Refugiadas congoleñas que viven con el VIH salen adelante y logran emanciparse

Las mujeres cultivan setas y tomates, adquieren habilidades de comercio y agricultura y crean fondos comunes en un proyecto que también combate el estigma social y la violencia de género.

Fecha:

“Me diagnosticaron VIH en 2008. Lo contraje en el campamento”, afirma Angelique, madre de cinco hijos que vive en el campamento de refugiados de Gihembe, en la provincia del norte de Rwanda. Angelique es de la región de Masisi, de la República Democrática del Congo, y lleva viviendo en el campamento desde 1997. El campamento de Gihembe acoge a unos 20.000 refugiados, mujeres y hombres

El paisaje verde y exuberante de Rwanda contrasta duramente con la arquitectura de adobe uniforme que presenta el campo de refugiados de Gihembe. La vida en el campamento tiene su propio ritmo: se oyen lejanos los cantos sobre las colinas, proceden de una iglesia que hay en el centro del campamento; la risa de niñas y niños inunda todos los rincones por donde juegan; la gente hace cola para conseguir agua y las mujeres cocinan y lavan la ropa. Hay un pequeño mercado abierto entre las casas, donde se vende carbón, tomates y cebollas.

Pero las personas refugiadas siguen siendo un grupo vulnerable, atrapadas entre la dificultad de volver a casa o integrarse plenamente en el país anfitrión. Algunas de las que están en el campamento de Gihembe han vivido allí desde que se estableció en 1997; otras, que fueron repatriadas a la República Democrática del Congo, han tenido que regresar debido a la inestabilidad de ese país. Las oportunidades para fomentar las habilidades y crear medios de vida son limitadas, ya que toda la población del campamento depende de la asistencia humanitaria.

En Rwanda, las mujeres y niñas representan prácticamente el 60 por ciento de adultos que viven con el VIH. Las jóvenes de 18 y 19 años de edad tienen diez veces más posibilidades de contraer el VIH que los jóvenes varones de la misma franja de edad.

Angelique está en la oficina de coordinación del proyecto del campamento para el VIH/SIDA. Viste un elegante vestido azul hecho de kitenge, un tejido muy colorido típicamente africano. Es una de las beneficiarias del proyecto REWARD (del inglés, Mujeres refugiadas en la agricultura para el desarrollo rural) respaldado por Una ONU Rwanda (ONU Mujeres, ONUSIDA, ACNUR y PMA), que tiene como objetivo el empoderamiento económico de las mujeres refugiadas que viven con el VIH/SIDA.

Una residente del campamento de Gihembe cultiva. Foto: ONU Mujeres/Stephanie Oula

Angelique es una de las 50 mujeres que viven con el VIH dedicadas al cultivo de setas y tomates. El proyecto REWARD también proporciona alimentos suplementarios a las mujeres, que tienen necesidades nutricionales especiales debido a su condición seropositiva.

Cada una de las mujeres destina al proyecto un día entero a la semana. El horario, diseñado por el propio grupo, permite a las mujeres encargarse también de sus responsabilidades domésticas. Se reúnen periódicamente para comentar diversos temas de mujeres, entre ellos, la salud y la economía, además de la coordinación del proyecto. El grupo crea recursos comunes y comparte sus ahorros, mediante decisiones consensuadas. Una de las mujeres, designada como tesorera, determina la cantidad de setas que se vende y las que pueden consumir las integrantes del grupo.

“La cooperativa cultiva setas por primera vez y obtiene buenas cosechas”, afirma Angelique. “Voy a utilizar el dinero que gano en la alimentación, la educación y la salud de mis hijas e hijos, entre otras necesidades”.

Además de potenciar su empoderamiento económico, el proyecto también fomenta un sentimiento de comunidad y de apoyo a las mujeres. Como resultado, se reduce enormemente su vulnerabilidad social y de sustento.

Según Peripeti Musabyimana, coordinadora del programa de Gihembe para el VIH, el 1,4 por ciento de la población total del campamento vive con el VIH. El estigma sigue siendo uno de los retos más importantes a los que se enfrentan las personas refugiadas que viven con el VIH. Se manifiesta en habladurías que se difunden por el campamento, y da como resultado la exclusión de las actividades sociales, además de violencia.

“Hay casos en que las niñas y los niños dejan de ir a la escuela porque sufren acoso y burlas por el hecho de ser seropositivos”, constata la Sra. Musabyimana.

Asimismo, afirma que las mujeres que viven con el VIH en Gihembe sufren una doble discriminación, por una parte por la enfermedad que padecen, y, por otra, debido a los roles de género tradicionales y la discriminación que se genera en un campamento dominado principalmente por hombres. El resultado es la estigmatización social y la violencia de género, aunque se están realizando esfuerzos para abordar ambos problemas.

En el campamento de Gihembe, una asociación llamada Tubeho (“Vamos a vivir” en kinyarwanda) ayuda a combatir el estigma y ofrece apoyo a las mujeres que viven con el VIH/SIDA, a fin de mejorar su seguridad económica y prevenir la violencia de género, que constituye un problema grave pese a las medidas de prevención y respuesta adoptadas en el campamento.

Gracias a la autonomía económica adquirida, el grupo de mujeres ha aumentado su confianza y su situación, y la visibilidad que tienen las mujeres emprendedoras que viven con el VIH es una manera importante de combatir el estigma.

Ntuzamukunda es la líder electa del proyecto. Entre sus tareas, se incluye la gestión de la cooperativa y la organización de las reuniones del grupo. Cuando se le pregunta por las dificultades a las que se enfrenta, afirma, “Es difícil para las mujeres compaginar responsabilidades. Trabajan mucho en casa y en su proyecto”.

Este grupo de mujeres ya ha identificado los productos más rentables y cosechado 300 kilos de setas en la primera fase del proyecto. Un kilo de setas equivale a unos 1.000 RWF (1,47 dólares estadounidenses) a precio de venta.

Las integrantes reciben capacitación sobre temas de comercio y agrícolas en todas las fases del proyecto y han abierto una cuenta bancaria para depositar sus ahorros y ampliar su actividad a otros ámbitos de negocio.

Angelique tiene la esperanza de poder volver algún día a su país de origen. Y, cuando eso ocurra, tiene previsto cultivar setas allí también.

La financiación procedente del fondo para la iniciativa Una ONU permite a ONU Mujeres y sus socios ACNUR, ONUSIDA y PMA ofrecer apoyo económico y técnico al proyecto REWARD.