La gota que colmó el vaso: el caso de femicidio que desencadenó el activismo y el cambio en Kazajstán
Hace un año, el femicidio de Saltanat Nukenova conmocionó a Kazajstán. El caso recibió una atención nacional sin precedentes cuando su esposo, exministro, fue acusado. Aitbek Amangeldi, de 37 años, activista y defensor de los derechos humanos de Kazajstán, compartió con ONU Mujeres cómo el asesinato de su hermana Saltanat cambió su vida. Creó una fundación en memoria de Saltanat Nukenova y una red de personas voluntarias para ayudar a las supervivientes de la violencia de género, que reúne a activistas e influencers de toda Asia Central.
“Mi hermana y yo crecimos en un entorno de amor y confianza. Creía, quizás ingenuamente, que todas las familias eran como la mía”, reflexiona Aitbek Amangeldi. “Sin embargo, en el último año me he dado cuenta de la dimensión [del problema]. La mayoría de los casos de violencia de género no se denuncian debido a la estigmatización, los roles de género, el miedo a las represalias y unos sistemas de apoyo inadecuados. En nuestra región, un concepto llamado ‘uyat’ (vergüenza en kazajo) disuade a mujeres y niñas de denunciar la violencia; de ese modo, las supervivientes quedan silenciadas, se normalizan los abusos y se perpetúan ciclos de violencia que refuerzan la desigualdad de género”.
El asesinato de Saltanat Nukenova a manos de su esposo puso al descubierto la brutal realidad de la violencia en el hogar y el femicidio en Kazajstán y los países vecinos. El juicio fue retransmitido a través de Internet por todos los medios de comunicación —algo inédito en el país— y lo siguieron más de 3,5 millones de personas cada día. Se rompió el silencio que permitía que los abusos desenfrenados contra las mujeres continuaran y se normalizaran.
La transición de Aitbek Amangeldi, de la pérdida personal al activismo
“Saltanat era una persona brillante y amable, la verdadera alma de nuestra familia. Perderla fue un golpe irreparable, pero también se convirtió para mí en un llamado a la acción”, afirma Amangeldi, que no solo buscó justicia para su hermana, sino que creó y asumió la dirección de una red de personas voluntarias para apoyar a las víctimas y supervivientes de la violencia doméstica, con alojamiento de emergencia, asistencia jurídica y ayuda para trasladarse a lugares seguros y a encontrar trabajo, entre otras muchas iniciativas. También está intentando crear y registrar una fundación para seguir prestando apoyo a las personas supervivientes.
Todo comenzó con una llamada de socorro, seguida de muchas otras, de mujeres que temían por sus vidas. Al mismo tiempo, la opinión pública se volcó con la familia de Saltanat. Amangeldi vio la oportunidad de enlazar a las personas necesitadas con aquellas que estaban dispuestas a ayudar.
“Todavía recuerdo el primer caso, una mujer que estaba siendo acosada y recibía amenazas de muerte de su exesposo. Le pagué un guardaespaldas durante tres días”, recuerda Amangeldi. Con la ayuda de personas voluntarias, ayudó a la mujer a emprender acciones legales que condujeron a la detención del agresor.
A la primera publicación de Amangeldi en las redes sociales en la que convocaba al voluntariado respondieron 500 personas en tan solo unos días. En la actualidad, la red de cuenta con más de 3.000 integrantes que ya han atendido 1.200 casos de violencia doméstica y femicidio.
Invertir la tendencia de la violencia doméstica y el femicidio en Kazajstán
Cada 10 minutos, una mujer es asesinada por su pareja o alguien de su familia en algún lugar del planeta. Según las estadísticas oficiales, al menos 80 mujeres son asesinadas cada año en Kazajstán por sus parejas. La policía recibe diariamente unas 300 denuncias de violencia doméstica.
Sin embargo, la violencia doméstica se despenalizó en 2017, lo que ha reforzado la normalización del maltrato en el hogar.
Tras el juicio de Saltanat, miles de personas protestaron en Internet y en manifestaciones pacíficas en todo el mundo, exigiendo justicia y pidiendo que Kazajstán tipificara como delito la violencia doméstica.
“La respuesta de la población a nuestro juicio me demostró lo poderosa que es la opinión pública”, señala Amangeldi. “En casi todos los blogs se apoyó a nuestra familia y se denunció la violencia, lo que creó una oleada de respuesta social sin precedentes a la violencia de género en el país. Este movimiento unido es capaz de influir en las leyes, políticas y respuestas oficiales”.
El 15 de abril de 2024, el presidente de Kazajstán firmó una ley por la que se restablecían las sanciones penales por violencia doméstica, que entró en vigor en junio.
El poder de los medios de comunicación y el activismo para frenar la violencia contra las mujeres
En Kazajstán, el 16,5 por ciento de las mujeres de entre 18 y 75 años declara haber sufrido violencia física o sexual por parte de sus parejas. Sin embargo, dado que la violencia doméstica sigue sin denunciarse, es probable que la magnitud real del problema sea mucho mayor, afirma Amangeldi.
“Por eso apoyo la campaña #HearHerStory (escucha su historia) impulsada por la Oficina Regional de ONU Mujeres para Europa y Asia Central, destinada a romper estereotipos, eliminar la culpabilización de las víctimas y amplificar las voces de las mujeres. Hago un llamado para que las personas influencers compartan esas historias, ya sea sobre una amiga, una hermana o una conocida, con el fin de mostrar la verdadera magnitud de la violencia y las formas que adopta”.
La campaña #HearHerStory aspira a crear una red de personas influyentes comprometidas con la lucha contra la violencia hacia las mujeres y niñas y el fomento de la igualdad de género. Con el apoyo de ONU Mujeres, Amangeldi ha organizado reuniones con influencers de Tayikistán y Uzbekistán para compartir experiencias.
“El cambio empieza con un primer paso, y juntos podemos transformar la sociedad”, manifiesta Amangeldi. “Insto a las personas influencers, a la ciudadanía activa y a cualquier persona a la que le importe esta causa a que no permanezcan indiferentes. Apoyemos a las personas supervivientes, denunciemos la violencia y luchemos por la justicia. En conjunto, podemos conseguir que la nueva generación crezca en una sociedad libre de violencia”.