Una carretera de Camerún hacia la igualdad de género
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Entre las ciudades de Batchenga, Ntui y Yoko, en el centro de Camerún, se extiende un proyecto de carretera de 200 km. Esta carretera atraviesa granjas, bosques, masas de agua y zonas de pastoreo que son el sustento de una economía principalmente agraria de casi 40 aldeas y tres ciudades.
La carretera, una infraestructura básica que muchos países dan por sentada, influye decisivamente en las vidas y los medios de sustento de las personas que viven a su vera. La carretera influye en si una pequeña empresaria puede transportar sus productos a tiempo y a qué costo, y en si acudirán más clientes al restaurante en el que otra mujer ha invertido. También determina los mercados a los que puede acceder una mujer agricultora y con qué frecuencia una madre trabajadora puede visitar a su hija, que estudia en la ciudad. Esta carretera rojiza y polvorienta a la espera de ser asfaltada dictará si llegan alimentos, ingresos, empleo, atención sanitaria y medios de vida, cuándo llegan y quién los recibe.
De aquí al año 2020, el proyecto “Gender Road Project” de ONU Mujeres, financiado por el Banco de Desarrollo de los Estados de África Central y el Gobierno de Camerún, tiene previsto dar servicio a como mínimo 20.000 mujeres que viven en comunidades rurales a lo largo de esta carretera, a fin de prepararlas para que puedan tener un futuro mejor. El proyecto imparte clases sobre habilidades financieras y empresariales y mejores técnicas agrícolas y les facilita el acceso a servicios públicos y derechos sobre la tierra.
Batchenga, donde empieza la carretera
“Crecí en Batchenga. Antes de que esta parte de la carretera estuviese asfaltada solíamos tardar tres o cuatro horas para recorrer 48 km desde Batchenga hasta Yaundé, la capital”, afirma Dorothee Mbogo, una madre soltera de 38 años de edad y propietaria y operadora de un pequeño negocio. Como la mayoría de mujeres de la zona, es agricultora.
“Ahora se tarda entre 45 minutos y una hora. Cuando el resto de la carretera esté terminada, podremos transportar nuestras frutas y hortalizas hasta Yaundé más fácilmente”.
Mbogo cultiva mandioca y sandías en menos de 2 hectáreas de tierra alquilada. Se desplaza al campo tres veces a la semana, trabaja todo el día y regresa por la tarde para abrir su pequeño negocio de “buzón de llamadas” en el mercado. Se trata de un pequeño quiosco móvil donde vende cigarrillos, dulces y algo de comida. También ofrece un servicio de teléfono de pago.
“Cada día entre 10 y 30 personas utilizan el buzón de llamadas. Cuando la ciudad se queda sin electricidad, viene más gente a utilizar el teléfono de pago porque dispongo de un panel solar y puedo cargarlo con energía solar”, explica.

Mbogo puso en marcha el negocio de buzón de llamadas telefónicas en 2018, después de participar en una capacitación respaldada por ONU Mujeres sobre cómo establecer y gestionar pequeños negocios. “Aprendí muchas competencias durante la capacitación: a comercializar los productos, a presentar el negocio, a mantener un registro de los ingresos, los gastos y los beneficios. Todos los días hago apuntes en el registro”.

Esta no es la primera vez que Mbogo intenta establecer un negocio, pero sí la primera vez que consigue beneficios. Empezó el negocio con una inversión de 110.000 francos CFA (190 USD) y actualmente gana unos 50.000 francos CFA (86 USD) al día. Aprender a elaborar presupuestos y ahorrar ha sido fundamental en su éxito.

Todo lo que hace Mbogo lo hace por su hija, que está en el primer año de secundaria en Yaundé. “Mi madre y mi padre murieron cuando yo tenía apenas dos años. Fui criada por mi tío. Fue muy difícil crecer sin el cariño de una madre… Por eso trabajo mucho para asegurarme de que mi hija tiene todo lo que yo no tuve”, explica Mbogo.
Tener una carretera asfaltada es de gran ayuda. De esta manera puede visitar a su hija algunos fines de semana, y ahora sólo tarda 45 minutos.
La carretera traerá más negocio
Una vez que se deja atrás Batchenga, ya no hay más asfalto. Plagada de baches, la carretera rojiza y polvorienta serpentea por granjas y aldeas. En buenas condiciones, los 20 km del trayecto de Batchenga hasta Ntui se recorren en seis horas. En un mal día, las y los agricultores y proveedores pueden quedarse estancados cuando la carretera está inundada o ha habido un accidente importante. Es algo que ocurre a menudo.

En un país en el que el 52 por ciento[1] de los miembros de hogares pobres son mujeres, y en el que la agricultura y el pequeño comercio son las principales fuentes de ingresos, los beneficios, las pérdidas y muchos otros factores dependen del estado de la carretera.

En el centro de Ntui, una ciudad con menos de 26.000 habitantes, el restaurante de Mereng Bessela se encuentra en la carretera principal sin asfaltar.
“Abrí el negocio del restaurante hace tres años cuando oí que el gobierno estaba construyendo una carretera entre Ntui y Yoko. Sabía que el proyecto de la carretera atraería a más gente”, afirma Bessela, una hábil empresaria. Es madre soltera, divorciada de un marido infiel, y ahora está criando a sus cinco hijas e hijos ella sola.

Mi sueño es poder construir mi propia casa y que todos mis hijos terminen la escuela.”
Mereng Bessela
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Le va bien con el restaurante y, gracias al proyecto de ONU Mujeres, también ha adquirido competencias de gestión empresarial. Es más, se ha convertido en una incipiente piscicultora y ha aprendido mejores técnicas mediante la capacitación.
Anteriormente perdía dinero porque los peces no sobrevivían debido a depósitos mal construidos; por otra parte, utilizaba alimento para peces costoso.

“He aprendido a construir el depósito, a criar y reproducir el banco de peces y a alimentarlos con productos locales y naturales que son orgánicos y menos costosos”, afirma Bessela.
Ahora ya está preparada para recibir a más clientela en su restaurante y a más gente que compre su pescado.

El proyecto Gender Road Project apuesta por el empoderamiento de las mujeres y una mayor igualdad entre mujeres y hombres en la región. “Vivimos en una zona muy pobre; las mujeres no tienen acceso a la tierra o a las finanzas, y además está el problema de la violencia de género”, explica Emmanuel Marie, coordinadora de proyectos de ONU Mujeres. “Cuando las mujeres son independientes, pueden negociar relaciones sexuales y un mayor poder de toma de decisiones en la familia y en la comunidad. Cuanto mayor sea el empoderamiento de las mujeres, más se beneficiará toda la familia y más respeto conseguirán las mujeres dentro de ella”.
Ahora las niñas pueden terminar los estudios
Cuando los servicios públicos son inaccesibles, las personas más pobres entre las pobres son quienes resultan más perjudicadas.
Se estima que 3.000 niñas y niños que viven en comunidades a lo largo del proyecto vial no tienen certificados de nacimiento. Puesto que muchas mujeres no dan a luz en hospitales, la niña o el niño no se inscribe inmediatamente en el momento del nacimiento. Conseguir un certificado de nacimiento más tarde es un proceso largo y costoso. Puede requerir hasta un año y costar 60.000 francos CFA (104 USD) por niña o niño, una cifra que muy pocas familias se pueden permitir.
Sin un certificado de nacimiento, las niñas y los niños no pueden presentarse a exámenes públicos, graduarse en la escuela primaria ni empezar la educación secundaria o superior. Tampoco pueden obtener credenciales de identificación nacional, necesarias para acceder a otros servicios públicos.

El proyecto de ONU Mujeres ha contribuido a que 200 niñas y niños consigan sus certificados de nacimiento en el plazo de un año; además, hay 155 más en curso de tramitación.
Odette Bienel, una trabajadora comunitaria del proyecto de ONU Mujeres, explica que como muchas niñas no tenían sus certificados de nacimiento no iban a la escuela o la abandonaban en primaria. “A su vez, esta situación provocaba altos índices de embarazos en adolescentes y matrimonios precoces. En primer lugar identificamos cuántas niñas y niños necesitaban certificados de nacimiento. Seguidamente hicimos labores de promoción en las diferentes unidades administrativas responsables de emitir los certificados de nacimiento —los hospitales, el ayuntamiento y los tribunales, por ejemplo— a fin de simplificar el proceso y reducir el costo. Por ejemplo, cuando una familia no podía asistir a todas las audiencias públicas, negociamos con las autoridades la posibilidad de que la jefa o el jefe de la aldea se presentara en nombre de la familia”.

El ayuntamiento local ha acordado subvencionar el costo de obtención de un certificado y ahora cada madre o cada padre tiene que pagar solamente 3.000 francos CFA (5 USD) por niña o niño.
Nbdemke Elizabeth, de 13 años de edad, y Yeng Chimine, de 12, son vecinas. Ambas se han beneficiado de esta iniciativa. Este año, se presentarán a su primer examen público. Las dos quieren ser médicas cuando sean mayores.
A Elizabeth le gustan las matemáticas y quiere ser pediatra, afirma, “para poder tratar a las niñas y a los niños y que crezcan de forma saludable. De esta manera podrán cuidar de sus familias”.
Gracias a las cooperativas, las mujeres se respaldan entre ellas
A siete horas de Ntui, se está formando una cooperativa de mujeres en la ciudad de Yoko. Lleva por nombre SOCCOMAD y tiene 42 miembros, incluidos cuatro hombres, que se unieron como aliados.

Tukuri Marie Chantal, de 52 años de edad, participa activamente. “El proyecto de la carretera nos animó a establecer una cooperativa y a empoderar a las mujeres de nuestra aldea”, afirma.

Guindong Jaqueline, de 60 años de edad, añade: “Nos dimos cuenta de que la carretera iba a traer gente para trabajar y de que la población aumentaría. Mediante la cooperativa podemos cultivar alimentos suficientes y tendremos un mercado a nuestra disposición donde venderlos”.
Una pequeña parte de la carretera cercana a su terreno ya está asfaltada. Una vez que se termine la carretera, será más fácil para las mujeres agricultoras acceder a mercados más grandes para vender sus frutas y hortalizas.
“Antes sólo producíamos alimentos para nuestras familias; ahora podemos cultivar alimentos y venderlos en el mercado”, añade Chantal. “La cooperativa también nos sirve para conseguir socios, acceso a las finanzas y semillas, y además podemos comercializar nuestros productos. De todos modos, tenemos que tener acceso a muchos mercados, donde podamos vender la mandioca. La cosecha de mandioca no se puede dejar en el suelo mucho tiempo, porque se pudre”.
La cooperativa no sólo es una cuestión de ingresos, sino también de solidaridad. En esta zona empobrecida donde apenas existe la protección social, la cooperativa ha brindado a las mujeres un sistema de apoyo que no habían tenido antes.
“Para mí, en primer lugar, [la cooperativa] me inspira solidaridad y un sentido de pertenencia al grupo”, afirma Yonah Virginie. “Cuando veo a otras mujeres que se esfuerzan por ser independientes, me anima a trabajar mucho”.

Mi llamado a otras mujeres es que debemos unirnos, porque unidas somos más fuertes.”
Wamama Agnes

“Personalmente, decidí ingresar en la cooperativa para unirme a otras mujeres. Cuando tengo algún problema, puedo estar segura de que mis hermanas estarán a mi lado”, afirma Seto Satou.
Las integrantes de la cooperativa se apoyan unas a otras en diversas cuestiones: cuando alguna está enferma otra la ayuda con el campo, hablan con las parejas cuando hay una disputa familiar y colaboran a fin de ahorrar.
“Cuando mi marido sufrió un paro cardiaco y tuve que ir al hospital, la mayoría de mujeres vino a ayudarme”.
Hoy las mujeres de SOCCOMAD respiran felicidad y esperanza. El día ha sido duro y largo, pero mientras se suben a una furgoneta alquilada para regresar a casa, cantan a pleno pulmón.
“Con la cosecha de la mandioca, tendremos dinero para viajar…
Con la cosecha de la mandioca, tendremos dinero para comprarnos un auto…
Nuestras hijas y nuestros hijos irán a la escuela…
No tendremos que pedir dinero a nuestros maridos”.

El mensaje que lanzan a otras mujeres sin duda gira en torno a la solidaridad: “Unidas, somos más fuertes. Podemos hacer cosas más grandes cuando estamos juntas”.
Notas
[1] Según encuestas a hogares del Camerún, 2014