Una ley en El Salvador para alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres

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Que se aprobara una ley de igualdad para hombres y mujeres en El Salvador era la primera meta. Y se ha conseguido. El 17 de marzo de 2011, la Asamblea General de ese país aprobó por unanimidad la Ley de Igualdad, Equidad y Erradicación de la Discriminación Contra las Mujeres, la normativa que mejora el marco jurídico de protección a los derechos de las mujeres. Una conquista de las organizaciones de mujeres salvadoreñas que contó con el apoyo del Fondo para la Igualdad de Género de ONU Mujeres, a través de la financiación de programas catalíticos.

La realidad pedía a gritos un cambio en un país donde la brecha salarial entre hombres y mujeres es del 14 por ciento. Una nación donde las mujeres no tienen las mismas oportunidades de acceso a los estudios que los hombres: cinco de cada 10 niñas abandonan la escuela para ayudar en las tareas del hogar, y el 61,3 por ciento de las personas analfabetas son mujeres. Por otro lado, la población femenina representa el 76,8 por ciento de la Población Económicamente Inactiva, con un 42.8 por ciento ubicado en la categoría “Quehacer doméstico. Los datos de la participación política tampoco son muy alentadores: las mujeres sólo gobiernan 29 alcaldías de las 262 existentes, y hay apenas 18 diputadas en los 84 escaños de la Asamblea General.

En este contexto, distintos movimientos de mujeres se unieron con un objetivo en común: alcanzar la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres. “Hemos tenido aciertos y desaciertos, pero en determinado momento llegamos a la conclusión de que aunque tardáramos un montón para que esto saliera, lo principal era conseguir el apoyo de la ciudadanía, recuerda María Elena Alvarado, de la Concertación Prudencia Ayala, una agrupación que aglutina más de 20 organizaciones de mujeres, incluyendo a Las Dignas y Las Mélidas, dos contrapartes del Fondo para la Igualdad de Género que jugaron un rol crucial en este proceso.

Con esa premisa comenzaron un proceso participativo en el que se recogieron demandas de la mayor cantidad de mujeres posible. Desde las mujeres rurales hasta las trabajadoras domésticas, pasando por las profesionales y las políticas. “Escuchamos mucho, apuntamos todo. Luego nos pusimos a leer leyes y nos dimos cuenta de que no las comprendíamos, no entendíamos nada. No teníamos ni idea de cómo hacerlo, destaca Enma Hernández, activista de la misma agrupación que Alvarado. Este fue el primer obstáculo que tuvieron que sortear mientras ponían en marcha el proceso.

Pero la necesidad de cambio era más fuerte que las ganas de abandonar la idea. Así que armaron un plan: “Hicimos un mapa de poder, buscamos alianzas con mujeres de todos los ámbitos, pedimos apoyo nacional e internacional y buscamos que las demandas de todos los sectores de mujeres se incluyeran en la ley, puntualiza Hernández.

La campaña tenaz fue una de las claves del logro: “Íbamos todos los días a la Asamblea General, lo llamamos ‘la guerra de guerrillas', porque fue una cruzada insistente, no queríamos que en ningún momento se olvidaran de la ley, cuenta Alvarado. A estas acciones en el legislativo le sumaron una fuerte incidencia en los medios y en la vía pública. Además, consiguieron el apoyo de mujeres con presencia pública y respaldo de las parlamentarias de todos los partidos políticos: “Atrás tenían una carga enorme, porque se les decía a las de derecha que estaban con la izquierda y viceversa, pero ellas hicieron suya la agenda del movimiento feminista.

“Cuando nos presentamos a la convocatoria del Fondo para la Igualdad de Género nos comprometimos a hacer una incidencia efectiva, pero no podíamos comprometernos a que saliera la ley porque eso no estaba en nuestras manos. Sin embargo, se logró la aprobación, explica Alvarado quien informa que en el proyecto están en la etapa de implementación de la ley. En esta tarea de hacer efectiva la ley, tienen, entre otros retos, la de sensibilizar al funcionariado público, el luchar porque se asignen presupuestos para los mecanismos que la Ley de Igualdad mandata y que en la agenda del gobierno salvadoreño se incluya el principio de igualdad y no discriminación.

Hernández siente que es una tarea de mucha responsabilidad, pero ya se han puesto a trabajar en ello: “En agosto hicimos un foro internacional para compartir experiencias de implementación de leyes que nos clarificó mucho. Por otra parte, el movimiento de mujeres ha firmado un convenio con el Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer (ISDEMU) para elaborar un plan de igualdad. En este momento estamos fusionadas pero nosotras como contraloría y ellas como rectoras de la ley, porque somos las que la conocemos punto por punto.

El contenido de la ley incluye, entre otros temas, que las mujeres y los hombres obtengan el mismo salario por igual trabajo, que se reconozca el valor del trabajo doméstico remunerado y no remunerado, y brinda garantías para las mujeres rurales como, por ejemplo, regula la titularidad de la tierra. Sin embargo, otros aspectos que figuraban en el anteproyecto de ley como las cuotas de participación para mujeres en los cargos de elección popular y la laicidad de la educación, no quedaron incluidos en la legislación final.

Lo que no ha quedado en la ley, Hernández considera que se conquistará más adelante: “Al comenzar con esta lucha, todas nos decían que teníamos que ir despacio. Esta ley la tenemos que pensar que nos va a tomar, como mínimo, 20 años, conseguir una igualdad plena nos va a llevar tiempo, pero tenemos que sentar las bases ya. Queremos hacer muchas cosas, pero lo más urgente es un plan de igualdad.

La tarea que realizan es minuciosa y constante. En ese trabajo han comenzado a realizar talleres didácticos con una versión popular de la ley para lideresas locales y funcionarios de algunas instituciones. Una iniciativa que llevará a que se replique en las comunidades: “Esto permitirá una masa crítica de mujeres que vele por la ley, asegura Alvarado.

Las dos activistas repasan la labor de los últimos años y se dan cuenta de que han acumulado experiencia. Entre las lecciones que les ha dado el proceso, reconocen que es fundamental el pacto político entre mujeres: “Si queremos algo, lo vamos a conseguir juntas, nunca divididas. Es más, los hombres siempre hacen alianzas. Por eso, tenemos que buscar lo que nos une, detalla Alvarado quien agrega que todo ha sido posible gracias a que la ley fue una elaboración consensuada en donde todas las salvadoreñas participaron: “Las mujeres sienten suya la ley, y por eso la van a exigir. Dos hechos que ellas consideran que ha sido la mejor buena práctica: una construcción colectiva en todos los ámbitos.

Para Enma Hernández. la experiencia le ha cambiado la perspectiva de su activismo: “Como feminista independiente que soy, entendí que nada es imposible, hay que aprender a sortear los obstáculos y aprovechar las oportunidades. Me di cuenta de que es un mito que solo las abogadas puede hacer leyes, porque nosotras fuimos las que pusimos el contenido. Esta ley nos ha fortalecido a todas, nos empodera. Estamos preparadas para la lucha. Aquí no terminó la pelea.