No dejar a ninguna niña atrás en materia de educación

Tras décadas de investigación, sabemos que cuando las niñas y las mujeres reciben educación, los niveles de pobreza bajan más rápido, hay mejor salud materna, disminuye la mortalidad infantil, hay más prevención del VIH y menos violencia. Un sólo año adicional de enseñanza puede aumentar los ingresos en la adultez de una niña en hasta un 20 %.

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Estudiantes en el patio de la Escuela Primaria Angelina Jolie, en el campo de personas refugiadas de Kakuma (Kenya). Fotografía: ONU Mujeres/Ryan Brown
Estudiantes en el patio de la Escuela Primaria Angelina Jolie, en el campo de personas refugiadas de Kakuma (Kenya). Fotografía: ONU Mujeres/Ryan Brown

Mientras el mundo celebra la Cumbre sobre la Transformación de la Educación en septiembre, debemos recordar que los niños y las niñas merecen aprender y que, pese a los avances en materia de educación de las niñas en las últimas décadas, aquellas provenientes de los hogares más pobres y de las áreas rurales siguen quedando rezagadas. Según el nuevo informe para el año 2022 elaborado por ONU Mujeres y el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, El Progreso en el Cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: Panorama de Género, incluso sin tener en cuenta las consecuencias del COVID-19, pasarán al menos 54 años hasta que todas las niñas del mundo estén en condiciones de empezar y terminar la escuela primaria.

Según datos recientes de 29 países relevados en el informe, la brecha entre las niñas más pobres de las zonas rurales y las niñas más ricas de las zonas urbanas en relación con la finalización de estudios secundarios puede variar entre el 11,5 % y el 72,2 %.

La discriminación por raza, origen étnico, religión, condición migratoria y discapacidad también puede ser un factor disruptivo de la educación. Según datos de 42 países, las niñas y los niños con discapacidad tienen menos acceso a la educación en la primera infancia, y la disparidad es mayor en el caso de las niñas (sólo el 18 % de las niñas con una o más dificultades funcionales asistieron a un programa educativo para la primera infancia, en comparación con el 28 % de las niñas sin este tipo de condiciones). Además, las disrupciones vinculadas a la pandemia en materia de educación profundizaron aún más las desigualdades en el aprendizaje de las niñas y mujeres jóvenes.

 

 

El COVID-19 profundiza las desigualdades imperantes

Hoy, a dos años del inicio de la pandemia, aunque casi todas las escuelas han retomado las clases presenciales, las disrupciones en la educación dejarán efectos persistentes, en especial para las niñas marginadas y vulnerables. Por ejemplo, en el Panorama de Género se revela que, en las zonas rurales de Pakistán, la pérdida de aprendizaje es más alta entre las niñas que entre los niños en todas las asignaturas. En los estados mexicanos de Campeche y Yucatán, el número de estudiantes de 10 años que pueden comprender textos simples disminuyó en un 25 % entre aquellos de condiciones socioeconómicas bajas, en comparación con el 15 % en el caso de aquellos de condiciones socioeconómicas más altas. En todo el mundo, casi 130 millones de niñas no están inscritas en la educación formal y más de la mitad de ellas viven en países afectados por crisis. En Afganistán, las jóvenes ni siquiera tienen permitido asistir a la escuela secundaria.

Para atender estos problemas se necesitan tiempo y recursos; sin embargo, menos del 3 % de los fondos de estímulo para la recuperación de la pandemia del COVID-19 se destinó a la educación.

Los embarazos adolescentes aumentaron con la pandemia del COVID-19 y con ello también aumentó la amenaza a la educación de las jóvenes. Según el Panorama de Género, en Kenya, Rwanda, Uganda y la República Unida de Tanzanía, el 56 % de las adolescentes provenientes de poblaciones de difícil acceso que abandonaron la escuela al inicio de la pandemia están embarazadas o lo estuvieron hasta hace poco tiempo. La pandemia también aumentó el riesgo de las niñas de experimentar violencia de género, trastornos de salud mental e inseguridad alimentaria y económica.

Las enfermedades y muertes por el COVID-19 entre personas adultas cuidadoras también tuvo efectos directos en la disminución de los resultados educativos. A octubre de 2021, más de 5 millones de niñas y niños habían perdido a causa del COVID-19 a uno de sus padres o persona adulta principalmente encargada de su cuidado. En el caso de las adolescentes en África Subsahariana, estas pérdidas implicaron el aumento del riesgo de violencia sexual, explotación, infección de VIH y disminución del nivel de educación.

Oportunidades desaprovechadas en tecnología e innovación

Las normas y los estereotipos de género sesgados y arraigados en la cultura siguen presentes en los planes de estudios, en los libros de texto y en la enseñanza, y limitan el horizonte de las niñas respecto de qué estudiar y qué carreras seguir. A nivel mundial, hay mayor asistencia de mujeres jóvenes que de hombres en la educación terciaria; no obstante, en los campos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas, las mujeres conforman sólo el 35 % del alumnado. En el campo de la tecnología de la información y las comunicaciones, la participación de las mujeres es sólo del 3 %.

En todos los países, las jóvenes quedan atrás en los campos mencionados. Tanto el personal docente como las familias, con o sin intención, perpetúan los sesgos en cuanto a qué tipos de trabajos son “apropiados” para las mujeres y los hombres. En Filipinas, las niñas de sólo 10 años pierden el interés por la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas pues perciben que estas carreras son de hombres y consideran que las niñas son naturalmente menos habilidosas en estos campos. Sin mujeres como ejemplo de desarrollo en dichos campos, estas percepciones se refuerzan continuamente. Las mujeres conforman sólo el 19,9 % de las profesionales de la ciencia y la ingeniería.

Las brechas en la educación en dichos campos son más amplias en el caso de las mujeres y jóvenes en desventaja por otras condiciones además de su género. Según el informe, en los Estados Unidos de América, las mujeres negras e hispanas que trabajan en los campos mencionados ganan alrededor de USD 20 000 menos por año que el promedio de los trabajos en dichos campos y, aproximadamente, USD 33 000 menos que sus colegas hombres blancos.

La Cumbre sobre la Transformación de la Educación reunió a personas líderes y expertas, por tanto, es fundamental aprovechar la convocatoria de este evento para materializar compromisos audaces y transformadores en pos de la educación de las niñas, incluida la promoción de la participación de las niñas en la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas, que prioricen los efectos directos del aprendizaje y la educación de las jóvenes de comunidades marginadas con un riesgo mayor, para luego llevar este impulso al año siguiente, cuando se ponga en marcha el 67º periodo de sesiones de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, cuyo tema será “Innovación, cambio tecnológico y educación en la era digital para lograr la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres y las niñas”.