Declaración: Tomar decisiones para colocar a las mujeres en el centro de la agenda
Observaciones de la Secretaria General Adjunta de las Naciones Unidas y Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, Sima Bahous, en el debate abierto sobre las mujeres, la paz y la seguridad del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
[Como fue pronunciado]
Este es un momento crucial para la agenda de las mujeres, la paz y la seguridad. Se está produciendo un retroceso en las conquistas históricas de los derechos de las mujeres en medio de crecientes amenazas a la seguridad. Los conflictos violentos, los desplazamientos, las repercusiones de la pandemia mundial y la creciente emergencia climática tienen un precio más alto para las mujeres y las niñas.
La Vicesecretaria General ya ha dejado en claro las correlaciones entre los desafíos que enfrentamos. Los retrocesos y el rechazo contra los derechos de las mujeres y las niñas agravan estos desafíos, a la vez que nos privan de las soluciones más potentes.
En el informe del Secretario General se describe cómo ha retrocedido la agenda de las mujeres, la paz y la seguridad. Incluye detalles sobre brechas clave y específicas de implementación. Esto requiere nuestra atención colectiva y urgente. Insto a todas las personas que tienen un rol en la búsqueda de la paz y la seguridad a que lean el informe completo.
Me enfocaré en tres áreas interdisciplinarias que destaca el informe y les haré tres solicitudes al respecto. Para ser clara desde un comienzo, se trata de proteger y apoyar a quienes defienden los derechos humanos de las mujeres como una fuerza poderosa para lograr la paz; garantizar que las mujeres estén presentes cuando se logra la paz y asegurar que lo que decimos sobre las prioridades de las mujeres, la paz y la seguridad se refleje en aquello que financiamos. Estamos muy lejos de donde deberíamos estar con respecto a estas tres solicitudes.
Comenzaré con quienes defienden los derechos humanos de las mujeres, cuyo valor y compromiso personifican los ideales de este Consejo.
En todo el mundo, desde Irán hasta Tigray, Ucrania, Afganistán y mucho más, quienes defienden los derechos humanos de las mujeres cada día arriesgan sus vidas en nombre de la paz y los derechos humanos, por el bien de sus comunidades y nuestro planeta.
Estas personas deberían ser respetadas por todas y todos. En cambio, cada vez son más atacadas. Lamentablemente, tenemos demasiados ejemplos.
Daniela Soto, defensora de los derechos humanos de las mujeres indígenas, de origen colombiano, ha sido promotora de los derechos humanos desde su adolescencia. El pasado mes de mayo, civiles armados le dispararon dos veces en el abdomen. Sobrevivió al ataque y, cinco meses más tarde, habló aquí ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y puso de relieve los continuos asesinatos de líderes indígenas en Colombia.
Siti Alnfor Ahmed Bakr, enfermera de 24 años y activista en Sudán, fue asesinada por las fuerzas de seguridad en noviembre del año pasado mientras participaba de una manifestación pacífica en Bahru.
Pronto escucharemos a la Sra. Zahra Nader, quien nos contará acerca del enorme riesgo que toman las personas que defienden de los derechos humanos de las mujeres en Afganistán y el precio que pagan por ello. Siguen manifestándose por sus derechos humanos frente a la política sistemática de represión de los talibanes contra las mujeres y niñas. Como consecuencia, las acosan, las detienen y las torturan.
Cada uno de estos incidentes es atroz en sí mismo. Sin embargo, reflejan un panorama más amplio. Recientemente la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos informó que el 60 % de casi 350 casos individuales de intimidación o represalias por cooperar con las Naciones Unidas el año pasado implicaron a mujeres. Las encuestas de ONU Mujeres demuestran que casi un tercio de las mujeres representantes de la sociedad civil que han informado a este Consejo también han enfrentado represalias. El hecho de que informar a este Consejo sea la causa de esas represalias debería impactarnos y obligarnos a actuar.
La ONU ha reforzado las condenas públicas a estas represalias, ha visitado a las defensoras de los derechos humanos de las mujeres en riesgo, ha facilitado la creación de redes de defensoras de los derechos humanos de las mujeres y ha apoyado el desarrollo de políticas y leyes que mejoren la protección.
Por ejemplo, en Libia, la ONU se ha unido con empresas de medios sociales para combatir la desinformación y los discursos de odio que apuntan a activistas por los derechos de las mujeres. En Colombia, más de 5500 líderes y defensoras de los derechos humanos se han beneficiado de las estrategias de protección desarrolladas en el marco de un programa de ONU Mujeres.
Estas intervenciones salvan vidas y ayudan a crear un espacio para que la valentía de quienes defienden de los derechos humanos de las mujeres se traduzca en un cambio. Sin embargo, aún hay mucho que podemos y debemos hacer. El informe del Secretario General apunta a esto. Debemos reforzar urgentemente la presentación de informes y la coordinación por parte de la ONU y seguir construyendo alianzas con los Estados Miembros, las organizaciones regionales y la sociedad civil; proporcionar apoyo material y político a quienes defienden los derechos humanos de las mujeres y a sus organizaciones, y revisar y actualizar la legislación y las medidas administrativas para el asilo, la reubicación temporal o el estatuto de protección temporal necesarios a causa de la persecución por motivos de género.
Con estas y otras medidas, podemos lograr que nuestro apoyo político sea visible y real.
Y que nadie piense que marginar a las mujeres las mantiene a salvo; hablemos con claridad: logra exactamente lo contrario. Negar a las mujeres espacios, acceso o financiación por motivos de seguridad envalentona a los agresores y, a su modo de ver, valida sus tácticas. Las defensoras de los derechos humanos de las mujeres deben tener una posición privilegiada en nuestro trabajo futuro.
Sabemos que la búsqueda de una paz inclusiva y sostenible requiere la participación plena de las mujeres. Esto se ha señalado muchísimas veces aquí y se refleja en las propias soluciones del Consejo, además de estar avalado por una gran variedad de pruebas.
Entonces, ¿por qué la representación de las mujeres en los procesos de paz liderados por la ONU en 2021 fue de tan sólo el 19 % (menor que en 2020)?
¿Por qué la representación es aun menor en los procesos que no lidera la ONU?
¿Y por qué de 2020 a 2021 vimos una disminución en la participación de las mujeres en las estructuras de liderazgo y gestión en contextos de personas refugiadas y desplazadas internas?
En los países afectados por el conflicto, la proporción de mujeres en los grupos de tareas sobre el COVID-19 fue de sólo un 16 %. Esto fue así, a pesar del rol de liderazgo de las mujeres en la primera línea de respuesta frente al COVID, en sus hogares, sus comunidades y profesiones.
Al día de hoy, la representación de las mujeres en los parlamentos nacionales es un 5 % menor en los países afectados por conflictos, en comparación con el promedio mundial, y un 12 % menor en roles de gobierno local.
Sabemos muy bien lo que tenemos que hacer. Las cuotas y las medidas especiales de carácter temporal son las mejores herramientas que tenemos para corregir estos desequilibrios dañinos y promover la igualdad en la toma de decisiones.
El año pasado, hemos visto al Consejo de Seguridad ser más contundente al demandar la participación plena, igualitaria y significativa de las mujeres en los procesos de paz, como en Chipre o Yemen, y estas demandas son bien recibidas. Les agradezco por eso.
No obstante, insto a todas aquellas personas que apoyan los procesos de paz que insistan en la participación directa y formal de las mujeres y en el fortalecimiento de la resiliencia y el liderazgo de las mujeres como parte del camino hacia la paz. Me sumo al pedido que el Secretario General ha hecho a los enviados especiales para que insistan en la participación directa y formal de las mujeres y que tomen medidas específicas para facilitar que esto suceda. Esto no debería estar —y no está— fuera de nuestro alcance.
Permítanme pasar ahora a la financiación, uno de los factores clave que logra que nuestras palabras se conviertan en realidad. Nunca fue tan urgente, necesario ni tuvo tanto sentido invertir en el liderazgo de las mujeres, las organizaciones de mujeres de la sociedad civil y apoyar a las defensoras de los derechos humanos de las mujeres en contextos de conflicto.
Resulta esperanzador que 103 países hayan adoptado planes de acción nacionales sobre las mujeres, la paz y la seguridad, en comparación con hace una década, cuando eran 37. Es alentador que un número cada vez mayor de países decidan adoptar una política exterior feminista e insto a quienes retroceden en esas decisiones a que lo reconsideren. Les doy la bienvenida a los 184 signatarios del Pacto para las Mujeres, la Paz y la Seguridad y la Acción Humanitaria.
Sin embargo, estos compromisos sólo pueden lograr lo prometido cuando están respaldados por financiación acorde a los desafíos. En 2021, hubo un déficit del 72 % en la financiación destinada a prevenir y responder a la violencia de género en las emergencias humanitarias. La proporción de la ayuda bilateral para contextos delicados y afectados por conflictos dedicada a la igualdad de género sigue siendo del 5 %. La financiación para organizaciones de mujeres en países afectados por el conflicto, donde es más necesaria, pasó de 181 millones de dólares en 2019 a 150 millones de dólares en 2020. En Afganistán en 2022, el 77 % de las organizaciones de mujeres de la sociedad civil no recibió ningún tipo de financiación y ya no están ejecutando programas. En Myanmar, alrededor de la mitad de las organizaciones de mujeres tuvieron que cerrar luego del golpe de Estado.
Le pido a la comunidad internacional que revierta esta tendencia. Todas aquellas personas en posición de hacerlo deben aumentar significativamente la financiación de la igualdad de género en contextos de conflicto. No hacerlo implica no estar a la altura de nuestras afirmaciones de compromiso y apoyo.
Insto a los Estados Miembros a que cumplan con su palabra y tomen la decisión de financiar a quienes defienden los derechos humanos de las mujeres y el trabajo de la ONU y nuestros socios.
No somos ingenuas e ingenuos. Entendemos que las presiones económicas en todo el mundo impulsan en parte estas reducciones. Pero se trata también de priorizar. Es una práctica económica contraproducente a largo plazo que aumenta el gasto militar, que actualmente ha alcanzado su punto más alto, mientras descuida aquellas inversiones que hacen que ese gasto se vuelva menos necesario.
La agenda de las mujeres, la paz y la seguridad exige tanto nuestro compromiso individual como nuestra acción colectiva.
ONU Mujeres está cumpliendo con su parte a pesar de los desafíos. Lo seguiremos haciendo. Estamos redoblando los esfuerzos para apoyar una integración cada vez más efectiva del liderazgo de las mujeres, el empoderamiento de las mujeres y la igualdad de género en el trabajo humanitario. Lo hacemos a través de la coordinación de la ONU, apoyando acciones intergubernamentales significativas y apoyando a los Estados Miembros a acelerar la implementación de la agenda de las mujeres, la paz y la seguridad en contextos humanitarios.
La semana pasada, ONU Mujeres se incorporó al Comité Permanente entre Organismos, la plataforma de coordinación humanitaria de más alto nivel del sistema de las Naciones Unidas. Les agradezco a quienes han apoyado esto. Refleja el reconocimiento de las entidades hermanas no sólo del rol y los aportes de ONU Mujeres a este espacio, sino también de la centralidad de la igualdad de género para lograr una acción humanitaria efectiva. Les aseguro que seguiré promoviendo incansablemente el liderazgo de las mujeres y la igualdad de género, junto a todo mi equipo, en la totalidad de la respuesta humanitaria.
Como ONU Mujeres, también tenemos el compromiso de que todo lo que hacemos contribuya a las mujeres, la paz y la seguridad. Esto incluye al Foro Generación Igualdad, que brinda un espacio único para que los socios públicos y privados se junten para lograr un cambio transformador en cuanto a la igualdad de género.
Permítannos convertir el informe del Secretario General en un hito. Las necesidades no podrían ser mayores, ni la causa más apremiante. Debemos tomar en serio sus recomendaciones.
Les pido que sigan adelante con las medidas para proteger y empoderar a las defensoras de los derechos humanos de las mujeres, porque ellas están ahí, en la primera línea, y su valor y liderazgo no merecen otra cosa que nuestro pleno apoyo.
Les pido que exijan que las mujeres estén adecuadamente representadas en los procesos de paz. No hay excusas que valgan para hacer otra cosa. El hecho de que estemos retrocediendo seguramente sea mera falta de voluntad.
Asimismo, insto a que tomen una decisión inteligente en cuanto a la financiación y prioricen los recursos para las mujeres, la paz y la seguridad. En este momento, los compromisos asumidos distan mucho de donde se destina el dinero. Eso tiene que cambiar.
Tenemos que tomar decisiones. Las decisiones correctas son claras y convincentes y colocan a las mujeres en el centro de la agenda. Espero que la próxima vez que nos encontremos sea para debatir sobre los éxitos y avances en este sentido. La alternativa es fallarles no sólo a las mujeres, sino a la totalidad de nosotras y nosotros.
Gracias.