Las mujeres sirias enfrentan riesgos para la seguridad al mediar en los conflictos locales

Durante más de una década, el prolongado conflicto de Siria ha provocado la pérdida de innumerables vidas, el desplazamiento de millones de personas dentro y fuera del país y ha dejado gran parte de la infraestructura en ruinas. La mayoría de los esfuerzos internacionales de mediación para poner fin al conflicto se han estancado, en cierta medida porque las y los mediadoras/es formales a menudo ignoran las dinámicas locales que contribuyen a avivar la crisis. Esto hace que los esfuerzos de mediación que apuntan a resolver los conflictos inter e intracomunitarios y a atender los asuntos locales se vuelvan cruciales para avanzar en los esfuerzos formales de establecimiento de la paz liderados por actores nacionales.

Las mujeres sirias enfrentan riesgos para la seguridad al mediar en los conflictos locales

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Mujeres recuperan materiales utilizables de partes dañadas de la plaza Al-Hatab en el casco antiguo de Alepo, norte de Siria, febrero de 2017. Foto: EPA/Youssef Badawi
Mujeres recuperan materiales utilizables de partes dañadas de la plaza Al-Hatab en el casco antiguo de Alepo, norte de Siria, febrero de 2017. Foto: EPA/Youssef Badawi

Las mujeres sirias han sido fundamentales en la mediación de varios conflictos que han afectado a sus comunidades. La mayoría de las mediadoras sirias funcionan como “mediadoras internas”, en el sentido de que tienen cierta conexión con el conflicto y las partes las perciben como personas confiables y creíbles. Como mediadoras internas, las mujeres demuestran dos fortalezas sólidas: la capacidad de construir o aprovechar relaciones y el conocimiento detallado del conflicto y sus partes.

Las investigaciones llevadas a cabo en la región muestran que a menudo el conflicto modifica los roles de género atribuidos por la sociedad y les permite a las mujeres tomar un rol más visible en la mediación local. Este es justamente el caso de Siria, donde las restricciones de movimiento para los hombres y el riesgo de arresto han creado oportunidades para que las mujeres participen en las negociaciones de asuntos clave, desde el suministro de servicios hasta el cese al fuego.

Publicación sobre la negociación del cese al fuego y la intermediación en asuntos de personas detenidas

Las mujeres en Siria han estado involucradas en numerosos esfuerzos de mediación relacionados con sitios y cese al fuego. Por ejemplo, a principios de la guerra, a medida que el distrito de Zabadani —en el noroeste de Damasco— comenzó a caer bajo el control de las fuerzas de la oposición, este fue sitiado por el gobierno. Las autoridades exigieron que los hombres entregaran las armas y se rindieran, lo que significaba que sólo las mujeres podían atravesar los controles de forma segura. Aunque en la Zabadani anterior a la guerra a menudo se esperaba que las mujeres se enfocaran en sus responsabilidades dentro del hogar, las restricciones y los riesgos que de repente tuvieron que enfrentar los hombres modificaron estas dinámicas y se volvió aceptable —hasta incluso necesario— que ellas participaran de las negociaciones con las fuerzas de gobierno.

Asumiendo rápidamente este nuevo rol, un grupo de mujeres de Zabadani se reunieron y comenzaron un proceso de mediaciones con las fuerzas sitiantes para negociar su fin, como así también un potencial cese al fuego. Antes del sitio, estas mujeres no eran figuras destacadas de la comunidad: “La mayoría de estas mujeres se involucraron porque sus esposos estaban implicados con las fuerzas opositoras y el gobierno los buscaba. Ellas se dedicaban principalmente a las tareas domésticas y no tenían un rol formal en la comunidad, pero ganaron notoriedad porque querían proteger a sus esposos”, dijo Sameh Awad*, quien conoce el caso y se especializa en consolidación de la paz.

Las mujeres pudieron negociar un cese al fuego, que fue exitoso en las primeras etapas, aunque luego colapsó a causa del contexto político cambiante. Aún así, durante un tiempo, “las mujeres lograron garantizar la protección y evacuación de civiles”, explicó Awad*.  

Las mujeres mediadoras a menudo forman coaliciones informales con otras mujeres como estrategia para fortalecer sus voces en las negociaciones. Por ejemplo, luego de escuchar el rumor de que las facciones armadas estaban planeando asesinar a un grupo de detenidos en la ciudad noroeste de Idlib, un grupo de mujeres docentes se esforzó por convencer a un grupo más grande de mujeres, incluidas las madres de los detenidos, de acercarse al cuartel general del jefe del batallón. Luego de ese encuentro, el líder de la facción aceptó hablar con el Consejo Militar y, un mes después, liberaron a los detenidos como parte de un intercambio.

Enfrentar riesgos para la seguridad a fin de acceder a la propiedad y los servicios

Muchos hombres sirios en edad militar corren el riesgo de ser reclutados al regresar a las zonas que están bajo control del gobierno. Como consecuencia, es más probable que regresen las mujeres, y a menudo ellas y las/os niñas/os regresan primero para resolver reclamaciones de vivienda, tierra, propiedad y documentación civil, como así también para evaluar las condiciones y los servicios disponibles en la zona. Al regresar, muchas veces deben negociar reclamaciones complejas de propiedad y acceso a los servicios.

Las mujeres sirias también han liderado esfuerzos de mediación con las fuerzas del gobierno para atender asuntos de seguridad y suministro de servicios en zonas que anteriormente estaban bajo el control de la oposición. “El gobierno insistía en que los hombres debían realizar el servicio militar y esto hizo que muchos hombres jóvenes tuvieran miedo de aparecer en la esfera pública”, explicó Awad*. “Entonces, las mujeres se dedicaron a salir y evaluar hasta qué punto eran posibles los debates con las nuevas autoridades de la zona. Durante estas negociaciones, debatieron la recuperación temprana en sus zonas”. 

Un ejemplo de este tipo de mediación es lo que ocurrió en el distrito de Al Kiswah, al sur de Damasco. Luego de que el gobierno retomara el control de Al Kiswah, las mujeres participaron —de forma muy discreta— en las mediaciones con las autoridades del gobierno. Al igual que en Zabadani, muchos hombres no podían aventurarse fuera de sus casas sin arriesgarse a ser detenidos, lo que empujó a las mujeres a asumir el rol de negociadoras: “Las mujeres, en nombre de sus comunidades, se contactaron con los partidos políticos para crear un punto de acceso para recibir servicios, y luego se hicieron cargo de negociar el suministro, la compra de la cosecha, los fertilizantes para usar durante la siguiente cosecha, la apertura de la escuela local y el arreglo del dispensario de medicamentos local”, dijo Awad*.

Los esfuerzos de estas mujeres fueron particularmente cruciales, ya que al principio algunas zonas como Al Kiswah recibieron muy poco apoyo externo. La asistencia humanitaria fue sumamente limitada y no había servicios gubernamentales disponibles. En este contexto complejo, “las mujeres tuvieron un rol importante en la normalización de la vida en estas zonas; se trataba de un espacio de la sociedad civil donde las ONG no estaban presentes, ni estaba financiado por donantes, sino que lo impulsaba la supervivencia. Estas actoras surgieron de la necesidad de querer que sus comunidades sobrevivan”, dijo Awad*.     

Reparar la cohesión social

Muchos años después de que comenzara el conflicto, Mobaderoon, una organización de la sociedad civil liderada por mujeres en Damasco, advirtió un aumento de la violencia localizada que surgía de las relaciones sociales fragmentadas y el resentimiento hacia las personas sirias que se habían desplazado internamente y habían llegado a la capital. Para hacer frente a esta violencia, la organización conformó comités locales con líderes comunitarias/os, mukhtars (transcripción fonética de la palabra en árabe que significa ‘designar a líderes de pueblos o comunidades, generalmente elegidos por la participación popular’), otros miembros influyentes de la comunidad como docentes, activistas de la sociedad civil y ciudadanas/os comunes. Crearon espacios neutrales donde las personas pudieran reunirse y debatir los problemas que atravesaban sus barrios, y donde pudieran generar confianza y las habilidades para atender estos asuntos.

Luego de cierto tiempo, la organización liderada por mujeres expandió su trabajo hasta Tartús, una ciudad costera al oeste de Siria, y se asoció con otra organización liderada por mujeres con fuertes lazos comunitarios y presencia en la zona. En cierto modo, su enfoque cambió: “Enfocaron sus esfuerzos en algunos barrios que recibían una alta tasa de personas desplazadas internas desde otras provincias y donde las relaciones entre estas personas y las poblaciones de acogida eran tensas y estaban divididas”, dijo Farah Hasan*, integrante de Mobaderoon. “Debido a la guerra y la afluencia de personas desplazadas internas no había servicios o no eran suficientes. La juventud local acusaba a las personas desplazadas internas de ser responsables de la guerra porque provenían de zonas bajo el control de la oposición y lanzaba ataques violentos contra ellas en los campamentos cercanos”.

La violencia estaba creando una inestabilidad importante en la zona. Para hacerle frente, la directora de la organización en Tartús lanzó una iniciativa con el objetivo de mejorar las relaciones entre la comunidad de acogida y las personas desplazadas internas y frenar los ataques contra quienes vivían en los campamentos.

“Se reunió con miembros influyentes de la comunidad y actores empresariales locales para convencerles de que el campamento de personas desplazadas internas debía integrarse dentro de la comunidad, de modo que estas personas pudieran participar en la economía local”, dijo Hasan*. “También comenzó a organizar reuniones sociales habituales entre mujeres desplazadas internas y mujeres de la comunidad de acogida acerca de temas como la cocina, para poder generar confianza entre ambas partes”.

A través de las negociaciones en marcha con las y los líderes comunitarias/os, los actores empresariales, las mujeres desplazadas internas y las mujeres de la comunidad de acogida, las actitudes fueron cambiando lentamente, y quienes vivían en los barrios atacados en Tartús pudieron ver diferencias notables en el trato hacia las personas desplazadas internas. Estas también informaron menos acoso y violencia por parte de los miembros de la comunidad de acogida, mayor aceptación de las niñas y los niños en las escuelas y más oportunidades económicas.