En el Kirguistán rural, las mujeres hacen realidad el cambio a través del agua, la tecnología y la mejora de la infraestructura

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Mujer rural trabaja en el campo. Foto: Servicio de Asesoría Rural

Shakhodat Teshebayeva, de Khalmion, una aldea del sur de Kirguistán en la frontera con Uzbekistán, tiene 50 años y es la única persona de la familia que percibe ingresos. Su renta proviene de la agricultura, una actividad a la que dedica entre ocho y diez horas cada día. No le tiene miedo al duro trabajo, pero últimamente ya no es solamente duro, sino que se ha vuelto imposible debido a la creciente escasez de agua.

La crisis, que empeora en primavera y verano, se debe a varios factores. Dado que las montañas reciben una menor cantidad de nieve como consecuencia del cambio climático, los ríos, que se alimentan de los glaciares, no tienen suficiente caudal. La fuente de agua, cada vez más reducida, es la misma para Uzbekistán y Kirguistán, y cuando los campesinos uzbekos comienzan a regar sus campos en verano, los agricultores kirguisos que viven río abajo al otro lado de la frontera experimentan escasez de agua.

La falta de acceso a agua de riego en esta zona, donde la agricultura constituye la principal actividad, tiene graves consecuencias. Las mujeres y las niñas suelen ser las más afectadas por este problema, ya que la recogida de agua se considera tarea de mujeres. A medida que la cantidad de agua disminuye, se ven obligadas a recorrer distancias mayores para acarrear agua, incluso una vez que oscurece.

“La falta de acceso al agua reduce mi producción agrícola, la seguridad alimentaria y las oportunidades de negocio en el bazar local”, explica Teshebayeva. “Ir a recoger agua durante la noche es una tarea peligrosa: nos pone a las mujeres en riesgo de sufrir violencia, y las largas distancias que nos vemos obligadas a recorrer puede tener efectos perjudiciales para nuestra salud a largo plazo”.

Hace dos años, Teshebayeva decidió tomar la iniciativa y movilizó a un grupo de autoayuda de mujeres para abogar por la igualdad de acceso a los recursos hídricos en su comunidad. El primer paso fue asistir a las reuniones de la asociación de usuarias/os de agua de su aldea, que estaba dominada por hombres y en la que las decisiones relativas al acceso al agua se adoptaban sin participación de las mujeres.

Shakhodat Teshebayeva (medio) aprende cómo calcular los gastos para hacer invernadero en el jardín de su hogar. Foto: Jalal-Abad, Servicio de Asesoría Rural

“Cuando empecé a acudir a estas reuniones, muchos decían a mis espaldas que lo hacía porque no tenía nada mejor de que ocuparme”, recuerda Teshebayeva. Pero aquello no la disuadió.

Teshebayeva siguió planteando en las reuniones los retos a los que se enfrentaban las mujeres y ofreciendo soluciones. Se convirtió en la primera mujer en la historia de su aldea en defender la participación de las mujeres en la gestión del agua.

A través de un proyecto de fomento de los medios de vida financiado por el Gobierno de Finlandia, ONU Mujeres facilitó la creación de 14 grupos de autoayuda de mujeres en el sur de Kirguistán, que en la actualidad cuentan ya con 170 miembros. El proyecto proporcionó formación profesional a las mujeres para que pudieran aumentar sus ingresos y las conectó con las asociaciones de personas usuarias de agua y con los gobiernos autónomos locales, de modo que las mujeres pudieran tener voz en las decisiones referentes a la gestión del agua que afectan a su vida cotidiana, sus medios de subsistencia y su seguridad.

“Antes de poner en marcha el proyecto, la situación era complicada para las mujeres. Tenían miedo de regar los campos por la noche”, prosigue Teshebayeva. “Solíamos recoger agua siguiendo estrictos turnos según el calendario acordado en las reuniones públicas, en las que las mujeres no tenían voz”. El resultado era una sensación generalizada de inseguridad entre las mujeres y cosechas reducidas, pues a menudo incumplían los turnos, ya que temían por su propia seguridad.

Teshebayeva ha sido una pionera para otras mujeres de su aldea, ya que consiguió negociar el suministro de agua durante el día y horarios flexibles de riesgo para las agricultoras, especialmente las que están solteras y encabezan sus hogares. Además, alentó a un mayor número de mujeres a participar en las reuniones de la aldea para defender un acceso seguro e igualitario para las mujeres al agua de riego.

Como resultado del trabajo llevado a cabo por ONU Mujeres y sus socios, el número de mujeres participantes en la adopción de decisiones de las asociaciones de usuarias/os de agua ha crecido de 13 a 124 en los 14 grupos de autoayuda constituidos entre 2016 y 2018.

Shakhodat Teshebayeva comparte su conocimiento sobre el manejo del agua con mujeres de diferentes regiones. Foto: Jalal-Abad, Servicio de Asesoría Rural

Estas cifras tienen gran importancia. “El proyecto garantizó que las voces de las mujeres se escuchen y sean tomadas en cuenta en la gestión de los recursos hídricos, al empoderarlas para convertirse en participantes activas en la lucha contra las desigualdades relacionadas con el acceso al agua y al control sobre ella”, manifiesta Anara Aitkurmanova, Coordinadora de Proyectos de ONU Mujeres.

A unos 100 km al nordeste de Khalmion, la aldea de Naiman se enfrentaba a menudo a retos similares. Su principal fuente de abastecimiento de agua llevaba años contaminada con mercurio, y el acceso a agua potable segura y a tierras cultivables representaban problemas clave para la comunidad. Las personas jóvenes y capaces estaban marchándose de la aldea, dejando atrás a una población de edad avanzada y menguante. A través de los grupos de autoayuda de mujeres y de jóvenes de ambos sexos que actuaron como educadoras/es de otras/os jóvenes, el proyecto de ONU Mujeres facilitó la participación de las mujeres en la gestión del agua, con notables resultados.

Roza Shamaeva, que colaboró estrechamente con el proyecto, es la primera mujer jefa de aldea y se ha convertido en una figura fundamental. Según ella, “a través del proyecto liderado por ONU Mujeres, informé a la población sobre la distribución justa y equitativa de los recursos hídricos y cómo utilizar de forma eficaz la tierra y el agua para garantizar la sostenibilidad de la agricultura. Confío en que los cambios positivos que logramos evitarán la migración de la población joven, de modo que podamos trabajar conjuntamente para desarrollar nuestra aldea.”

En 2018, Shamaeva fue reelegida como jefa del distrito rural de Naiman para su segundo mandato. No sólo ha traído a Naiman el agua, sino también la electricidad, y ha mejorado el alumbrado urbano, reparado la infraestructura de riego y convencido a la población local de la necesidad de gestionar el agua de forma eficiente y de pagar sus facturas de suministro de agua en el plazo establecido. Con la labor de promoción y defensa que ha llevado a cabo su jefa, las/os agricultoras/es de su comunidad han empezado a aplicar métodos agrícolas modernos y sostenibles, como el riego por goteo y el compostaje. Como resultado de ello, las cosechas han mejorado y tienen un menor impacto sobre el medio ambiente.

La gestión del agua es una cuestión de mujeres en las aldeas de todo Kirguistán; es necesario que todo el mundo se involucre para conseguir que las mujeres puedan influir y participar en las decisiones relativas a la gestión del agua.