaron a los bienes perecederos. En aquel momento, junto con el Banco Central de Liberia, pudimos ayudar a miles de mujeres comerciantes transfronterizas a salvar y expandir sus comercios gracias a las transferencias de dinero con tecnología móvil. Es muy importante, entonces, mirar hacia adelante en relación con los roles de las mujeres y las medidas de recuperación, además, tener en cuenta el uso innovador de la tecnología para resolver problemas.

En este momento, los gobiernos reconocen la gran contribución que hacen las mujeres y la condición de precariedad en la que viven muchas de ellas. Para ello, se hace hincapié en sectores en los que las mujeres son mayoría y reciben ingresos magros, como en el caso de las jornaleras, las dueñas de pequeños negocios, quienes trabajan en los sectores de limpieza, cuidado, caja y catering, y en la economía informal.

A escala mundial, las mujeres representan el 70% de quienes trabajan en la atención al público en los sectores de salud y sociales, como enfermeras, parteras, personal de limpieza y lavandería. Necesitamos contar con estrategias de mitigación dirigidas específicamente a los efectos del brote de COVID-19 en la salud y la economía de las mujeres, que brinden apoyo y generen resiliencia en las mujeres, tal como experimentamos en Liberia y en otros lugares. Para que estas respuestas tengan el mejor diseño posible, las mujeres deben comprometerse totalmente en su creación, ser las beneficiarias principales de la ayuda y ser aliadas en la generación de soluciones de largo plazo.

Todos los días aprendemos más acerca de la curva de la pandemia en China. Trabajamos estrechamente allí con el liderazgo del país como parte de la respuesta colectiva de las Naciones Unidas. Las campañas conjuntas han alcanzado a mil millones de personas y comprendieron campañas de sensibilización con información de salud pública, campañas contra el estigma y las discriminación, reflexiones sobre las necesidades específicas de las mujeres, promoción del liderazgo de las mujeres y aportes y desarrollo de planes de recuperación que vinculan la igualdad y la salud con la economía.

Estoy orgullosa de nuestro equipo de ONU Mujeres y su presencia en cada paso del camino, de cómo garantiza el acceso a información sensible al género y de su colaboración con otros organismos vinculados como el UNFPA, que movilizó recursos para mujeres embarazadas y proporcionó condiciones seguras para los nacimientos. También estamos trabajando con organizaciones de mujeres de todo el mundo, por ejemplo, con las y los refugiados de Rohingya en Cox’s Bazar (Bangladesh) donde las mujeres, en particular en entornos segregados, pueden carecer de información clave. Aquí, las mujeres se han organizado en una red de educación para mujeres y niñas sobre cómo mantenerse seguras y evitar infecciones.

Quienes participamos en esta iniciativa, ya sea del sector público o privado, debemos tener un enfoque coordinado y centrado en las personas para aumentar rápidamente la capacidad del sistema de salud en países desarrollados y en desarrollo, en una gestión consciente para dar un lugar protagónico a las mujeres en la agenda. Por ejemplo, la mejora en el acceso a equipos de protección personal adecuados para las personas dedicadas al cuidado en el hogar, la eliminación de obstáculos en su trabajo, la promoción de acuerdos de trabajo flexibles y la garantía de suministro de productos de higiene menstrual. Estas necesidades son mucho más importantes en áreas de bloqueo o cuarentena. También es importante tener en cuenta la violencia de género que se ve agudizada por estas condiciones, pero podría no recibir la atención que necesita, en la respuesta a la pandemia.

La violencia contra las mujeres ya es una epidemia en todas las sociedades, sin excepción. Todos los días, en promedio, 137 mujeres son asesinadas por miembros de su propia familia. También sabemos que los niveles de violencia doméstica y explotación sexual aumentan en gran proporción cuando hay tensión en los hogares por problemas relativos a la seguridad, la salud y el dinero, sumada a las condiciones propias de los hogares hacinados y confinados. Observamos esta realidad a menudo en poblaciones desplazadas en campos de personas refugiadas con capacidad colmada. Recientemente, observamos también que las denuncias por violencia doméstica se han triplicado en algunos países en los que se tomaron medidas de distanciamiento social.

Además, la ciberviolencia se ha convertido en una característica típica de Internet y es un área que vigilar para proteger a las niñas, ya que las limitaciones de movimientos aumentan el juego en línea y el uso de salas de chat. Las niñas también pueden tomar el protagonismo de su propia resistencia en este tema y liderar en las soluciones para medios sociales. En China, la etiqueta #AntiDomesticViolenceDuringEpidemic (en contra de la violencia doméstica durante la epidemia) tuvo una alta repercusión y ayudó a poner a la violencia en primer plano durante la cuarentena. Además, se difundieron enlaces a recursos en línea.

El COVID-19 nos brinda la oportunidad de tomar medidas radicales y positivas para reparar desigualdades históricas en múltiples ámbitos de la vida de las mujeres. Hay espacio no sólo para la resistencia, sino también para la recuperación y el crecimiento. Hago un llamado a los gobiernos y a quienes brindan servicios, incluido el sector privado, para tomar la oportunidad de planificar su respuesta al COVID-19 como nunca lo han hecho antes, y actuar con una plena perspectiva de género, que construya proactivamente experiencia en género en los equipos de respuesta y logre transversalizar el género en los planes de respuesta a la pandemia. Por ejemplo, podrá incluirse un refuerzo financiero para los refugios de mujeres, a fin de que puedan apoyar a mujeres que necesitan escapar de relaciones violentas; podrá brindarse apoyo económico y medidas que alivien económicamente a sectores de venta minorista, hospitalidad y pequeños negocios en los que se brinda empleo a mujeres con modalidades precarias de contratación o directamente sin ellas, que son más vulnerables al ahorro forzado.

Todas estas medidas necesitan fondos. Las organizaciones que brindan respuesta al COVID-19 deben tener recursos presupuestados para inclusión social y de género. Insto a los donantes a tener estas medidas en cuentan en sus aportes, que lo consideren una necesidad permanente y un elemento muy positivo que debe incluirse en sus presupuestos de desarrollo para aumentar en vez de recortar su apoyo a las medidas relativas a la igualdad de género. Las organizaciones que brindan apoyo a las mujeres necesitan asistencia para poder dar una mayor respuesta y prepararse para la recuperación. Se necesitan recursos y muchas organizaciones carecen de ellos. Les pedimos a quienes aportan fondos que incrementen su apoyo a las mujeres, en vez de adoptar un enfoque de austeridad. Es necesario dar una respuesta mundial y coordinada de la magnitud que suponen los pasos siguientes a una crisis financiera; tener una interpretación transversal en cuanto al género y un enfoque plenamente inclusivo.

Este es un momento de reflexión sobre nuestros valores nacionales y personales, y de reconocimiento de la fuerza de la solidaridad de los servicios públicos y la sociedad en general. Es una oportunidad para construir una sociedad mejor, más fuerte, resiliente e igualitaria. Es momento de priorizar con audacia. Seguir los pasos correctos ahora con miras a un futuro recuperado podría traernos alivio y esperanza a las mujeres del mundo.