Hacia adelante: Resistir la violencia sistémica en Afganistán

Malalay* es una activista afgana que trabaja para apoyar y restaurar los derechos de las mujeres y las niñas afectadas por la violencia familiar y social en Afganistán. Desde que los talibanes tomaron el control del país en agosto del año pasado, su trabajo se ha vuelto mucho más difícil y peligroso.  

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La mano y el mensaje de la activista Malalay*. Fotografía cortesía de Malalay*
La mano y el mensaje de la activista Malalay*. Fotografía cortesía de Malalay*

Nadie a quien recurrir

Hace más de un año que los talibanes tomaron el control de Afganistán y restablecieron el régimen regresivo que había colapsado casi dos décadas antes. Aunque el movimiento, en un principio, prometió proteger los derechos de las mujeres en el marco de la sharía —incluido el derecho al trabajo y al estudio—, las violaciones han aumentado constantemente. 

"Las mujeres y las niñas se ven privadas de sus derechos fundamentales", expresa Malalay. "Se las despojó del derecho al trabajo, el derecho a la educación y otros derechos de las mujeres, como la libertad y la autosuficiencia".  

A raíz de que se ven privadas del poder político y la mayoría de los empleos, las mujeres están obligadas a cubrirse la cara en público y a permanecer en sus hogares, excepto en casos de necesidad. Las niñas tienen prohibido asistir a la escuela después del sexto grado.  

"La exclusión sistemática de las mujeres y las niñas de la vida pública es en sí mismo un acto de violencia", subraya Malalay. Esta situación ocasiona que queden en posición de extremada vulnerabilidad a nuevos abusos, tanto en el ámbito público como en el privado, sin los medios jurídicos o económicos para buscar justicia o protección. 

"Las mujeres siempre han sido objeto de violencia", señala Malalay, "pero ahora, bajo el régimen talibán, no tienen a quién recurrir": "Todas las instituciones que trabajan para proteger los derechos de las mujeres han interrumpido sus actividades y cerrado sus puertas.”  

"[Esta] es una preocupación para el mundo entero", remarca Malalay.  

Esforzarse y luchar

Malalay ha estado luchando por la igualdad de género en Afganistán desde mucho antes de agosto del año pasado. "Las mujeres y las niñas [afganas] siempre [han sido] privadas de sus derechos constitucionales y religiosos", dice.  

Para poner fin a la violencia contra las mujeres afganas, subraya Malalay, será necesario crear conciencia sobre el empoderamiento económico y el acceso a la ley y la justicia de las mujeres, junto con litigios a nivel nacional e internacional para proteger sus derechos.    

Malalay pide a la comunidad internacional que preste "apoyo constante y estable" a las mujeres y las niñas de Afganistán. Sigan presionando, dice, "hasta que se haga justicia, se proporcione seguridad social y nuestra sociedad alcance la prosperidad y la paz sostenible".   

Insta a las activistas de los derechos de las mujeres a no renunciar: "Siempre y en cualquier situación, luchen por la igualdad de los derechos y la igualdad de género".  

Hacer realidad el sueño

Poner fin a la violencia de género, subraya Malalay, haría del mundo un lugar mejor para todas las personas. "Un mundo libre de violencia será una sociedad sana, exitosa y estable", afirma, "donde los hombres y las mujeres tengan los mismos derechos, un acceso igualitario a la justicia y un papel igual en las decisiones a nivel familiar y comunitario".  

"Esto", dice Malalay, "[sería] el sueño de toda mujer en el mundo entero".