La periodista afgana Zahra Nader: Crear una plataforma para que se oiga la voz de las mujeres afganas

La periodista afganocanadiense Zahra Nader es la jefa de redacción de Zan Times, un medio informativo recién creado que se ocupa de los derechos humanos en Afganistán, en especial, de la situación de las mujeres, la comunidad LGBT y los problemas ambientales. Nació en Afganistán y es hazara, un grupo étnico que se enfrenta a la marginación y la violencia. Empezó su carrera como periodista en Kabul en 2011, antes de trasladarse en 2017 a Canadá para continuar con su educación superior. Actualmente está haciendo el doctorado en Estudios de la mujer, feminismo y género.

El 20 de octubre de 2022, Zahra intervino en el Debate Abierto del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre Mujeres, Paz y Seguridad. Durante su visita a las Naciones Unidas, habló con ONU Mujeres sobre los talibanes, los derechos humanos en Afganistán y la importancia de la representación de las mujeres, tanto en los procesos de consolidación de la paz, como en el periodismo y en cualquier otro ámbito.

La periodista afgana Zahra Nader: Crear una plataforma para que se oiga la voz de las mujeres afganas

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Zahra Nader se dirige al Consejo de Seguridad en la sede de la ONU en Nueva York, 20 de octubre de 2022. Foto: ONU Mujeres/Ryan Brown.
Zahra Nader se dirige al Consejo de Seguridad en la sede de la ONU en Nueva York, 20 de octubre de 2022. Foto: ONU Mujeres/Ryan Brown.

Los ecos del primer régimen talibán

La primera vez que llegaron los talibanes, yo era una niña. Cuando salí de Afganistán era muy pequeña, puede que tuviera seis años, pero me daba cuenta de que escaseaba la comida. En la casa de al lado no tenían nada que comer. A veces mi madre les daba un cuenco de harina para que pudieran cenar algo aquella noche. Y yo no podía entenderlo, era sólo una niña. Sólo me preguntaba por qué aquellas personas no tenían comida. La primera vez que oí hablar de los talibanes fue cuando alguien dijo "los talibanes están aquí".

Fue muy duro. Mi familia huyo en un camión a Irán, donde, como refugiada afgana, no tuve derecho a la educación. Durante toda mi infancia anhelé la educación, mi mayor sueño era poder ir al colegio y aprender.

Por eso la educación de las niñas en Afganistán es una cuestión muy personal para mí. Siento que lo que viví hace 20 años le está pasando a otra generación de mujeres afganas. Ese es el motivo por el que trabajo: hago lo que puedo como periodista para enfrentarme a esa situación, para sentir que al menos estoy haciendo algo para cambiarlo.

Revivir la pesadilla

[La toma de poder] fue tan intensa y tan real para mí porque mi familia, mis amistades y todas esas personas que me importan estaban en Afganistán. No dejaba de sonarme el teléfono. Estaba viendo en directo en Al Jazeera cómo entraban los talibanes en el palacio presidencial. Y fue una auténtica conmoción; creía que los talibanes eran cosa del pasado, que aquella pesadilla que había vivido la generación anterior a la nuestra era cosa del pasado. Pero estaba equivocada.

Mis esperanzas en el futuro se vinieron abajo. Estaba estudiando para sacar el doctorado y esperaba poder volver a Afganistán y dar clase en la Universidad de Kabul, en la nueva facultad de estudios de la mujer y de género.

Soñaba con escribir una historia política de las mujeres. Cuando crecí, como mujer joven en Afganistán, no hubo una historia a la que pudiera mirar para descubrir mis raíces, para saber cómo lucharon por sus derechos las mujeres que me precedieron. Fue un gran vacío vital. [Sentía que] necesitaba escribir una historia política de las mujeres para mostrar a esta nueva generación que la generación anterior a la nuestra peleó muy duro por nuestros derechos, el modo en que lo estamos haciendo y que somos la continuación de su lucha por la igualdad.

Pero con los sucesos de agosto, esa esperanza se desvaneció.

El mundo debe oír esto

Durante mucho tiempo me sentí culpable por estar aquí a salvo y poder ir a clase. Tengo una responsabilidad como mujer que creció en el Afganistán post-talibán, que estudió, que fue a la escuela y llegó a ser periodista: tengo la responsabilidad de luchar por los derechos de mis hermanas de Afganistán.

Como mujeres periodistas, nuestra función es estar allí e informar, asegurarnos de que el mundo puede oír la voz de las mujeres afganas y, sobre todo, entender qué significa realmente que una niña no pueda ir a la escuela: si no puede imaginar un futuro, qué le espera.

Perderá las razones para vivir. De Afganistán nos llegan noticias de muchos casos de suicidio, de mujeres que se están quitando la vida. ¿Por qué ocurre esto? Estás viviendo en una situación en la que, en la práctica, las autoridades te han negado básicamente tu derecho a existir como ser humano. ¿Qué tipo de ser humano eres si no puedes recibir educación, no puedes trabajar, ni siquiera puedes salir de casa sin un acompañante masculino?

Zan significa mujer. Y Zan Times es nuestra forma de decir que es nuestro momento, que vamos a luchar, que vamos a contar nuestra verdad, incluso aunque no haya nadie escuchando, incluso si nadie hace lo que de verdad necesitamos que haga. Estamos ahí y contaremos nuestra verdad. Y en eso consiste nuestro trabajo en Zan Times: un grupo formado esencialmente por mujeres periodistas que se unen y se apoyan.

Y nuestras hermanas, nuestras colegas de Afganistán están trabajando. No imaginan con cuánta fuerza lo están haciendo. Cuando hablo con ellas, abordo el tema de la seguridad; les digo: ustedes están sobre el terreno. Me preocupa su seguridad. ¿Cómo podemos protegerlas? Y una de ellas acaba de decirme que el riesgo ya está allí. Que su vida es peligrosa. Que han arrestado a su hermano y a su padre por el trabajo que hace como periodista. Si no hay ningún trabajo que pueda hacer, no tiene qué comer, no tiene nada; y, entonces, no tiene un propósito para vivir. Para ella eso es lo más importante, poder seguir con su trabajo, incluso en medio de esa opresión, aunque sea en un rincón de su casa. Al menos tiene una esperanza en el futuro. Al menos siente que está luchando por sus derechos y los de sus hermanas.

Cuando me llegan esos mensajes de mis colegas, pienso que, pase lo que pase, debemos hacer este trabajo. Tenemos que asegurarnos de que no se silencie su voz ni la voz de las mujeres que ellas nos transmiten. El mundo debe oír esto. Si no tenemos mujeres periodistas sobre el terreno, contándonos esas historias, nos estamos perdiendo la mayor parte de la imagen de lo que está pasando en Afganistán, especialmente para las mujeres.

Incluso antes de los talibanes, el 95 por ciento de la violencia contra las mujeres se producía dentro del hogar. Y en aquel momento, teníamos la Comisión Afgana Independiente de Derechos Humanos. Contábamos con la policía, que disponía de sistemas para registrar esos casos. Y estaba el Ministerio de Asuntos de la Mujer, además de refugios para las mujeres que escapaban de los abusos domésticos. Tenían un sitio al que ir. ¿Y ahora qué? Se han desmantelado todos esos sistemas. ¿Cómo viven ahora las mujeres en su casa? ¿Tenemos una imagen real de todo esto? Creo que nos estamos perdiendo mucho.

Sobrevivientes, no víctimas

Las mujeres afganas son unas luchadoras, unas sobrevivientes. Los medios mayoritarios suelen presentar a las afganas como víctimas, y llevamos demasiado tiempo viviendo en ese marco.

A las mujeres les están negando el derecho a la educación, a trabajar, básicamente todos los derechos humanos fundamentales, pero siguen plantando cara a los talibanes, que están armados hasta los dientes. Estas mujeres están desarmadas y sólo gritan “pan, trabajo, libertad”. No deberíamos referirnos a estas mujeres como víctimas. Son unas luchadoras.

Las afganas están defendiendo sus derechos. Y necesitan el apoyo del mundo, que nos hagamos eco de su voz, que la amplifiquemos y que veamos lo que está sucediendo en Afganistán. Si el mundo no hace nada al respecto, estará sentando un precedente para otros países, enseñando lo que pueden negar a las mujeres. Estamos retrocediendo.

La situación de las mujeres en Afganistán debe ser un aviso para el mundo: es una amenaza para los derechos de las mujeres en todas partes, no sólo en Afganistán. Y los medios de comunicación tienen mucho que decir al respecto. Los medios pueden sacar esas historias a la luz, explicar lo que de verdad significa denegar a 20 millones de mujeres todos sus derechos humanos básicos sólo por ser mujeres.

Un llamado para que se rindan cuentas

[Las mujeres afganas] desean que haya un mecanismo de monitoreo y rendición de cuentas por las violaciones de derechos que se están produciendo en Afganistán. Los delitos que se están cometiendo contras las mujeres en Afganistán deben quedar documentados. Y también los delitos contra otros grupos marginados, entre ellos, las personas LGBT o grupos étnicos como la población hazara, que llevan mucho tiempo siendo objeto de ataques sistemáticos.

[Antes de la llegada de los talibanes] teníamos ciertas medidas; había servicios a los que podían acudir cuando eran víctimas de agresiones. Pero ahora están los talibanes, que en realidad son los responsables de la mayoría de estas violaciones de derechos, ya que en la práctica son la autoridad encargada de garantizar la seguridad.

Fueron los propios talibanes quienes cometieron delitos contra los hazaras en la década de 1990. [Ahora que son] el gobierno de facto, deberían asumir la protección de estas comunidades y ofrecerles servicios. Pero lo que estamos viendo es discriminación y violencia, cuando no ataques directos, debido a la etnia y la religión.

Así que esa es la realidad: están siendo víctimas de un ataque. Y ya lo fueron antes. Pero antes, al menos había alguna forma de intentar presionar al Gobierno. Había un sistema que podíamos intentar forzar para que rindiera cuentas. Entonces también había una discriminación sistemática, pero no hasta el punto que vemos ahora. Las cosas están muy mal. Y, como está pidiendo la población, deberían adoptarse medidas para evitar el genocidio.

En Afganistán, no hablamos de las personas LGBT. Tampoco durante los 20 años anteriores: apenas se ha trabajado en este campo, no se ha hecho nada para incluir a la comunidad LGBT en un espectro de derechos más amplio en Afganistán. Nunca hablamos de los derechos de lesbianas y homosexuales. Ni siquiera reconocemos su presencia.

Y la idea más extendida, o la creencia, es que no existen. Pero lo hacen. Y estamos en contacto con este grupo. Hablamos con regularidad e intentamos cubrir su situación. Y nos dicen que antaño [antes de la toma del poder de los talibanes] no se reconocían sus derechos, pero tenían una comunidad. Que podían sobrevivir, tener una vida. La supervivencia era una realidad. Su vida ha cambiado porque ahora la supervivencia es imposible. Cuando salen para conseguir comida, los talibanes están al acecho. Y cuando identifican a estas personas por su orientación sexual o su identidad de género, las detienen, las torturan, las violan y, a veces, las matan.

Es una de las comunidades marginadas que no tienen voz en los medios, especialmente en los medios afganos. En Zan Times, cubrimos las violaciones de los derechos humanos, prestando especial atención a las mujeres, las personas LGBT y los problemas ambientales. Y vemos claramente que son tres ámbitos subestimados e infrarrepresentados.

Crisis interconectadas

Creo que [el cambio climático y el conflicto de Afganistán] están íntimamente relacionados. En primer lugar, no somos verdaderamente conscientes de que la crisis medioambiental es un problema enorme y que la humanidad va a tener que enfrentarse a ella muy pronto. En Afganistán, no hay duda de cómo influye el medio ambiente en nuestra vida y en el desplazamiento de la población.

Hemos tenido demasiadas crisis ambientales en los últimos años. Un terremoto. Inundaciones en muchas provincias. Avanzamos en una dirección que hace que varias zonas de Afganistán resulten inhabitables, lo que obliga a la población a trasladarse a ciudades como Kabul. Y estas urbes están superpobladas.

Cuando las personas cuyas tierras han quedado devastadas tienen que migrar o desplazarse a las ciudades, deben sobrevivir sin medios de subsistencia. Así es cómo su situación de pobreza se exacerba. Eso es lo que estamos viendo en Afganistán. Todo está interconectado: las crisis medioambientales que estamos sufriendo y las crisis políticas y humanitarias que estamos viviendo.

Las mujeres afganas deben abrir camino

Lo que puedo decir después de lo sucedido en Afganistán es que la voz de las afganas, la auténtica voz de la mujer afgana, nunca se ha tenido en cuenta, nunca ha formado parte de la negociación, nunca ha estado en un acuerdo de paz. Todo sucedía a puerta cerrada. Se tomaba una decisión que afectaba a las mujeres afganas, pero ellas no participaban en la toma de decisiones.

Y lo que estamos viendo justo ahora en Afganistán es el resultado de un acuerdo de paz que no incluyó a las mujeres. Desde el principio, las mujeres afganas advirtieron de que no podíamos fiarnos de los talibanes, dijeron que ya habíamos vivido bajo un régimen talibán y sabemos quiénes son. Pero el resto del mundo y los hombres que firmaron la paz no escucharon a las afganas.

Y de lo que nos estamos dando cuenta en este momento es de que las mujeres afganas tenían razón y de que son ellas las que ahora pagan las consecuencias de decisiones que nunca tomaron.