Michelle Bachelet imparte la conferencia distinguida de Dame Jillian Sackler sobre salud global
Fecha:
Discurso de Michelle Bachelet, Secretaria General Adjunta de las Naciones Unidas y Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, en el la ponencia distinguida de Dame Jillian Sackler, en Hunter College, Nueva York, el 25 de octubre de 2012.
[Cotejar con el texto pronunciado]
Buenas tardes a todos. Te agradezco Noel (Lateef) por tu amable presentación. También agradezco a la Asociación de Política Exterior por invitarme a dar esta conferencia.
Quiero agradecer igualmente a la Presidenta Jennifer Raab y a Hunter College por acogernos aquí hoy. Les felicito a ambos por su liderazgo al frente de instituciones extraordinarias. Necesitamos instituciones como las de ustedes que alientan la comprensión y la ciudadanía en el mundo. Mi agradecimiento especial para usted, Dama Jillian Sackler, por su visión y liderazgo.
Hoy quisiera hablar de un tema que me importa mucho. Para mí es un tema fundamental para el progreso y la prosperidad de todas y todos en tanto que seres humanos, y que es vital a la democracia, la paz y la seguridad. Me refiero a la salud y los derechos de las mujeres y de las niñas. Desde hace ya dos años, en calidad de Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, he tenido el privilegio de viajar por todo el mundo defendiendo los derechos de las mujeres y de las niñas, siendo la portavoz mundial de la igualdad de género. He defendido y he sido testigo de una mayor atención mundial a los derechos de las mujeres y de un esfuerzo por poner fin a la violencia y la discriminación contra las mujeres.
Estamos progresando. En todas las regiones, los países han ampliado los derechos jurídicos de las mujeres. Hay más mujeres que son líderes en la política y los negocios, más niñas que asisten a la escuela y más mujeres que sobreviven al parto y que pueden planificar sus familias. Hoy hay una consciencia mundial de que mejorar la condición de las mujeres tiene que ser una prioridad política.
Sin embargo, a pesar de los progresos, sigue habiendo enormes brechas y debemos transformar esa consciencia en medidas más firmes, medidas que luchen contra las persistentes brechas salariales y oportunidades desiguales, medidas para aumentar el liderazgo y la toma de decisiones de las mujeres, medidas para erradicar los matrimonios precoces y para detener los niveles impactantes de violencia contra las niñas y las mujeres. Necesitamos medidas más firmes para hacer avanzar la salud y los derechos de las mujeres.
Digo esto porque sea que se hable de la esfera política, del parlamento, de tiempos de paz o de conflicto, los cuerpos de las mujeres siguen siendo un campo de batalla. Las violaciones se siguen usando como táctica de guerra, hay millones de mujeres menos a causa de la discriminación de género, y los derechos reproductivos siguen siendo debatidos con pasión.
Quizá les sorprenda saber que en las Naciones Unidas, el tema de la salud y los derechos reproductivos son seguidos tan de cerca por parte de algunos delegados como el desarme nuclear. Con todo, demasiado a menudo las voces que tendrían que ser oídas -las voces de las mujeres- no tienen un espacio equitativo en los debates ni en el ámbito internacional ni en el ámbito nacional. Ésa es la razón por la que soy una decidida defensora de expandir el liderazgo de las mujeres en la política y en los parlamentos, en las conversaciones de paz y en el sector privado. Es hora de que se oigan las voces de las mujeres. Esto es particularmente importante cuando se trata de mejorar la salud de las mujeres y de hacer avanzar sus derechos. En la actualidad se niega a demasiadas mujeres expresar su opinión, elegir y controlar sus propios cuerpos.
Nos respaldan en este esfuerzo la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer de la ONU, los programas de acción de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo de 1994 y la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer de 1995, así como las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU sobre las mujeres, la paz y la seguridad.
Gracias al tratado internacional sobre los derechos de las mujeres y al trabajo de promoción de muchos, los derechos reproductivos están cada vez más protegidos por las legislaciones nacionales y están amparados por las políticas y los programas. Esto es relevante porque los derechos reproductivos son fundamentales para la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, para la paz y la seguridad, y para el desarrollo económico. Gracias a las resoluciones del Consejo de Seguridad, se está adoptando medidas para involucrar a más mujeres en la paz y la seguridad y para prevenir y castigar la violencia sexual en los conflictos.
Yo viajo por todo el mundo y, para preparar mis visitas a los países, estudio sus diversas características, la evolución de su desarrollo y los indicadores nacionales. He encontrado una tendencia común: la salud y el bienestar de las mujeres y de las niñas es un indicador de la salud del país. No digo que sea una ciencia exacta, pero el examen de algunos indicadores como el riesgo de muertes maternas, el porcentaje de mujeres que usan métodos modernos de contracepción, el índice de alfabetismo de las mujeres y su participación en los gobiernos nacionales, y la asistencia de las niñas a la escuela sí nos dice mucho acerca de un país, de su estado actual y de sus perspectivas futuras.
Si se estudian los países que tienen los índices más altos de muertes y de discapacidad de las madres, los países que son los peores lugares del mundo en donde ser madre o niño o en donde crecer, se verá que son los países que están pasando dificultades muy serias como Afganistán, Chad y Somalia.
Lo inverso también es cierto: los países que tienen los niveles más altos de igualdad de género, los países nórdicos como Noruega, Finlandia, Islandia y Suecia, los países donde las mujeres tienen los mejores niveles de salud, de educación, de oportunidades económicas y de participación política, son los países que tienen un buen desempeño y que ocupan los niveles más altos de desarrollo humano. Las sociedades más saludables y más dinámicas tienen mujeres y hombres saludables que gozan de sus derechos humanos. Esto no sólo es verdad para los países, también es verdad para las empresas. Las naciones y las empresas tienen desempeños mejores cuando las mujeres tienen las mismas oportunidades y pueden desempeñar sus funciones plena y equitativamente.
Ésta no es sólo mi opinión personal o la ideología de un grupo de feministas, sino que es la conclusión de una cantidad creciente de estudios e informes de gobiernos, universidades, centros de estudios estratégicos, organizaciones y del sector privado. Permítanme darles algunos ejemplos.
El Banco Mundial ha indicado que una mayor igualdad de género mejora la productividad, los resultados del desarrollo para la próxima generación y hace que las instituciones sean más representativas.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo ha concluido que el empoderamiento de las mujeres es un catalizador y es fundamental para el crecimiento económico, el desarrollo social y la sostenibilidad medioambiental.
El Foro Económico Mundial indica en su informe sobre la Brecha Mundial de Género que la igualdad de género guarda una relación positiva con el crecimiento económico en 134 países.
Goldman Sachs hace notar que si se reduce las barreras a la participación de las mujeres en el mercado laboral, se puede aumentar el PIB del continente americano en un 9 por ciento, de la eurozona en un 13 por ciento y de Japón en un 16 por ciento. Si se libera el potencial de las mujeres, se puede obtener un aumento del 14 por ciento en los ingresos per cápita para 2020 en muchas economías, inclusive las de China, Rusia, Indonesia, Viet Nam y Corea.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura indica que si se da a las agricultoras el mismo acceso que a los hombres a la tierra, el crédito, los fertilizantes y otros insumos, se puede incrementar el rendimiento de las cosechas nacionales en un 4 por ciento, mejorar la seguridad alimentaria y reducir el hambre.
Los consultores de gestión McKinsey & Company han visto que las compañías que tienen una mayor cantidad de mujeres en sus juntas directivas son las que arrojan los mejores desempeños.
Todo esto nos lleva a concluir que mantener la desigualdad entre las mujeres y los hombres no puede considerarse ya una opción. En este mundo tan complejo y dados los retos económicos, demográficos, medioambientales y políticos sin precedentes, ya no podemos permitirnos desperdiciar el potencial de la mitad de la población del mundo. La lucha por la igualdad de género y los derechos de las mujeres es la causa más noble del siglo XXI.
Hace mucho que sabemos que el estado de salud de las mujeres y las disparidades en materia de salud entre los sexos son a menudo indicadores importantes de la inequidad en la sociedad. Los países que tienen los índices más altos de fertilidad y los índices más altos de mortalidad materna e infantil son aquéllos denominados como los menos adelantados. Por supuesto, lo inverso también es cierto. A medida que los países son más ricos, las personas tienen mejor salud y mejor estándar de vida.
Sin embargo, sólo el crecimiento económico no es garantía de progresos para las mujeres y para su salud. Si bien índices mayores de ingresos indican que los países tienen más dinero para mejorar la salud de las mujeres, en última instancia queda a discreción de los gobiernos cómo gastar el dinero. Sabemos que si los gobiernos gastan el dinero mejorando la salud y la condición jurídica de las mujeres, se mejora las condiciones sociales y el desempeño económico. Si se da las mismas oportunidades, si se empodera a las niñas y a las mujeres con salud y educación y se saca partido de sus talentos y liderazgo en la economía, la política y la sociedad, los países tienen éxito y se mantienen competitivos en el entorno actual de mundialización, cambios rápidos e interconexiones.
Invertir en las mujeres y las niñas es particularmente importante en estas circunstancias. Si miramos hacia el futuro, vemos tendencias emergentes que exigen dar una respuesta en materia de salud en todos los sectores, con un énfasis especial en las mujeres. Estoy hablando de dinámicas de población, cambio climático, la emergencia de los países de ingresos medios y la carga cada vez mayor de enfermedades no contagiosas.
En la actualidad, las enfermedades no contagiosas (cáncer, enfermedades cardiovasculares y diabetes) afectan cada vez más a las mujeres y son responsables de más del 60 por ciento de las muertes en el mundo. Casi el 80 por ciento de esas muertes ocurre en países de ingresos bajos y medios. Se estima que para 2030, las enfermedades no contagiosas en los países de bajos ingresos sobrepasen las enfermedades contagiosas, maternas, perinatales y nutricionales combinadas. Es una amenaza creciente que puede llevar a las familias a la pobreza y tener un impacto adverso sobre las economías nacionales. Por lo tanto, se necesita tomar medidas urgentes para ofrecer servicios integrados de salud que atiendan las necesidades de las mujeres y que promuevan estilos de vida saludables.
También tenemos que prestar más atención a la dinámica de la población. En la actualidad, ustedes y yo somos uno de 7.000 millones de personas que habitan la Tierra. Aunque las personas viven más y tienen vidas más saludables, sigue habiendo enormes desigualdades que tienen que ser atendidas. El actual ritmo de crecimiento agrega unas 78 millones de personas más por año, y casi todo ese crecimiento se da en las áreas urbanas de países menos adelantados, algunos de los cuales ya luchan por subvenir a sus necesidades. Al mismo tiempo, muchos países ricos y de ingresos medios están preocupados por la baja tasa de fertilidad, por la disminución de la población y por un promedio de edad más avanzado.
A medida que la población mundial pase de los actuales 7.000 millones a casi 9.000 millones en 2040 y que la cantidad de consumidores de clase media crezca en 3.000 millones en los próximos 20 años, la demanda de recursos crecerá de manera exponencial. Para 2030, el mundo necesitará por lo menos 50 por ciento más alimentos, 45 por ciento más energía y 30 por ciento más agua, todos en un momento en que los parámetros medioambientales imponen nuevos límites de suministro.
Creo que nuestra capacidad de vivir juntos sobre un planeta saludable dependerá de un liderazgo ético que atienda las desigualdades, las disparidades y la discriminación en la sociedad. Necesitamos un liderazgo incluyente que promueva y proteja las mismas oportunidades, dignidad humana y derechos humanos.
Esto se ve claramente cuando se estudia la salud de las mujeres. Quizá la estadística que impresiona más en materia de salud de las mujeres es el hecho de que no están en el mundo casi 4 millones de mujeres debido al infanticidio, descuido u otras causas no naturales. De estas mujeres faltantes, dos quintos nunca nacieron, un quinto murió en la primera infancia y la niñez, y los otros dos quintos murieron entre los 15 y los 59 años de edad por causas que van de la discriminación patente, a una preferencia por los varones, una ausencia total de recursos en las familias para los niños, o la mortalidad materna y el VIH/SIDA en las mujeres en edad reproductiva.
Debido a la discriminación y la violencia de género, las mujeres tienen más probabilidades de contraer el VIH. Los índices de infección de VIH entre las jóvenes de entre 15 y 24 años son dos veces mayor que el de los hombres. En muchos casos las mujeres simplemente no tienen los medios de protegerse. En África subsahariana, donde vive la mayoría de las personas que viven con el VIH, hay sólo un preservativo femenino por cada 36 mujeres.
Si examinamos los indicadores de salud, la mortalidad materna representa la mayor desigualdad entre los ricos y los pobres. Todos los días mueren 800 mujeres de complicaciones en el embarazo y en el parto, o sea dos mujeres por minuto. Todos los años esas complicaciones dejan a más de 10 millones de mujeres con discapacidades físicas y mentales.
Sabemos que en el mundo, la mortalidad materna se debe a una ausencia de acceso a servicios de salud de calidad. El alto índice de mortalidad materna, con la gran mayoría de muertes de madres en África subsahariana y en Asia meridional, tiene sus raíces en la pobreza y la desigualdad de género, que se traduce en un bajo acceso a la educación, especialmente para las niñas, en los matrimonios precoces, en el embarazo de las adolescentes y en el bajo acceso a la información y servicios de salud sexual y reproductiva, inclusive para los adolescentes.
Sabemos que cuanto más se respete los derechos de las mujeres, inclusive el derecho a la salud sexual y reproductiva, tendremos índices más bajos de madres que mueren en los embarazos y los partos, índices más bajos de la infección de VIH, índices más bajos de niñas adolescentes que quedan embarazadas e índices más bajos de abortos. También sabemos del análisis de los datos macroeconómicos que las mejoras en la salud reproductiva reducen los índices de fertilidad, llevan a una mejor nutrición, salud y educación de los niños, y aumentan la cantidad de mujeres que participan en el mercado de trabajo, lo que da ímpetu al crecimiento económico.
Entre 1960 y 1995, el rápido crecimiento económico de los así llamados tigres asiáticos (Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán), estuvo respaldado por los aumentos en la cantidad de personas en edad de trabajar, los aumentos en la participación de las mujeres en el mercado laboral y los aumentos en materia de educación.
Los estudios muestran que los países que ofrecen mayores oportunidades para las mujeres y las niñas en materia de educación y trabajo han logrado una mayor prosperidad y progreso social. Un ejemplo es Bangladesh, que ha mostrado importantes adelantos desde la década de 1970. Bangladesh ha reducido la mortalidad infantil y materna, aumentado las esperanzas de vida, aumentado la cantidad de niñas que van a la escuela y reducido la fertilidad de 7 a 2 hijos en promedio por mujer. Este ejemplo muestra los importantes beneficios de empoderar a las mujeres. Las vidas han mejorado y la economía de Bangladesh ha alcanzado un crecimiento de más del 6 por ciento anual en la última década.
Amigos, hoy y siempre, las personas como ustedes y las instituciones como la Asociación de Política Exterior y Hunter College se unen para hacer avanzar los derechos de las mujeres y la salud pública.
Este año ONU Mujeres se unió a ONUSIDA y a otros organismos de la ONU en una alianza mundial para hacer avanzar la salud de Todas las Mujeres y de Todos los Niños. Desde el inicio de esta campaña en 2010, más de 200 socios han creado políticas, suministrado servicios y asumido compromisos financieros para hacer avanzar la Estrategia Mundial para la Salud de la Mujer y el Niño, por un equivalente de más de 40.000 millones de dólares.
Estos compromisos están dando resultados. El VIH/SIDA está siendo controlado lentamente pero a paso firme. En todos los países, los hombres, las mujeres y los jóvenes se están movilizando para poner fin a la violencia y la discriminación contra las niñas y las mujeres. La salud de las mujeres y de los niños está mejorando. Los progresos se dan en todas las regiones, pero de todos modos se necesitan medidas más rápidas.
El acceso a la planificación familiar puede hacer disminuir las muertes maternas en un 20 a 35 por ciento. Sin embargo, en la actualidad hay unas 222 millones de mujeres que les gustaría planificar y espaciar sus partos pero que carecen de acceso a métodos eficaces de contracepción. Los socios mundiales, incluyendo al Fondo de Población de las Naciones Unidas, están aumentando el acceso a la planificación familiar. Aplaudo y apoyo este esfuerzo.
Esto es particularmente importante para las jóvenes. Hoy, los embarazos y las condiciones de las madres son la causa número uno de muerte de las adolescentes de entre 15 y 19 años de edad en el mundo. Estas niñas tienen dos veces más probabilidades que las mujeres de más de 20 años de morir durante el embarazo o el parto. Para las niñas de menos de 15 años, los riesgos son 5 veces mayores. A pesar de ello, una de cada siete niñas en países en desarrollo se casa antes de los 15 años. Ésta es la razón por la que los organismos de la ONU se unieron este año para el primer Día Internacional de la Niña, con el propósito de hacer un llamado para poner fin a los matrimonios precoces de modo que las niñas puedan ser niñas y no novias.
La campaña Todas las Mujeres, Todos los Niños tiene como fin salvar la vida de 16 millones de mujeres y niños, prevenir 33 millones de embarazos no deseados, detener los problemas de crecimiento de 88 millones de niños, y proteger a 120 millones de niños de la neumonía para 2015. Ésta es una tarea enorme y sin precedentes pero se puede lograr a través de la unión y de acciones concertadas entre todos los sectores, que fortalezcan los sistemas de salud y atiendan las determinantes sociales de la salud.
Una vacuna o un tratamiento contra el SIDA dan mucho mejores resultados si la persona dispone de alimentos, agua potable y saneamiento. La contracepción funciona mejor si la mujer puede tomar sus propias decisiones acerca de su cuerpo y de su vida. La salud pública mejora cuando también se hacen esfuerzos por luchar contra la pobreza, la violencia y la discriminación.
Si hay una cosa que querría que recordasen hoy de esta charla es que, en todo el mundo, en todos los países, las mujeres y las niñas están defendiendo sus derechos. Están defendiendo los mismos derechos, las mismas oportunidades y la misma participación, y sus padres, abuelos, hermanos, tíos, esposos y compañeros las apoyan cada vez más.
En este momento de la historia, en la segunda década del siglo XXI, estamos en una nueva fase de entendimiento de la humanidad. Nos damos cuenta que para alcanzar nuestro potencial en cuanto que comunidades, países y civilización, es necesario liberar el pleno potencial de las niñas y las mujeres. Agradezco a todos por lo que hacen. El arco de la historia se está inclinando y lo hace hacia las mujeres y la igualdad.
Muchas gracias.