En palabras de Tanya Gilly Khailany: “Cuando se trata de los derechos de las mujeres, no hay espacio para la diplomacia”

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Tanya Gilly Khailany. Photo: UN Women/Ryan Brown
Tanya Gilly Khailany. Photo: UN Women/Ryan Brown

Tanya Gilly Khailany, del Kurdistán iraquí, es exparlamentaria iraquí (2006 – 2010) y cofundadora de la Fundación SEED, una organización que trabaja con las sobrevivientes de la violencia y la trata en Iraq. Destacada activista en favor de los derechos de las mujeres, Gilly Khailany fue una de las parlamentarias clave que legislaron la cuota del 25% para mujeres en los consejos provinciales iraquíes. Recientemente pronunció un discurso como experta en participación política y consolidación de la paz durante un acto paralelo al margen del 73o período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que tuvo lugar el 26 de septiembre en Nueva York. En esta entrevista, la Sra. Gilly-Khailany habla sobre lo que le motiva, y qué significa en la práctica la participación efectiva de las mujeres en los procesos de paz.

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Soy una activista; llegué desde el activismo y me convertí en legisladora. Hubo varios incidentes y momentos que me trajeron a este camino.

Recuerdo uno con mi hijo, cuando estaba en quinto año y tenía que redactar un escrito sobre el tema que eligiera. Yo le estaba ayudando. Me dijo: ‘Podría escribir sobre los derechos de las mujeres, pero no quiero que mis amigos se rían de mí’.

En aquel momento yo era parlamentaria. Pensé en todo el trabajo que había hecho... y aquí estaba mi hijo, sintiéndose incómodo al hablar de los derechos de las mujeres. Aquel suceso me hizo pensar y me motivó a seguir adelante.

Mi hijo tardó años en hablar abiertamente sobre los temas relacionados con las mujeres. Hoy está preparando su tesina sobre la violencia de género en la industria de la tecnología. Pero él sólo es una persona; hemos de asegurarnos de que miles, millones de chicos se sientan cómodos al hablar de los derechos de las mujeres.

Yo lucho por la igualdad de oportunidades. No se debería impedir a una mujer perseguir sus sueños y aspiraciones por el hecho de ser mujer. Una de las medidas en las que trabajé como parlamentaria, y de la que me siento especialmente orgullosa, es el sistema de cuotas para mujeres que se incluyó en la Constitución iraquí. Pedíamos un 40% para mujeres en el Parlamento iraquí, aunque finalmente conseguimos un 25%. Trabajé con mujeres activistas para establecer esa misma cuota en los consejos provinciales. El hecho de lograr introducir la cuota a nivel provincial era realmente importante, porque las mujeres podrían utilizar los consejos provinciales como trampolín para regresar a la esfera política, aprender y crecer. Ahora hay en el Parlamento iraquí muchas mujeres que han llegado desde los consejos provinciales.

Mi lucha también tiene que ver con la paz. La paz no sólo depende de la seguridad; también de la igualdad y la justicia social. Nadie está por encima de la ley, y la ley no debería discriminar a nadie.

Para conseguir la paz se necesita una participación significativa de las mujeres. Para que esto suceda, lo primero que debe ocurrir es que las mujeres tengan un lugar reservado en la mesa. En mi país ha habido muchas mujeres en los partidos políticos, y han encabezado grupos oficiosos de mujeres en el Parlamento; pero cuando se debaten los temas realmente importantes, las mujeres todavía no tienen su lugar en la mesa. Pero también se trata de traer a la propia mesa los temas que importan a las mujeres.

Cuando hablamos de paz duradera, no podemos olvidarnos de la reconciliación. Sin embargo, la gente habla de reconciliación política entre partidos políticos. Hay mujeres que se han visto profundamente afectadas por el conflicto; ¿cómo podemos no hablar sobre su reconciliación? Sencillamente, las mujeres deben ser escuchadas cuando se abordan los temas importantes para gobernar el país.

El mantenimiento de la paz no consiste únicamente en proteger a las mujeres en tiempos de guerra, sino también en épocas de paz. Las Naciones Unidas cuentan con las herramientas necesarias para exigir a los países que cumplan las resoluciones y los tratados. A cualquier país que los incumpla se le debería exhortar a deponer su actitud.

Cuando se trata de los derechos de las mujeres, no hay espacio para la diplomacia”.