En palabras de Jaha Dukureh: “Mientras viva, cada día me despertaré y gritaré al mundo que la mutilación genital femenina es nociva, y que el matrimonio infantil no es diferente de la violación”.

Jaha Dukureh es la Embajadora de buena voluntad de ONU Mujeres para África. Reconocida activista, ella misma es una sobreviviente de la mutilación genital femenina y del matrimonio infantil. Del 19 al 27 de noviembre de 2022, Jaha emprendió una misión en Liberia para apoyar al Gobierno del país en sus esfuerzos por eliminar todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas, incluidas las prácticas nocivas como la mutilación genital femenina y el matrimonio infantil. 

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Jaha Dukureh, UN Women Goodwill Ambassador for Africa, speaks in Liberia on 21 November, 2022. Photo: UN Women/Nurudeen Sanni
Jaha Dukureh, UN Women Goodwill Ambassador for Africa, speaks in Liberia on 21 November, 2022. Photo: UN Women/Nurudeen Sanni

Fui sometida a la mutilación genital femenina cuando tenía una semana de edad. Me han casado siendo niña dos veces en mi vida. La primera vez que me casaron tenía 15 años. Las niñas como yo no suelen llegar tan lejos.  

Uno de los mayores honores de mi vida ha sido el nombramiento como Embajadora de buena voluntad de ONU Mujeres para África. Estoy muy implicada en esta labor: es mi vida y mi pasión. Está en juego el futuro de mi hija y el futuro de las niñas de nuestro continente.  

Solamente en mi país, Gambia, más del 77 por ciento de las mujeres ya han sido sometidas a la mutilación genital femenina. A escala mundial, se estima que más de 200 millones de niñas y mujeres vivas actualmente han sufrido la mutilación genital femenina.  

Cada año, más de 600 millones de niñas en todo el mundo se ven obligadas a casarse contra su voluntad. Cuando se permite el matrimonio infantil, se da a un hombre el derecho de violar a una niña de manera continuada.  

Cientos de millones de niñas también han pasado por varias de las cosas que yo misma he pasado, pero nunca han tenido la oportunidad o la plataforma para presentarse a las demás personas y explicar su historia, para ser vistas y escuchadas. No me resulta fácil reunir las fuerzas para explicar mi historia una y otra vez, pero creo que alguien tiene que hacerlo. No podemos importar soluciones y esperar que surja el cambio. El cambio tiene que ser dirigido por las personas que han vivido la experiencia, que pueden plantarse y decir: nos oponemos a esto por esta razón, porque sabemos lo que se siente y porque lo conocemos de primera mano.  

Por eso, cuando las cosas se ponen difíciles y pienso en abandonar, realmente no puedo hacerlo porque sé que si me rindo será más difícil que otras niñas alcen la voz. 

Mientras viva, cada día me despertaré y gritaré al mundo que la mutilación genital femenina es nociva, y que el matrimonio infantil no es diferente de la violación. Todas y todos tenemos la obligación moral de garantizar que se ponga fin a la violencia contra las mujeres. Podemos hacerlo a través del activismo. Podemos hacerlo a través del trabajo individual. No podemos callarnos. 

Tenemos que asegurarnos de que apoyamos a las comunidades para que lideren por sí mismas ese cambio. Si no lo hacemos, dentro de 20 o 30 años volveremos a esas mismas comunidades hablando de poner fin a la mutilación genital femenina, de poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas y de todos esos temas de los que hemos estado hablando durante décadas. 

Ahora mismo, lo que es crucial es devolver el poder a las comunidades y buscar formas diferentes y mejores de generar prosperidad. Muchas veces consideramos la mutilación genital femenina y cuestiones similares como prácticas tradicionales que son inmutables. La única manera en que podemos cambiar esta percepción es colaborando estrechamente con líderes tradicionales que conocen nuestras costumbres y entienden que la tradición no es estática. Las culturas cambian. Tenemos muchas tradiciones, pero una vez que nos damos cuenta como comunidad de que no todas esas tradiciones nos benefician, las dejamos atrás. Ahora es el momento de asegurar que ninguna niña, no solamente en África sino en todo el mundo, siga sufriendo como resultado de la mutilación genital femenina.  

La violencia contra las mujeres y las niñas sigue ocurriendo en este continente porque las mujeres no tienen empoderamiento económico. Hasta que las mujeres no ganen su propio dinero, no pondremos fin a la violencia contra las mujeres.  

Mi compromiso con el pueblo y el Gobierno de Liberia es garantizar mi disponibilidad y mi trabajo con ustedes para asegurar que las lecciones que hemos aprendido de otros países puedan ser consideradas en relación con Liberia, de manera que podamos aprovecharlas plenamente. Todas y todos salimos ganando. Nos mantenemos fuertes. Y sacamos a las mujeres de la pobreza.