En palabras de Zarina*: “Estoy desconsolada, pero esperanzada”
Zarina*, de 28 años, es una joven emprendedora afgana. Su impulso por innovar y su pasión por la pastelería la convirtieron en una de las personas emprendedoras más jóvenes de Afganistán. Su negocio sigue en funcionamiento, pero tiene poca clientela y tuvo que cancelar sus planes de expandirse por todo el país.
Me dije a mí misma que debía viajar a Kabul para comprar más equipos, incluido un refrigerador, antes de expandir mi negocio de pastelería. Este sueño nunca se hizo realidad porque mi país cayó en las manos de los talibanes.
Antes dirigía un negocio en mi provincia. Tenía cinco empleadas para hornear galletas y pasteles que luego vendía en una tienda que alquilaba en el mercado de mujeres.
En Afganistán, las pastelerías prosperan durante el Eid, un festival en el que se reúnen las familias afganas para marcar nuevos comienzos. Para el Eid, las personas de Afganistán les dan la bienvenida a casa a sus visitas y sirven galletas, pasteles, donas, panecillos de crema, bollos y frutos secos.
Mi provincia está muy aislada. Las montañas y los caminos irregulares sin pavimentar disuaden a la gente de viajar fuera de la provincia a menos que tengan una urgencia. Por miedo a que se dañen en el camino, los comerciantes no traen productos de pastelería de Kabul, la capital de Afganistán y el centro principal desde donde se transporta hacia otras provincias la comida, la ropa y los productos esenciales de todos los días. Decidí producir todo eso en mi provincia. Primero abrí el negocio de pastelería, después alquilé mi propia tienda en la ciudad. Allí vendía otros productos hechos por mujeres: artesanías que celebran nuestra cultura y ropa para mujeres, niñas y niños.
A medida que se corría la voz de que había una pastelería abierta en nuestra provincia, la gente viajaba desde pueblos remotos para comprar mis productos. En ese momento me di cuenta de que era hora de expandir mi negocio y abrir más tiendas en la ciudad. Esto significaba que debía contratar más mujeres y comprar más equipos, como refrigeradores para almacenar los productos y mantenerlos frescos.
En esas semanas, mientras planeaba mi expansión, los talibanes tomaron el poder de Afganistán. No expandí mi negocio, tuve que cerrarlo. Las mujeres que contrataba perdieron sus empleos; la mayoría de la gente de mi provincia perdió su empleo. Las mujeres enfrentaron muchas restricciones para dirigir negocios y para trabajar. Los negocios apenas sobreviven porque, como la gente perdió su trabajo, ya no hay poder de compra y los bancos ya no pueden dar préstamos financieros.
Estoy desconsolada, pero esperanzada. Hace poco volví a abrir mi negocio y estoy trabajando en un plan de márketing para mantenerlo abierto. Ahora que muchas familias saben de mi negocio —y porque ahora más que nunca muchas mujeres necesitan un espacio donde sean bienvenidas—, estoy decidida a hacer que los aniversarios, las celebraciones y las reuniones familiares sean memorables con galletas, pasteles y bollos frescos. Mi tienda será otra vez un lugar de reunión para las mujeres.
* En este artículo, se modificaron los nombres, las ubicaciones y el trascurso de los hechos para garantizar la seguridad de la mujer afgana defensora de los derechos humanos que se presenta.