En África oriental y meridional, los cuidados son cosa de todos – y eso está cambiando vidas
Desde soluciones para ahorrar tiempo en Rwanda hasta empleos más seguros en Sudáfrica, las comunidades están demostrando que el trabajo de cuidados no remunerado es un trabajo real y que está transformando las economías.
En África oriental y meridional, millones de mujeres comienzan la jornada mucho antes del amanecer. Acarrean agua, preparan la comida, cuidan de niñas, niños y parientes mayores; ayudan a familiares con discapacidad y se ocupan de mantener los hogares en funcionamiento. Este trabajo de cuidados no remunerado mantiene a flote las economías, pero tiene un costo. Las mujeres sufren pobreza de tiempo, ingresos reducidos y un mayor deterioro de la salud que los hombres.
La Oficina Regional de ONU Mujeres para África Oriental y Meridional trabaja activamente para cambiar esta situación. El objetivo, basado en un marco mundial para transformar la forma en que concebimos y diseñamos las políticas sobre los cuidados, es sencillo: dar a estos el valor que merecen y considerarlos como una responsabilidad que compete a todas las personas.
“La economía de los cuidados es la columna vertebral de nuestras sociedades. Cuando invertimos en los cuidados, invertimos en justicia económica, comunidades más sólidas y un futuro en el que el tiempo y el talento de las mujeres se valoren por igual”. – Anna Mutavati, Directora Regional de ONU Mujeres para África oriental y meridional.
ONU Mujeres crea soluciones de cuidados en África
En 2022, ONU Mujeres reunió a Gobiernos, sindicatos y personas trabajadoras del sector de los cuidados en Nairobi para celebrar la primera Feria de la Economía de los Cuidados de la región. Lo que empezó como una conferencia se ha convertido en una red que está desarrollando soluciones que marcan la diferencia en la vida cotidiana: en el campo, los mercados, los lugares de trabajo, los hogares y los barrios.
Desde un acceso más fácil al agua y los servicios de cuidado infantil hasta nueva capacitación y mecanismos de protección para las personas cuidadoras, el cambio está llegando a la vida diaria en forma de nuevas leyes, presupuestos y apoyo a los Gobiernos para que traten los cuidados como lo que son: un servicio esencial, no una ocurrencia opcional o un trabajo invisible.
Las horas que solían perderse al caminar en busca de agua o cocinar sobre el fuego se recuperan en favor del aprendizaje, de actividades remuneradas o simplemente del descanso. Las mujeres ahorran tiempo y utilizan esas horas para crear empresas, unirse a cooperativas y asumir nuevas funciones en la economía de los cuidados.
En los hogares y en las plazas de los pueblos, las conversaciones están modificando poco a poco las expectativas; cada vez más hombres comparten las responsabilidades cotidianas, lo que alivia las tensiones familiares y sirve de ejemplo a la siguiente generación. A continuación se muestran tres ejemplos del efecto que está teniendo esta transformación en la vida real.
“Aquí, mis hijas e hijos están seguros, juegan y aprenden, y yo puedo dedicarme a trabajar con tranquilidad.”
Rwanda: servicios de cuidado infantil, cocinas no contaminantes y reconocimiento legal de los cuidados
En Gikomero, la viuda Marie Louise solía caminar durante horas para acarrear agua, lo que la dejaba agotada y con poca energía para atender su negocio de hortalizas y a sus nietas y nietos. Un depósito de captación de agua de lluvia que instaló ONU Mujeres cambió la situación por completo.
“Puedo cultivar más, vender más y cuidar mejor de mis nietas y nietos”, señala.
Rwanda está combinando soluciones prácticas con audaces cambios legales. En julio de 2024, el país revisó su Ley reguladora de las personas y la familia con el fin de reconocer el trabajo de cuidados no remunerado en la propiedad conyugal, y lo valuó entre un 10 y un 39 por ciento de los activos adquiridos en común. Esto representó un hito histórico, y una encuesta de ONU Mujeres fue clave para demostrar que las mujeres destinan 3,7 horas diarias al trabajo de cuidados no remunerado, más del triple que los hombres.
Al incorporar los cuidados a la legislación, Rwanda envió una clara señal de que el trabajo invisible que sostiene a las familias y las comunidades es trabajo real. Trabajo que cuenta.
En las comunidades se está extendiendo una infraestructura que ahorra tiempo: más de 1.100 cocinas energéticamente eficientes y 92 depósitos para la captación de agua de lluvia están facilitando las rutinas diarias. Según un estudio realizado en 2025, las mujeres utilizaron las horas ahorradas para cultivar, dirigir pequeños negocios y asistir a cursos de capacitación. Además, el hecho de utilizar cocinas no contaminantes resultó beneficioso para la salud de los hogares.
Rwanda se está replanteando quién se encarga de los cuidados. En Nyaruguru, Ngoma y Kirehe, los nuevos centros de desarrollo en la primera infancia ofrecen un lugar seguro para aprender y desarrollarse, al tiempo que cuidadoras y cuidadores con la capacitación requerida se centran en la nutrición y el aprendizaje de las infancias. Gracias a ello, las madres pueden disponer de unas horas muy valiosas para trabajar y descansar, mientras las mujeres locales desempeñan funciones remuneradas como cuidadoras profesionales.
“Desde que recibí la estufa mejorada, termino de cocinar más rápido y mi esposo también ayuda más. Ahora tengo tiempo para trabajar en mi tienda y atender a mis hijas e hijos”.
Tanzanía: las mujeres ganan horas, salud y nuevas oportunidades
En Ikungi (región de Singida), Khadija Abdallah pasaba horas recogiendo leña y cocinando en estufas humeantes. Estas tareas le dejaban poco tiempo para su tienda y para sus hijas e hijos. Sin embargo, en la actualidad todo ha cambiado, gracias a una estufa mejorada que obtuvo por una iniciativa de ONU Mujeres apoyada por el Gobierno del Canadá.
En 2021, el Gobierno de Tanzanía se comprometió a reducir el trabajo de cuidados no remunerado de las mujeres, ampliar los servicios sociales y crear empleos decentes en el sector de los cuidados. Hoy estas promesas están respaldadas por políticas, como la política nacional de género y desarrollo de las mujeres (2023), que prioriza la responsabilidad compartida de los cuidados, y la las incorporen para 2034.
El cambio es tangible. En Singida, Dodoma y Zanzíbar se han distribuido más de 400 equipos con tecnologías solares y de cocción limpia, que han reducido el tiempo de cocinar hasta tres horas al día y han disminuido drásticamente el tiempo dedicado cada semana a la recolección de leña. Tan solo en Ikungi, 248 hogares utilizan actualmente estufas mejoradas para cocinar y las mujeres que han recibido capacitación para instalarlas dirigen nuevos grupos empresariales en el marco de un proyecto de ONU Mujeres apoyado por el Departamento de Asuntos Exteriores, Comercio y Desarrollo del Gobierno del Canadá.
Los servicios de cuidado infantil están ahora más cerca de los lugares de trabajo de las mujeres. ONU Mujeres respaldó la apertura de dos guarderías en zonas de mercado en Ikungi y Puma, lo que permite que quienes se dedican al comercio puedan generar ingresos mientras las infancias aprenden de forma segura. También se han abierto más de 3.000 centros de desarrollo en la primera infancia en la zona continental y 54 en Zanzíbar, junto con nuevas salas de lactancia en oficinas y mercados, financiadas mediante la contribución del Gobierno de Tanzanía a la iniciativa Generación Igualdad promovida por ONU Mujeres.
Las actitudes también están cambiando en los hogares. Las conversaciones y campañas comunitarias están llevando a un mayor número de hombres a compartir las tareas domésticas. Como resultado de ello, en Ikungi y Puma las mujeres informan de rutinas más equilibradas y menos estrés por falta de tiempo.
Igualmente importante es el hecho de que las soluciones a los cuidados están llegando a personas que, con demasiada frecuencia, se ven ignoradas. Para las mujeres con discapacidad, los nuevos servicios —apoyados por el Gobierno del Canadá— significan mayor independencia, dignidad y la posibilidad de participar plenamente en la vida comunitaria.
Sudáfrica: cuando se protege a las personas cuidadoras, toda la sociedad se beneficia
En Ciudad del Cabo, Noluthando, trabajadora del hogar, lleva más de 15 años cuidando de infancias, personas mayores y hogares, a menudo sin contrato, vacaciones pagadas, cobertura sanitaria ni ningún tipo de red de seguridad.
“Somos las manos que mantienen unidas a las familias, pero durante demasiado tiempo hemos sido invisibles”, afirma.
En Sudáfrica viven 1,2 millones de personas trabajadoras del hogar, la mayoría procedentes de comunidades de bajos ingresos, migrantes e históricamente marginadas. Durante decenios, su trabajo sostuvo los hogares y la economía nacional mientras permanecían en la sombra, sin protección alguna y con bajos salarios.
Pero el cambio está tomando forma. En 2022, Sudáfrica introdujo la Ley de las personas trabajadoras del hogar, que estableció salarios mínimos y mecanismos de protección en el lugar de trabajo. Gracias a la presión de los sindicatos, quienes trabajan en el hogar obtuvieron asimismo el derecho a acogerse al Fondo del Seguro de Desempleo, que proporciona asistencia financiera a corto plazo a las personas trabajadoras que quedan en situación de desempleo.
En colaboración con los sindicatos, ONU Mujeres puso en marcha campañas, acciones de capacitación y talleres en Gauteng, el Cabo Occidental y KwaZulu-Natal. Estas iniciativas ayudan a las personas trabajadoras a conocer sus derechos, solicitar prestaciones y presionar para que se aplique con más rigor la legislación laboral. Sus prioridades son claras: registro obligatorio de todas las personas dedicadas al trabajo del hogar (incluidas las migrantes), normalización salarial, mejora de la calidad de las inspecciones de trabajo y herramientas sencillas de denuncia.
Sudáfrica ocupa la presidencia del G20 en 2025, una circunstancia que aprovecha para difundir un claro mensaje a escala mundial: las economías se recuperan con mayor rapidez cuando se valoran los cuidados y cuando las personas que trabajan en este sector están protegidas.
¿Qué cambia cuando invertimos en los cuidados?
- La pobreza de tiempo disminuye: las cocinas que utilizan combustibles eficientes, las fuentes de agua potable cercanas y los servicios de cuidado infantil se traducen en horas disponibles para generar ingresos, estudiar o descansar.
- Los ingresos aumentan: las mujeres crean empresas, se unen a cooperativas y acceden a trabajos remunerados.
- Más hombres se vuelven aliados: las tareas domésticas y el cuidado de las hijas y los hijos se convierten en una responsabilidad compartida, lo que reconfigura la vida familiar y establece nuevos ejemplos para la siguiente generación.
- Las personas que trabajan en el sector de los cuidados adquieren derechos: gracias a las nuevas leyes y la lucha por sus derechos, millones de personas están recibiendo salarios justos, prestaciones y condiciones más seguras, un reconocimiento largamente esperado.
El impulso es real. En África oriental y meridional, los cuidados están dejando de ser un “trabajo de mujeres” para convertirse en una responsabilidad compartida que impulsa a las familias, las comunidades y las economías. Y a medida que más mujeres como Marie Louise, Khadija y Noluthando recuperan el tiempo que merecen, la región se acerca a un futuro en el que los cuidados se valoren y compartan, y en el que todas las personas prosperen.