En Moldova, las mujeres se movilizan para ayudar a las personas refugiadas procedentes de Ucrania

Publicado originalmente en el sitio web regional de ONU Mujeres para Europa y Asia Central

Más de 400.000 personas procedentes de Ucrania han huido a la República de Moldova desde la invasión Rusa, que comenzó el 24 de febrero. Según la Oficina de Migración y Asilo de Moldova, más de 1.600 ucranianas y ucranianos solicitaron asilo hasta el 10 de marzo.

En Moldova, las mujeres se movilizan para ayudar a las personas refugiadas procedentes de Ucrania

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Voluntarios de la JCI Ungheni repartiendo bolsas de comida a las personas refugiadas que pasan por la aduana de Sculeni. Fotografía: ONU Mujeres Moldova
Voluntarios de la JCI Ungheni repartiendo bolsas de comida a las personas refugiadas que pasan por la aduana de Sculeni. Fotografía: ONU Mujeres Moldova

En los primeros días de marzo se registraron temperaturas de -3 ⁰C en Moldova. Las filas de personas eran cada vez más largas a pesar del frío, la nieve y la lluvia. Entre quienes llegaban a la frontera de Sculeni se encontraban Nadejda y su hija Ina de 63 y 39 años respectivamente. Ambas procedían de Járkov, en el este de Ucrania.

“Pasábamos los días atemorizadas bajo el sonido de las sirenas y el estruendo de los bombardeos”, recuerda Nadejda. “Aunque estábamos en nuestra casa, era imposible que nos quedáramos allí. Decidimos marcharnos con nuestros parientes en Vinnytsia [en la región central oriental de Ucrania], donde estuvimos una semana... … Permanecimos en el sótano la mayor parte del tiempo”.

El 6 de marzo, ocho misiles rusos alcanzaron Vinnytsia y destruyeron por completo el aeropuerto de la ciudad. Para entonces, Nadejda e Ina se habían trasladado ya a Moldova, acompañadas por el padre de Ina y la hija de esta, de 7 años, que padecía epilepsia.

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Nadejda (izquierda) huyó de Ucrania con su esposo (derecha), su hija y su nieta. Fotografía: ONU Mujeres Moldova/Vitalie Hotnogu
Nadejda (izquierda) huyó de Ucrania con su esposo (derecha), su hija y su nieta. Fotografía: ONU Mujeres Moldova/Vitalie Hotnogu

Nadejda y su esposo se llevaron algunas prendas de vestir e Ina se llevó el juguete favorito de su hija. “Desconozco lo que pasó después. Mi esposo se quedó atrás. Mi hija y yo no podíamos aguantar más. Yo sentía cómo se acercaba el peligro. Nuestros amigos se quedaron en Járkov y todavía siguen escondidos en el sótano. Sus hijos tienen mucha fiebre y no están recibiendo ningún tipo de ayuda”, dice Ina.

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Ina y su hija huyeron a países vecinos en busca de seguridad. Fotografía: ONU Mujeres Moldova/Vitalie Hotnogu
Ina y su hija huyeron a países vecinos en busca de seguridad. Fotografía: ONU Mujeres Moldova/Vitalie Hotnogu

La familia llegó a la frontera de Sculeni, entre la República de Moldova y Rumania, donde las personas refugiadas son recibidas amablemente por un grupo de voluntarias y voluntarios de Cámara Junior Internacional (JCI) de Ungheni, una organización de la sociedad civil. Bajo una tienda de campaña, proporcionan refugio a todas aquellas personas que cruzan la frontera, ofreciéndoles té, comida caliente y prendas de abrigo. A quienes tienen prisa les facilitan bocadillos para que puedan continuar. La familia de Nadejda e Ina pudo descansar en un lugar dotado de calefacción y recibió ayuda para encontrar un transporte a Rumania.

“Todo lo que deseamos es reunirnos con mi [otra] hija en Irlanda”, afirma Nadejda. “Jamás pensé que me tocaría vivir algo así. Nos gustaría volver. Mi nuera se quedó en Ucrania junto con mi hijo, que no pudo abandonar el país. Decidió quedarse ella también con su bebé”.

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Ludmila (derecha) huyó de Odesa (Ucrania) con su hija Polina (izquierda) buscando un refugio seguro en países vecinos. Fotografía: ONU Mujeres Moldova/Vitalie Hotnogu
Ludmila (derecha) huyó de Odesa (Ucrania) con su hija Polina (izquierda) buscando un refugio seguro en países vecinos. Fotografía: ONU Mujeres Moldova/Vitalie Hotnogu

Miles de familias cruzan la frontera todos los días en Sculeni. Ludmila, de 41 años, y su hija Polina, de 21, llegaron desde Odesa después de un largo viaje. A pesar de todo, mantienen el optimismo, señala Polina: “Estoy aterrada por lo que está ocurriendo en nuestra ciudad. Sin embargo, somos optimistas y confiamos en un futuro en paz”.

Odesa está irreconocible. El centro histórico, cultural y educativo, conocido como la Ciudad de los Héroes por su resistencia contra los nazis en 1941, ha quedado en gran medida abandonado.

“La gente se está marchando y eso me parte el corazón. Quiero que reine la paz. Quiero que esto termine y podamos vivir en paz. Mi esposo es agente de policía y se quedó para combatir, junto con mi yerno. No hay otro remedio. Se han quedado para defender nuestra casa”, añade Ludmila.

En el puesto fronterizo de Sculeni, la fila de automóviles que esperan para entrar en Rumania sigue aumentando.

Junto con el personal voluntario, la policía fronteriza es la primera en recibir a las personas procedentes de Ucrania. Durante casi dos semanas, las y los agentes han estado trabajando sin descanso, demostrando su dedicación y profesionalismo y cuidando de las personas refugiadas. Entre su personal hay muchas mujeres; según la Inspección General de la Policía Fronteriza, en 2021 se contrataron 77 mujeres, y las mujeres representan el 30 % del total de la plantilla de este cuerpo policial.

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Agente de la policía fronteriza proporcionando información en el puesto fronterizo de Sculeni, entre la República de Moldova y Rumania. Personas que huyen de la guerra en Ucrania. Fotografía: ONU Mujeres Moldova
Agente de la policía fronteriza proporcionando información en el puesto fronterizo de Sculeni, entre la República de Moldova y Rumania. Personas que huyen de la guerra en Ucrania. Fotografía: ONU Mujeres Moldova

La policía fronteriza trabaja in situ desde el primer día, verificando pasaportes y equipajes e intentando gestionar la importante afluencia de personas.

“Me siento emocionada y feliz por tener la oportunidad de ayudar y, al mismo tiempo, resulta muy duro ver a niñas y niños huir de sus hogares. Nuestra misión consiste en prestar asistencia y garantizar la seguridad de las fronteras de la República de Moldova”, declara una de las agentes.

Veronica Gârbu, voluntaria de JCI Ungheni, se implicó en la crisis desde el principio. “Sentía que debía involucrarme. Tengo parientes en Ucrania que no pudieron venir a Moldova, de modo que decidí ayudarles de alguna forma, o al menos ayudar a las personas que vienen de allí. Recojo cosas, las ordeno, preparo paquetes y ofrezco todo el apoyo que puedo. Los primeros días lloré y me emocioné mucho al escuchar sus relatos”.

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Veronica Gârbu es miembro de la organización sin fines de lucro JCI Ungheni. Como voluntaria, trabaja en el puesto fronterizo de Sculeni ordenando los donativos destinados a las personas refugiadas procedentes de Ucrania. Fotografía: ONU Mujeres Moldova/Vitalie Hotnogu
Veronica Gârbu es miembro de la organización sin fines de lucro JCI Ungheni. Como voluntaria, trabaja en el puesto fronterizo de Sculeni ordenando los donativos destinados a las personas refugiadas procedentes de Ucrania. Fotografía: ONU Mujeres Moldova/Vitalie Hotnogu

Los grupos crecen cada día y, en la frontera de Sculeni, el personal voluntario mantiene una intensa comunicación con las autoridades públicas locales y con los agentes de los servicios fronterizos para coordinar el flujo de personas refugiadas y compartir responsabilidades.

“Nuestra ayuda es esencial en esta situación, y la mejor recompensa para nosotros es ver la gratitud en sus ojos”, dice Gârbu. “Si hay una causa a la que dedicar todos nuestros esfuerzos, nuestra energía y nuestra amabilidad, sin duda es esta”.

Otra voluntaria de JCI Ungheni, Tatiana Costei, prepara jugos, bocadillos y bebidas calientes y las reparte entre quienes tienen prisa: “Ayer trabajé diez horas; hoy llevo aquí desde las 8 de la mañana. No me siento cansada ni nerviosa. Estoy dispuesta a ayudar hasta el final. Proporcionamos a las personas refugiadas ropa de abrigo, mantas y comida caliente. Si la afluencia es más intensa, preparamos comida para llevar; de ese modo se la pueden comer por el camino”.

Cuando llega una madre con cuatro hijas e hijos al puesto fronterizo, el personal voluntario le pregunta: “a dónde va?”; “¿necesita transporte?”; “¿cómo podemos ayudarle?”. En la tienda de campaña hay agua, bocadillos, fruta, ropa de invierno, artículos de higiene y mantas. Algunas personas voluntarias preparan comida; otras proporcionan transporte.

Vera es una madre soltera de 50 años procedente de Kiev: “nos ocultamos en el sótano durante seis días. Hubo un momento en el que sonaban las sirenas tres o cuatro veces al día, y mis hijas e hijos no pudieron dormir durante una semana. No teníamos nada para comer; no sabíamos cómo podríamos sobrevivir. No había pan en las tiendas; toda la comida se vendía de una vez. Si no pasabas dos horas en la fila, no podías comprar nada. Como madre sola, sin ninguna ayuda y con cuatro hijas e hijos, no conseguía encontrar nada”.

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Vera, madre soltera de 50 años de edad, huyó de la guerra en Ucrania. Fotografía: ONU Mujeres Moldova/Vitalie Hotnogu
Vera, madre soltera de 50 años de edad, huyó de la guerra en Ucrania. Fotografía: ONU Mujeres Moldova/Vitalie Hotnogu

Cuando comenzaron a caer bombas cerca de su casa, Vera encontró una forma de escapar: “Nos marchamos a las 7 de la mañana. En 24 horas llegamos a Moldova. No pudimos ir directamente a Polonia, porque tuvimos que esperar nuestro turno en la estación de tren durante tres días. En Moldova me sorprendió la amabilidad de la gente; el personal voluntario nos dio comida y bebidas calientes, y nos proporcionó ropa de invierno. Mis hijas e hijos llevaban una semana sin comer. Aquí me siento más segura. Mi párpado dejó de temblar. Ya no tengo ataques de pánico ni crisis nerviosas. Me siento tranquila”.

Vera y sus cuatro hijas e hijos confían en llegar a Polonia.

A través de este proyecto financiado por la UE y destinado a promover la igualdad de género en los distritos de Cahul y Ungheni, ONU Mujeres trabaja en colaboración con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) para garantizar que los esfuerzos humanitarios tengan en cuenta los efectos diferenciados que está teniendo este conflicto en las mujeres y los hombres, así como en las personas pertenecientes a grupos vulnerables.