Relatos desde la primera línea del COVID-19

Fecha:

La mitad del mundo está siguiendo las directrices de confinamiento, lo que se traduce en 4000 millones de personas de 90 países. El mundo lucha por detener la propagación de la enfermedad y encontrar maneras de tratar a las personas infectadas, y las economías están sufriendo pérdidas indecibles.

El COVID-19 ha afectado a todo el mundo, pero la mayoría de decisiones las adoptan hombres y las opiniones que oímos también suelen ser de hombres. Sin embargo, la mayoría del personal sanitario en primera línea son mujeres y muchos de los sectores afectados directamente por la cuarentena y el confinamiento —como, por ejemplo, los viajes, el turismo y la producción de alimentos— cuentan con mayores cifras de mujeres.

ONU Mujeres difunde las vivencias de mujeres que se encuentran en la primera línea de la pandemia. En calidad de trabajadoras esenciales, cuidadoras y periodistas, a continuación hablan las heroínas que están ahí afuera, cada día, protegiendo y atendiendo a sus comunidades.

Entela Kolovani, médica, Tirana, Albania

Entela Kolovani is a doctor in Tirana, Albania and currently works with patients diagnosed with COVID-19. Photo courtesy of Entela Kolovani.
Entela Kolovani. Photo courtesy of Entela Kolovani.

“Las enfermeras son las verdaderas heroínas”, afirma Entela Kolovani, médica que trata pacientes del COVID-19 en el hospital de enfermedades infecciosas de Tirana, Albania.

“Son ellas quienes realizan las tareas más difíciles y soportan la mayor carga de trabajo. El personal de enfermería (la mayoría mujeres) es nuestro mayor apoyo. Trabajan durante turnos interminables con el equipo de protección especial puesto, difícil de llevar y que dificulta el trabajo. Su trabajo no acaba nunca, desde hacer las camas de pacientes hasta realizar terapias, hacer test y rellenar documentos. Tienen mi más profundo agradecimiento”.

La Dra. Kolovani y sus colegas han trabajado en la primera línea de la respuesta al COVID-19 desde el 9 de marzo cuando se identificaron los dos primeros casos en Albania. Desde entonces, el número de personas infectadas ha aumentado hasta 361.

Como cuidadoras y trabajadoras esenciales, las mujeres se encuentran en una situación de mayor riesgo de contraer el virus. Hasta ahora, casi el 12 por ciento de los casos de coronavirus comunicados en Albania corresponden a trabajadoras y trabajadores de la salud.

“En parte lo más difícil es ver cómo colegas, amigas y amigos con los que trabajamos cada día enferman por el COVID-19. Otra dificultad es la manera de asegurar que más pacientes se recuperen rápidamente a fin de no sobrecargar nuestras instalaciones sanitarias”, explica la Dra. Kolovani.

Todo el personal médico del hospital trabaja más horas de las habituales, incluido su marido, también médico. La pandemia del coronavirus ha supuesto un estrés sin precedentes para las familias, especialmente aquellas en las que alguien de la pareja trabaja en el ámbito de la salud u otros servicios esenciales.

La Dra. Kolovani y su marido no han visto a sus hijos desde que la pandemia empezó en el país. “Puesto que tanto yo como mi marido trabajamos en el mismo hospital y realizamos el mismo trabajo, el riesgo de infección para nuestros hijos y otros familiares es muy alto”, explica. Cuando vuelven a casa después de un largo día en el hospital, la casa parece vacía. “Pero es mejor así: mantener la distancia para evitar la infección de tus seres queridos”, añade.

Natawan Pintho, capitana de policía, Aeropuerto de Suvarnabhumi, Bangkok, Tailandia

Natawan Pintho, an immigration officer at the airport in Bangkok, Thailand. Photo: UN Women/Ploy Phutpheng
Natawan Pintho. Foto: ONU Mujeres/Ploy Phutpheng

Natawan Pintho, de 29 años de edad, es responsable de inmigración en el aeropuerto internacional de Bangkok, Tailandia.

Todo ha cambiado para Natawan con respecto a su rutina cotidiana en el trabajo o en casa debido a los riesgos a los que se enfrenta a diario. “Cada día el aeropuerto recibe menos pasajeros. Hemos aprendido a desinfectar nuestro lugar de trabajo, a lavarnos las manos, debemos tener más cuidado con las personas llevando mascarillas y manteniendo la distancia social”.

Antes del brote del COVID-19, Natawan trataba como mínimo con mil pasajeros cada día. Ahora como máximo son cien, lo que reduce su exposición a las personas. Sin embargo, realizar algunas de las tareas más sencillas sigue siendo arriesgado, como comprobar las páginas de un pasaporte. “Tengo que asegurarme de que el pasaporte es auténtico y, para hacerlo, tengo que tocar el papel con los dedos”, afirma.

Denegar la entrada a pasajeros en Tailandia de conformidad con las nuevas normativas ha sido toda una odisea para Natawan. “Hubo el caso de una familia de cuatro personas procedente de Francia. Eran de ascendencia china. Tres de ellos tenían pasaportes franceses, pero la mujer tenía un pasaporte chino. No pudo entrar en el país y tuvimos que deportarla de vuelta a casa”.

“‘¿Me habré infectado ya?’ es la pregunta que me sigo haciendo cada día. Tengo alergia al polvo, lo que me hace estornudar. Antes, nadie prestaba atención a este hecho. ¡Ahora asusto a todo el mundo!”.

La familia de Natawan vive en Ubon Ratchathani, a 600 kilómetros de Bangkok. Pero ahora mismo no puede ir a visitarlos. “Si vuelvo a mi ciudad natal, tendré que entrar en cuarentena durante 14 días”, afirma.

Natawan echa de menos pequeños lujos como ir a la peluquería y hacerse la manicura, pero tiene preocupaciones más serias: “Tenemos que mirar el dinero porque la paga de horas extras ha disminuido; eso quiere decir que tenemos menos para gastar”. En marzo, la paga mensual de Natawan fue un 40 por ciento menos de lo que percibe normalmente.

Parinya Sirirattanapanya, repartidora del sector alimentario, Bangkok, Tailandia

Parinya Sirirattanapanya, a food delivery provider in Bangkok, Thailand. Photo: UN Women/Ploy Phutpheng
Parinya Sirirattanapanya. Foto: ONU Mujeres/Ploy Phutpheng

El suministro de alimentos es uno de los pocos servicios esenciales que todavía está en funcionamiento en la mayoría de países durante el confinamiento por el coronavirus. Parinya Sirirattanapanya, de 44 años de edad, es una de los aproximadamente 150.000 repartidores de GrabFood, la mayoría de ellos hombres, que distribuyen alimentos en la ciudad de Bangkok. Es el servicio de referencia para la mayor parte de habitantes de la ciudad, incluida la responsable de inmigración, Natawan Pintho.

Antes del brote del COVID-19, Parinya tenía una tienda de ropa pop-up. Pero como ya no hay gente por la calle que compre, su pequeño negocio ha cerrado. Explica que ahora hay muchas mujeres en el sector de la distribución de alimentos.

“El número de trabajadoras y trabajadores para el reparto de alimentos crece rápidamente, y el horario de apertura del centro comercial se ha modificado. Ahora es de 11 de la mañana a 8 de la tarde. Tengo menos pedidos y he de esperar más para recoger la comida”, afirma Parinya.

Parinya comprende bien el riesgo al que se expone cada día y toma todas las precauciones que puede a fin de no contagiar el virus a su familia.

“Tengo más probabilidades de enfrentarme a riesgos sanitarios, pero no puedo elegir. Necesito el dinero para mantener a mi familia”.

“Cuando salgo, me pongo una chaqueta, dos mascarillas —una textil y otra desechable— y guantes, para minimizar el riesgo de infección. También preparo desinfectantes de manos y aerosoles antibacterianos para llevar conmigo. Siempre tengo las manos limpias y no me toco la cara. Cada vez que doy cambio a clientas y clientes (si tengo que quitarme los guantes), me lavo las manos o me las limpio con desinfectante”.

“Espero que podamos controlar el COVID-19 tan pronto como sea posible. Sé que se están implementando diversas medidas para reducir la propagación del virus, pero muchas personas de la sociedad las dan por sentadas. Ser responsables socialmente es esencial en esta situación”, reflexiona Parinya.

“La capacidad para hacer la prueba del COVID-19 es muy limitada. Espero que todo el mundo pueda hacerse la prueba de manera gratuita. De esta manera podremos minimizar la propagación del COVID-19”, añade.

Zevonia Vieira, periodista, Timor-Leste

Zevonia Vieira, President of Timor-Leste Journalists Association.
Zevonia Vieira.

Zevonia Vieira es la presidenta de la Asociación de Periodistas de Timor-Leste. Actualmente informa cada día desde la primera línea del brote del COVID-19. “Como periodista, tengo la obligación de compartir información con el público en todo momento, también durante este brote. La gente quiere recibir información fiable”, afirma.

A medida que los países del mundo luchan por limitar la propagación de la enfermedad, periodistas como Zevonia se arriesgan cada día para obtener información creíble e informar al público sobre las medidas de prevención recomendadas.

Timor-Leste decretó el estado de emergencia a mediados de marzo, y el gobierno ha emitido órdenes de distanciamiento social y ha garantizado que las trabajadoras y los trabajadores que están en primera línea tengan acceso a equipo de protección. El colectivo de periodistas de Timor-Leste ha instado al gobierno a facilitar un centro para los medios de comunicación, con suficiente espacio y la infraestructura adecuada para que las y los periodistas mantengan un distanciamiento social mientras trabajan.

Por otro lado, Zevonia es madre soltera y la encargada de ganar el sustento para su familia. Durante esta crisis, conciliar su papel profesional y de cuidadora ha sido todo un reto, al igual que para la mayoría de madres o padres que trabajan. “Después de estar todo el día trabajando, cuando llego a casa tengo que atender con cariño a mi familia y dedicar tiempo a mi hijo hasta que se va a la cama. Después, sigo escribiendo hasta altas horas de la noche”, explica.

Zevonia está comprometida con su trabajo, pero también exhausta. Para superar esta crisis, es clave la colaboración con los gobiernos, explica.

Tassana Boontong, presidenta del Consejo de Enfermería y Obstetricia de Tailandia

Tassana Boontong, President of Thailand’s Nursing and Midwifery Council. Photo: UN Women/Pathumporn Thongking
Tassana Boontong. Foto: ONU Mujeres/Pathumporn Thongking

Tailandia tiene una larga tradición a la hora de combinar las funciones de enfermería y obstetricia. Este papel combinado se estableció para subsanar la escasez de trabajadoras y trabajadores sanitarios de atención primaria. Durante más de un siglo, las enfermeras-matronas se han desplegado a nivel comunitario para responder a las necesidades de atención de la salud de personas de todas las edades.

Según Tassana Boontong, presidenta del Consejo de Enfermería y Obstetricia de Tailandia, “las enfermeras-matronas son ahora más necesarias que nunca ante el aumento de pacientes de edad avanzada y con enfermedades crónicas, y de quienes tienen enfermedades no contagiosas o problemas de salud mental y discapacidades”.

En la actualidad, cada año se gradúan de 10.000 a 12.000 estudiantes para convertirse en enfermeras-matronas en Tailandia, que tiene una población de 69 millones de habitantes. Sin embargo, sigue habiendo escasez de enfermeras-matronas registradas, especialmente en las zonas remotas, para satisfacer necesidades de atención de salud primaria.

Mientras Tailandia lidia con la pandemia del COVID-19, la escasez de trabajadoras y trabajadores sanitarios empeora, afirma Tassana. “Tienen que trabajar incansablemente en el hospital con equipo de protección individual limitado. No solamente se enfrentan a la enfermedad mortal, sino también al estrés mental, el agotamiento y la preocupación por sus familiares. Las enfermeras eligen ir a trabajar y cumplir con su deber, pero no pueden ver a sus familias. Los seguros de vida y el bienestar laboral en el caso de las enfermeras todavía no han sido garantizados”.

Tassana cree que la política de Tailandia sobre la cobertura sanitaria universal es fundamental para promover la igualdad en el acceso a una atención de la salud satisfactoria. “Las enfermeras han desempeñado un papel esencial en la implementación de la política de la cobertura sanitaria universal”, afirma. “Ellas defienden que las y los pacientes han de recibir un servicio de calidad… Ojalá veamos un sistema de atención de la salud reformado que valore los servicios de enfermería, invierta más en los recursos de este sector y reconozca sus contribuciones, lo que incluye una remuneración y salarios justos y mejores políticas de bienestar”.