Hacia adelante: Contrarrestar la ofensiva antifeminista en Etiopía
Hanna Lemma es una investigadora feminista y defensora de los derechos de las mujeres de Etiopía. También es fundadora y directora de Addis Powerhouse, una plataforma de producción de conocimiento feminista y dirigida por mujeres jóvenes que lleva a cabo investigaciones de género y trabaja para asegurar que las jóvenes tengan una adecuada representación en la sociedad y la política etíopes. En medio de una guerra civil, Hanna pelea sin descanso para que los avances en los derechos de las mujeres no se conviertan en una baja más.
Pagar el precio
La violencia de género ya era endémica en Etiopía antes de que estallara la guerra en 2020. Pero el conflicto exacerbó el problema y redujo la voluntad política para solucionarlo.
"Las mujeres han pagado el precio más alto de la guerra", señala Hanna. Además de enfrentarse a mayores niveles de violencia sexual y de género, las mujeres se ven privadas de servicios esenciales, como los mecanismos para denunciar y la atención sanitaria para las sobrevivientes. A pesar de ser más fundamentales que nunca, los derechos de las mujeres han quedado relegados por el conflicto.
Las mujeres también se ven excluidas de los procesos de paz. "En lugar de considerarlas agentes de cambio en la estrategia de reconciliación, a las mujeres jóvenes se las ve únicamente como víctimas del conflicto", afirma Hanna. Sin vías de participación, las mujeres y las organizaciones lideradas por mujeres no pueden defender sus derechos.
En este contexto, los movimientos antifeministas mundiales están pasando factura. Aunque Hanna señala las plataformas digitales como un mecanismo clave para facilitar la defensa de los derechos de las mujeres, el acceso a estas plataformas también "aumenta la exposición al retroceso internacional de los derechos de las mujeres".
Este tipo de mensajes amenazan ya con echar por tierra los avances conseguidos por las feministas etíopes. "Ahora que cada vez más mujeres empiezan a alzar la voz y reclamar sus derechos usando aplicaciones como Tiktok, también están proliferando en estos espacios las páginas antifeministas que propugnan un retroceso en temas como la violencia de género y los roles de género", explica Hanna. "Atacar el feminismo se ha convertido en la norma".
Vivir y aprender
Ya de niña, Hanna era consciente de que había algo erróneo en la forma en la que la trataban. "Mi activismo nació del desvalimiento que sentía cuando era una chica joven en las calles de Addis Abeba", relata. "Siempre me preguntaba por qué se supone que debía normalizar los piropos y otras formas de violencia de género".
Descubrir el feminismo cuando era adolescente la ayudó a entender lo dañinos que eran los sistemas a los que se había enfrentado: "Primero lo usé [el feminismo] para diseccionar y entender la sociedad patriarcal en la que nací y crecí".
Además, le proporcionó una salida y, al final, una sensación de empoderamiento: "El activismo feminista me permitió salir adelante gracias al arte, a la escritura y a la sororidad que acababa de encontrar en mi comunidad", afirma. "Transformó el modo en que veía el poder y la posición en la que me situaba en la escalera de la influencia".
Para Hanna, el activismo empezó con la concienciación, lo que significa identificar el sexismo endémico que sirve para deshumanizar a las mujeres y a las niñas en el día a día. "Hasta ahora, sólo hemos catalogado como 'dañina' una parte muy pequeña de nuestra cultura", añade, y eso lleva a seguir perpetuando tradiciones y valores misóginos.
Hanna anima a las activistas aspirantes a "leer, investigar y explorar temas distintos para lograr una comprensión integral del mundo en el que vivimos". Asegura que la apatía es nuestro peor enemigo: debemos luchar para acabar con otras opresiones como lo hacemos con la nuestra.
Apunta que el activismo es distinto para diferentes personas. "Sé que no todo el mundo tiene el privilegio de dar la cara frente a la desigualdad y la violencia, sobre todo cuando la actual dinámica social nos hace dependientes de quienes tienen la capacidad de dominarnos y castigarnos", explica. Pero siempre hay formas de actuar: "Si eres una sola persona, puedes empezar escuchando a otras mujeres, apoyándolas y sirviéndoles de altavoz".
"Diseccionar la cultura y las formas en que se usa para oprimir a las mujeres es el comienzo de una nueva realidad", afirma Hanna. "Debemos ser capaces de analizar nuestros valores sociales compartidos y debatir sobre ellos". Insiste en que sólo entonces podremos empezar a construir un mundo mejor para todas y todos.
Traspasar los límites
Hanna vislumbra un futuro "en el que veamos y reconozcamos la humanidad de cada persona antes que ninguna otra cosa". Cree que el fin de la violencia de género abre un gran abanico de posibilidades para las mujeres y las niñas: "En ese mundo, las mujeres no tendrán que pasar gran parte de su vida temiendo al sexo opuesto, protegiéndose y luchando por nuestro derecho a vivir en libertad. Apenas puedo llegar a imaginar lo que podríamos hacer, como mujeres, si la violencia de género no fuera una amenaza constante para nosotras".