A pesar de la existencia de desafíos cada vez más graves, las mujeres en Irak desempeñan papeles fundamentales en la respuesta nacional ante COVID-19

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A pesar de la existencia de desafíos cada vez más graves, las mujeres en Irak desempeñan papeles fundamentales en la respuesta nacional ante COVID-19

La pandemia del coronavirus es uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta Irak, pero no es el único. Además de luchar contra este virus mortal, el país ha estado lidiando con protestas populares en varias regiones, un proceso de reconstrucción complejo para grandes partes del país recientemente liberadas de grupos terroristas, y la disminución de los ingresos nacionales procedentes del petróleo, que experimentó una fuerte caída en los precios como consecuencia de la pandemia.

Asimismo, el sector sanitario de Irak carece de recursos. El presupuesto de este sector, de sólo un 2,5 % del presupuesto nacional de 106 500 millones de dólares estadounidenses (2019), representa una pequeña parte del gasto en comparación con países vecinos de Oriente Medio. La insuficiente financiación del sector ha dado lugar a una escasez de hospitales, equipo médico y suministros, así como de personal médico especializado y general.

Todos estos desafíos juntos han impuesto complejas exigencias al personal de primera línea en Irak. Las trabajadoras, en concreto, están soportando una carga desproporcionada, puesto que se enfrentan a responsabilidades adicionales en sus hogares y comunidades.

«Las mujeres iraquíes han demostrado que tienen una gran capacidad de resiliencia en los distintos sectores en los que trabajan», afirma Dina Zorba, Representante de ONU Mujeres para Irak y Yemen. «ONU Mujeres colabora estrechamente con sus socios para minimizar la repercusión de COVID-19 en las mujeres y para garantizar que estas puedan desempeñar sus funciones al servicio de sus comunidades y su país».

Zorba también destacó que, como en muchas partes del mundo, las medidas para reducir la diseminación del virus, como los confinamientos y los toques de queda, han exacerbado las desigualdades preexistentes para muchas mujeres; el país ha experimentado un aumento en los casos de violencia doméstica y de género desde el comienzo de la pandemia.

«ONU Mujeres, junto con sus socios, está centrando su atención en la lucha contra la violencia doméstica y de género, y en minimizar las repercusiones de la situación sobre las mujeres, especialmente las más necesitadas», declara Zorba.

A pesar de los desafíos sin precedentes, las mujeres iraquíes están desempeñando un papel fundamental en la respuesta nacional ante COVID-19 como líderes, trabajadoras sociales y sanitarias, y personal de respuesta ante la violencia doméstica y de género.

A continuación se presentan cinco historias de mujeres iraquíes que describen cómo la crisis del coronavirus ha afectado a sus vidas.

La gestión de las presiones del trabajo y el hogar como trabajadora sanitaria esencial

  Mariam Taha, trabajadora del Laboratorio central de salud pública de Erbil, en la región de Kurdistán, Irak. Fotografía: cortesía de Mariam Taha.
Mariam Taha, trabajadora del Laboratorio central de salud pública de Erbil, en la región de Kurdistán, Irak. Fotografía: cortesía de Mariam Taha.

Mariam Taha tiene 36 años y es auxiliar técnica en el Laboratorio central de salud pública de Erbil, en la región de Kurdistán, Irak. Desde que se detectaron los primeros casos de COVID-19 en Irak en febrero de 2020, la vida de Taha ha cambiado radicalmente.

Taha, que normalmente trabaja ocho horas al día, registra ahora turnos de 11 horas.

La naturaleza de su trabajo también ha cambiado: el laboratorio ha pasado a dedicarse exclusivamente a realizar pruebas a casos sospechosos de COVID-19. Taha vive ahora con el temor constante de contraer el virus en el trabajo y contagiar a su familia.

«Por mucho que intente fingir que la situación es normal, lo que está ocurriendo me preocupa», confiesa Taha. «Me lavo y esterilizo las manos continuamente. Evito los lugares concurridos e intento mantener las distancias con mis colegas y pacientes», añade.

Aunque no se han registrado casos de COVID-19 en el centro en el que trabaja, y sigue todas las medidas de precaución, incluido el uso de mascarillas, guantes, gafas y trajes en el trabajo, la preocupación por contraer y propagar el virus se ha convertido en parte de la vida diaria de Taha.

«Siempre que salgo del trabajo, la idea de poder contagiar a mi familia me angustia y preocupa. Antes de abandonar el centro, me desprendo del equipo de protección individual desechable y me esterilizo con medios de esterilización médica. En cuanto llego a casa y antes de tener contacto físico con cualquier persona de mi familia, me ducho y lavo la ropa que he usado», explica Taha.

Al tiempo que las exigencias de su trabajo se han complicado durante la pandemia, Taha lidia con desafíos en otros frentes.

Explica que sus responsabilidades como esposa y madre han aumentado, especialmente tras el cierre de los colegios. «Mis cuatro hijos están ahora en casa sin recibir clases, excepto uno que sí recibe formación a distancia en línea y necesita que dedique tiempo a supervisar sus tareas».

La ayuda a los demás, a pesar de las pérdidas personales

Fayza Elias Rashu cose mascarillas para distribuirlas entre la comunidad desplazada en el complejo de Sharya para personas desplazadas ubicado en la gobernación de Duhok, del noroeste de Irak. Fotografía: cortesía de Dak Organization for Ezidi Women Development.
Fayza Elias Rashu cose mascarillas para distribuirlas entre la comunidad desplazada en el complejo de Sharya para personas desplazadas ubicado en la gobernación de Duhok, del noroeste de Irak. Fotografía: cortesía de Dak Organization for Ezidi Women Development.

Hace diez años, Fayza Elias Rashu y su familia, que pertenecen al grupo minoritario yazidí, dejaron su hogar en Sinyar, en la gobernación de Nínive del norte de Irak, en un intento por mejorar sus condiciones de vida. Se asentaron en el complejo de Sharya para personas desplazadas ubicado en la gobernación de Duhok, del noroeste de Irak, donde Rashu, valiéndose de su experiencia previa en la costura, encontró trabajo como modista para Dak Organization for Ezidi Women Development.

Rashu pudo mantener a su familia gracias a este trabajo, que desempeñaba con gran pericia, formando a mujeres y niñas en el oficio.

«Me encanta mi trabajo. Siempre me ha gustado mucho coser y con las oportunidades de formación que he recibido de muchas organizaciones, he cumplido mi sueño de la infancia de convertirme en modista profesional», cuenta Rashu.

Antes de la crisis de COVID-19, Rashu soñaba con convertir su pequeña tienda en un gran taller, pero la situación la ha obligado a cerrar su negocio.

Pese a su pérdida, Rashu continúa cosiendo para otras personas. Con el apoyo de Dak Organization, una de las organizaciones asociadas a ONU Mujeres, Fayza ha cosido más de 500 mascarillas y las ha distribuido de forma gratuita entre su comunidad.

«Quería hacer algo de valía para mi comunidad, especialmente para las personas que sufren el desplazamiento forzado. Es algo que quería hacer desde hace mucho tiempo», afirma con orgullo.

La lucha por la mejora de los recursos para las obrevivientes de la violencia

Kajhal Nayef Rahman, jueza de la Fiscalía de Erbil, en la región de Kurdistán, Irak, durante una actividad organizada por ONU Mujeres en 2019. Fotografía: ONU Mujeres.
Kajhal Nayef Rahman, jueza de la Fiscalía de Erbil, en la región de Kurdistán, Irak, durante una actividad organizada por ONU Mujeres en 2019. Fotografía: ONU Mujeres.

Kajhal Nayef Rahman es jueza en la Fiscalía de Erbil, en la región iraquí de Kurdistán.

Como gran parte del funcionariado público, la jueza Rahman y su oficina han soportado una pesada carga de trabajo desde el comienzo de la crisis de COVID-19.

Declara que ha habido un aumento considerable en el número de casos de violencia doméstica en la región iraquí de Kurdistán desde que comenzó la pandemia y se aplicaron las medidas de contención, por las que se cerraron los negocios y las oficinas públicas de todo el país.

«El confinamiento y el toque de queda han afectado gravemente a la capacidad de las mujeres maltratadas para comunicarse con nosotros y buscar ayuda», explica.

A pesar de las medidas de seguridad implementadas en la zona, como refugios y viviendas seguras para sobrevivientes de la violencia, las mujeres en situaciones de abuso no tienen los medios adecuados para comunicarse con las autoridades», añade la jueza Rahman.

«Con el cierre de los departamentos gubernamentales y el toque de queda, el Gobierno debe encontrar medios que permitan a las sobrevivientes de la violencia interponer denuncias, buscar ayuda, y obtener la protección y asistencia necesarias. Un teléfono de asistencia contra la violencia doméstica, por ejemplo, conectaría a las sobrevivientes con los recursos».

Tras combatir el virus en primera línea, una dentista de Bagdad se enfrenta a la enfermedad

La dentista Shahd Al-Jawari participa en una actividad para sensibilizar sobre el nuevo coronavirus con colegas en Bagdad, Irak. Fotografía: cortesía del Foro de mujeres periodistas de Irak.
La dentista Shahd Al-Jawari participa en una actividad para sensibilizar sobre el nuevo coronavirus con colegas en Bagdad, Irak. Fotografía: cortesía del Foro de mujeres periodistas de Irak.

La pandemia de COVID-19 ha afectado gravemente al personal sanitario de todo el mundo. El suministro limitado de equipos de protección individual en Irak ha provocado que gran parte del personal de primera línea tema por su vida y seguridad, así como las de sus familias.

Shahd Al-Jawari, una dentista que trabaja en Bagdad, ha contraído recientemente el virus, probablemente durante el ejercicio de su profesión o la participación en una campaña pública de sensibilización sobre el nuevo coronavirus.

Como otras personas del sector sanitario, la Dra. Al-Jawari se vio obligada a trabajar más horas a raíz del brote del virus para frenar la propagación, y proteger la salud y la seguridad de los demás.

«Debido a la situación actual, el personal médico debe trabajar más horas independientemente de su especialidad», comentaba la Dra. Al-Jawari en una entrevista con el Foro de mujeres periodistas de Irak, uno de los socios de ONU Mujeres, a principios de mayo, antes de contraer el virus.

La Dra. Al-Jawari también declaró que hay más mujeres que hombres trabajando en el sector sanitario en Irak, con aproximadamente un 60% del personal sanitario formado por mujeres. Afirma que esta estadística es «un testimonio de las capacidades de las mujeres, así como de su dedicación, compromiso y patriotismo».

«Mi trabajo ya no se limita a la práctica médica. También trabajo de manera voluntaria como presentadora en un programa de televisión para [sensibilizar] sobre los riesgos del virus y las maneras de protegerse. He realizado numerosas visitas sobre el terreno a hospitales y centros de cuarentena, y he ayudado a pacientes».

A pesar de todas las medidas de precaución que ha tomado, la Dra. Al-Jawari ha contraído el coronavirus y la han trasladado recientemente a una unidad de cuidados intensivos de un hospital de Bagdad. La Dra. Al Jawari, sobreviviente de un cáncer de mama, continúa luchando contra el virus con optimismo, determinación y esperanza.

El liderazgo de la lucha contra el coronavirus

Wasan Al-Tamimi en una visita de control junto con su equipo en un emplazamiento de la gobernación de Al-Muthanna del sur de Irak. Fotografía cortesía de SAWA Organization for Human Rights.
Wasan Al-Tamimi en una visita de control junto con su equipo en un emplazamiento de la gobernación de Al-Muthanna del sur de Irak. Fotografía cortesía de SAWA Organization for Human Rights.

«Decidida, persistente y valiente», así es como las personas que trabajan con Wasan Aref Al-Tamimi la describen. La Dra. Al-Tamimi es la Directora del Departamento de Salud Pública de la gobernación de Al-Muthanna, del extremo sur de Irak.

En plena crisis de COVID-19, garantizar la seguridad alimentaria es fundamental. Junto con su equipo, la Dra. Al-Tamimi examina todos los alimentos que llegan a la gobernación para la venta y el consumo público, e inspecciona los mercados locales para asegurarse de que los suministros alimentarios cumplan las normas sanitarias.

Asimismo, es la única mujer que forma parte de la Unidad de Coordinación para Casos de Crisis de la gobernación de Al-Muthanna, realiza el seguimiento de la implementación de los planes de respuesta ante el coronavirus en su comunidad y actúa de enlace con todos los actores pertinentes —personal médico, equipos de crisis y funcionariado de salud pública—.

«Desempeñamos un papel activo en el seguimiento de casos sospechosos y confirmados de coronavirus», explica la Dra. Al Tamimi. «Lidero la resolución de los problemas a los que se enfrenta mi equipo en los hospitales y durante las visitas de inspección, especialmente en casos en que las personas se resisten a respetar la cuarentena».

Como es el caso de muchas otras mujeres en primera línea, su trabajo no termina cuando se va a casa. Madre soltera con tres hijos, compagina largas horas de trabajo retribuido con sus labores como madre: «Intento asegurarme de… pasar tiempo con [mis hijos], escucharlos y hablar sobre los problemas que puedan tener».