En palabras de Anastasia Perepylytsia: "Las mujeres son la mitad de la población y deben tenerse en cuenta sus opiniones y necesidades."

A sus 44 años, a Anastasia Perepylytsia el desplazamiento forzado no le resulta ajeno. En 2014, tenía un trabajo estable en el ámbito financiero y vivía una vida normal con su marido y sus dos hijos en Donetsk, en el este de Ucrania. Pero entonces el ejército ruso invadió su ciudad natal y tuvo que escapar con su familia a Zaporiyia, una ciudad en las márgenes del río Dniéper, al sureste del país. Cuando estalló la guerra en 2022, volvió a huir y se trasladó a Novovolynsk, en el occidente ucraniano. Al principio, tuvo problemas para encontrar empleo, información o apoyo psicológico, hasta que conoció el proyecto "Movilización comunitaria para el empoderamiento" de ONU Mujeres. Ahora, utiliza su experiencia como desplazada para ayudar a otras personas que pasan por una situación similar a adaptarse.

En palabras de Anastasia Perepylytsia: "Las mujeres son la mitad de la población y deben tenerse en cuenta sus opiniones y necesidades."

Image
Tras verse obligada a desplazarse en dos ocasiones dentro de Ucrania, Anastasia Perepylytsia está aprovechando su experiencia para ayudar a otras personas que viven situaciones similares. Fotografía: ONU Mujeres /Anna Korbut
Tras verse obligada a desplazarse en dos ocasiones dentro de Ucrania, Anastasia Perepylytsia está aprovechando su experiencia para ayudar a otras personas que viven situaciones similares. Fotografía: ONU Mujeres /Anna Korbut

He sido desplazada en dos ocasiones. En los dos casos intentaba escapar de la guerra: la primera vez, en 2014, cuando el ejército ruso ocupó Donetsk, mi ciudad natal; la segunda, tras la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022.

En 2014, me mudé con mi familia a Zaporiyia. A pesar de las dificultades con las que se encuentran todas las personas desplazadas internas, la ciudad se convirtió en mi hogar. Entre 2014 y 2015, Zaporiyia acogió a 127.000 personas registradas oficialmente como desplazadas internas procedentes de las regiones del este de Ucrania. Como desplazada, fui voluntaria en organizaciones de la sociedad civil local y me impliqué en iniciativas para ayudar a las personas desplazadas más vulnerables. Más tarde, me uní al proyecto "Movilización comunitaria para el empoderamiento" que ONU Mujeres había puesto en marcha en el este de Ucrania y acabé siendo la Coordinadora Regional.

Tras la ofensiva rusa de este año, el miedo por la vida de mis hijos me llevó a huir de nuevo, esta vez a Novovolynsk, en el oeste de Ucrania. Durante los primeros días de la invasión, las comunidades de esa zona se convirtieron en refugios seguros para personas desplazadas internas de todo el país. Pero las autoridades y la población local nunca habían vivido esta situación y no había sistemas de acogida adecuados. Sabía lo que había que hacer paso por paso, así que me presenté en el ayuntamiento y me ofrecí como voluntaria.

En Novovolynsk, organizamos una oficina humanitaria. Cuando el número de personas desplazadas internas llegó a las 7000, puse en marcha proyectos para proporcionar ayuda psicológica, información y espacios seguros para las niñas y niños. Desde abril, soy asesora especial voluntaria del ayuntamiento en materia de personas desplazadas. Quiero hacer todo lo posible para ayudar. Estoy muy contenta de que mi experiencia —con independencia de lo difícil y dolorosa que haya sido— no sea una carga, sin un recurso para ayudar a otras personas que lo necesitan.

En tiempos de guerra, las mujeres se enfrentan a múltiples retos, tanto personales como sociales y civiles. El primero es la seguridad de sus familias, de sus hijas e hijos, de las personas mayores y de los seres queridos. Los desplazamientos, tanto dentro del país como fuera de las fronteras, alcanzan proporciones enormes. Dado que los hombres suelen quedarse, cuando es posible, para trabajar en sus regiones, alistarse en el ejército o unirse a las tropas de defensa territorial, las mujeres intentan solucionar la vida diaria: se encargan de la educación de las niñas y los niños, de aportar seguridad física y psicológica, de cuidar de las personas enfermas y ancianas en distintas ciudades, regiones y países.

A pesar de tu propio trauma de guerra y de tu estado psicológico, tienes que tomar decisiones a diario, pensar en la región a la que hay que ir, si abandonar el país o permanecer en él, optar por llevar a tus hijos e hijas a una nueva escuela o seguir estudiando por Internet, buscar un alojamiento adecuado para la familia, encontrar un hospital y servicios médicos en el nuevo lugar de residencia, alimentar a la familia, conseguir un trabajo o ganar dinero. Y lo más difícil es la situación de incertidumbre, que impide tomar decisiones. Además de ocuparse todas estas cuestiones, en Ucrania las mujeres siguen trabajando siempre que pueden en todo tipo de condiciones, son voluntarias incansables que apoyan a las personas desplazadas, a las necesitadas, a las heridas y al personal militar.

La participación de las mujeres en la respuesta humanitaria es una necesidad vital. Además del hecho de que las mujeres son la mitad de la población y deben tenerse en cuenta sus opiniones y necesidades, en Ucrania asumen tradicionalmente una gran cantidad de labores, como el cuidado infantil, la educación, la atención sanitaria o la protección social. La participación de las mujeres mejora la eficacia de la respuesta y la asignación de los recursos, permite tomar decisiones más prácticas y garantiza que se tomen en cuenta las necesidades de los segmentos más vulnerables de la población, como las familias con menores, las personas ancianas y las personas con discapacidades.

Además de en la respuesta humanitaria, es primordial que las mujeres participen en todos los procesos de toma de decisiones, sin excepciones: desde la planificación de las medidas de respuesta rápida y el diseño de la futura recuperación del país y su economía hasta el desarrollo de nuevas redes socioeconómicas y el logro de una paz y una seguridad sostenibles para todo el mundo.