Jóvenes activistas exigen calles más seguras en Maputo
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Jareeyah* tiene 13 años de edad y vive en Maputo. Cada mañana a las 6 sale de casa para andar durante 10 minutos hasta su escuela secundaria. El trayecto no es largo, pero siempre tiene nervios.
“A veces voy con amigas y amigos… No me siento segura en mi ciudad”, afirma.
Jareeyah vive en Ka Maxakene, un vecindario densamente poblado en el centro de la extensa capital de Mozambique, Maputo.
En 2016, poco después de que Maputo pusiera en marcha un programa de Ciudades y espacios públicos seguros como parte de la iniciativa mundial Ciudades Seguras de ONU Mujeres, se llevó a cabo un estudio para determinar el alcance del acoso sexual y otras formas de violencia contra las mujeres y las niñas en espacios públicos. Los resultados fueron sorprendentes: casi 7 de 10 niñas habían sufrido algún tipo de violencia en espacios públicos.
Pero actualmente muchachas como Jareeyah, feminista incondicional y activista por los derechos humanos desde que tenía 9 años, buscan maneras de cambiar esta situación. Mediante un grupo de liderazgo de su escuela, Jareeyah organiza debates a fin de que las y los estudiantes reflexionen sobre problemas sociales como la desigualdad de género, la violencia sexual en espacios públicos y privados, el matrimonio precoz y forzado, la inseguridad en las ciudades, las infraestructuras poco seguras, el saneamiento y la seguridad de las escuelas.
“También hablamos sobre el liderazgo de las mujeres y los espacios seguros”, afirma. “Podemos utilizar nuestras voces para hacer activismo, generar conciencia entre otras muchachas sobre los lugares a los que podemos ir y las maneras de vivir sin violencia, discriminación o insultos”.
Jareeyah lleva consigo una cámara para capturar imágenes de espacios poco seguros y utiliza su voz, su expresión artística y las redes sociales para conseguir cambios en las infraestructuras, y para que las muchachas y las niñas desempeñen un papel más importante en la toma de decisiones y en el diseño de políticas públicas sensibles al género.
Todo forma parte del programa Ciudad Segura de Maputo, que cuenta con el apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo y la ciudad de Madrid. La primera acción del programa se ha centrado en realizar actividades en dos escuelas en las que han participado jóvenes y activistas de la comunidad para cambiar actitudes y comportamientos que impiden a las mujeres y las niñas estar seguras en espacios públicos.
“Por el simple hecho de ser mujeres, los muchachos les tocaban sus partes íntimas, y tenían que soportar comentarios inoportunos y no deseados por parte de hombres”, explica la maestra de escuela secundaria de Jareeyah, Adelina Stela Manuel Chambal. “Pero esto está cambiando después de que los muchachos tomaran conciencia gracias a los debates. Ahora han empezado a respetar a sus compañeras, comprenden que el cuerpo de una mujer o de una niña no se puede tocar sin su permiso, y han aprendido a interactuar de manera más respetuosa con ellas”.
Está previsto llegar a más de 25.000 miembros de la comunidad a través de actividades de concienciación en los vecindarios de Ka Maxakene y Kamalhanculo. Además, unos 2.000 muchachos y muchachas participan en estas actividades escolares.
Entre ellos se encuentra Frenk*, de 14 años de edad, defensor de los derechos humanos y coordinador del programa de participación de los hombres para poner fin a la violencia sexual en los espacios públicos, en la escuela de secundaria de Ka Maxakene.
“Las muchachas y las niñas sufren robos o violaciones. Es algo habitual. No hay día en el que no se escuche un caso de este tipo en la televisión”, afirma. “Para que Maputo sea una ciudad segura necesitamos crear más espacios seguros. Entre las muchachas y los muchachos hablamos de lo que necesitamos como, por ejemplo, más iluminación en los vecindarios y también buzones de sugerencias donde podamos denunciar la violencia de manera segura”. En la escuela de Frenk ahora se ha instalado un buzón de sugerencias, donde el alumnado y el personal docente y no docente pueden comunicar de manera anónima cualquier queja que tengan, que posteriormente se dirige a una autoridad designada y a la dirección de la escuela.
Frenk organiza debates entre sus compañeras y compañeros que animan a pensar sobre las masculinidades tóxicas y cómo transformarlas para conseguir un cambio positivo.
“Los muchachos tienen que cambiar la cultura del machismo y dejar de verse a sí mismos como poderosos o violentos, y considerar a sus compañeras como iguales”, afirma.
Fernanda Bernardo, directora del proyecto Ciudad Segura de Maputo en ONU Mujeres Mozambique, explica que estos debates son un punto de partida con el que muchachas y muchachos empiezan a cuestionar las normas y los comportamientos con los que han sido educados. “Hay muchachas y muchachos que lideran el cuestionamiento de estas normas junto con otras muchachas y muchachos. Les invitan a unirse y reflexionar y ser más activos a la hora de divulgar masculinidades y valores positivos”, afirma.
Frenk separa a las muchachas y los muchachos en grupos independientes para debatir temas como la igualdad de género, la violencia de género, las normas sociales y el poder, antes de reunirlos en un grupo grande para reflexionar sobre el papel que desempeñan a la hora de crear comunidades más seguras.
“Fomentamos el debate y la sensibilización para romper el ciclo de violencia. Todas y todos nosotros podemos hacer que nuestra comunidad sea más segura”, afirma Frenk. “Les digo que podemos liderar la lucha contra la violencia y utilizar nuestras voces para defender la causa”.
Y sus voces están siendo escuchadas. Con una metodología denominada Photovoice, alumnas y alumnos han hecho fotos de sitios que consideran poco seguros y han participado en presentaciones ante la comunidad y las autoridades del gobierno.
Es importante tener en cuenta la planificación urbanística y la infraestructura desde una perspectiva de género ya que estos aspectos repercuten en la vida cotidiana de las mujeres y las niñas: desde la movilidad hasta su acceso al saneamiento, desde las horas en las que pueden estar fuera hasta el horario laboral que pueden asumir.
“Con estas fotos, la cuestión está ganando visibilidad y se está empezando a responder a los problemas”, explica Fernanda Bernardo. También explica que en la escuela de Frenk, las alumnas y los alumnos consiguieron cambiar la ubicación de los aseos puesto que estos no garantizaban ni la privacidad ni la seguridad de las muchachas.
El grupo de activistas jóvenes incluso está consiguiendo reacciones a sus quejas y exigencias por parte de las autoridades locales. Una de las cosas que se pedía en Ka Maxakene era que el ayuntamiento iluminara las calles y los callejones poco seguros. Además, líderes de la comunidad presentaron quejas al Ministerio de Educación respecto a una escuela abandonada, tras lo cual personal de dicho ministerio visitó el lugar junto con un grupo de estudiantes para valorar la situación.
Otra iniciativa del programa Ciudad Segura de Maputo se aplica en el plano nacional; ONU Mujeres, el personal docente y el alumnado luchan por conseguir una ley contra el acoso sexual, especialmente en las escuelas.
Maputo es una de las más de 37 ciudades que participan en la iniciativa mundial de ONU Mujeres Ciudades y espacios públicos seguros. El programa Ciudad Segura con Mujeres y Niñas de Maputo fue diseñado y presentado en colaboración con el gobierno local de Maputo, el Ministerio de Género, Infancia y Acción Social, ONU Mujeres, ONU-Hábitat, Horizonte Azul, la Red de Hombres por el Cambio (HOPEM), la Oficina Técnica de Cooperación de España, organizaciones de mujeres y otras partes interesadas clave.
*Nombre ficticio a fin de proteger la identidad de las personas beneficiarias.