En Palestina, un centro ofrece refugio y cambia las vidas de las sobrevivientes de violencia

Fecha:

“Libertad cuando no puedo volar” por Rima Issa
“Libertad cuando no puedo volar” por Rima Issa

Procedente de una aldea cercana a Hebrón, Mayy (nombre ficticio) tenía 19 años de edad cuando su familia amenazó con matarla. En busca de auxilio, acudió al Centro Mehwar de protección y empoderamiento de las mujeres y las familias.

 

Mayy fue una de las primeras mujeres atendidas. Fue concretamente la segunda que recibió amparo en el Centro Mehwar, que se inauguró en Belén en el año 2007. Su transformación de sobreviviente de la violencia a mujer educada y segura de sí misma es en gran medida fruto del tiempo que pasó en el centro.

Creado con el apoyo de ONU Mujeres y fondos del Gobierno de Italia, fue el primer centro polivalente nacional del territorio palestino ocupado en combinar actividades de prevención, protección, empoderamiento y sensibilización de la comunidad, ofrecer servicios sociales, psicológicos y de asesoramiento jurídico y servir de refugio para mujeres y sus hijas e hijos.

Mayy necesitó más de un año para sincerarse con el equipo de Mehwar. Las mujeres sometidas a abusos sexuales dentro de la familia en edades muy tempranas sufren un profundo daño emocional y afectivo. Crean barreras de protección en las relaciones sociales y afectivas para evitar volver a ser victimizadas.

Finalmente, el apoyo constante del personal del Centro sirvió para que Mayy pudiera explicar su horrible historia de abusos y violencia cometidos primero dentro de su familia, y posteriormente por su comunidad.

Según una encuesta de 2011 de la Oficina Central de Estadísticas de Palestina, [i] el 37 por ciento de las mujeres casadas estaban expuestas a violencia por parte de sus maridos, el 30 por ciento de mujeres solteras entre los 18 y los 64 años de edad afirmó haber estado expuesta a violencia física y el 26 por ciento sufrió violencia psicológica.

El Centro Mehwar ofrece un espacio donde las mujeres víctimas de la violencia pueden sentirse seguras y acceder a los servicios necesarios para poder lidiar con el trauma.

“El centro ofrece actividades que mejoran la toma de conciencia de las mujeres respecto a sus derechos legales, así como sobre temas de salud y sociales”, explica Maysoon Ramadan, Directora del Centro Mehwar. “Les ayuda a aumentar sus habilidades y conocimientos sobre los recursos disponibles, algo que no tienen cuando las acogemos.

Los cursos de rehabilitación y vocacionales también tienen como objetivo ayudar a las mujeres a adquirir competencias que les permitan acceder a nuevas oportunidades laborales una vez que abandonen el centro”.

El camino hacia la rehabilitación y el empoderamiento es largo, y para muchas mujeres como Mayy, estudiar no fue una opción fácil. Al principio, Mayy no quería estudiar, le faltaba concentración y disciplina. Su equilibrio psicológico y emocional era muy frágil. Pero, poco a poco, se la pudo convencer para que asistiera a un curso de un año para secretarias médicas. Pero sin dado su necesidad de seguridad económica, empezó a trabajar en una tienda para ganar algo de dinero.

Pese a haber abandonado el refugio, el equipo de Mehwar continuó trabajando con ella. Se centró en su protección y reintegración en su comunidad y familia, e inició una larga y ardua negociación y un reacercamiento prudente que finalmente convenció al padre de Mayy de que lo mejor para su hija y para la credibilidad de la familia era darle una oportunidad para educarse y conseguir un trabajo cualificado.

Este accedió a que Mayy se inscribiera en un curso de enfermería en el Hospital Infantil de Cáritas de Belén, mientras vivía en una residencia de estudiantes bajo la supervisión del equipo de Mehwar.

Durante sus dos años de estudios, el equipo de Mehwar siguió ofreciendo a Mayy no sólo apoyo psicosocial y un lugar seguro donde ir siempre que lo necesitara, sino también ayuda económica para poder sufragar la colegiatura y contribuir a los gastos de alojamiento en la residencia de estudiantes. Al final, Mayy se graduó como enfermera.

El día de su graduación, Mayy sonrió con los ojos llenos de lágrimas, y dijo con orgullo: “Ahora me toca ir a la universidad”. Su viaje acababa de empezar.