Mujeres refugiadas al frente de la respuesta a la COVID-19

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La pandemia de la COVID-19 ha trastocado vidas en todas partes, pero sabemos que es más severa con quienes menos tienen, incluidos los refugiados y las personas desplazadas. Para ellos, los peligros se han agravado. La mitad de los refugiados del mundo son mujeres y niñas.

De los 71 millones de personas que se vieron forzadas a desplazarse en todo el mundo, más del 80 por ciento de los refugiados y casi todas las personas desplazadas internamente están alojados en países de bajos y medianos recursos. Ellos afrontan riesgos adicionales, como el acceso limitado al agua, a los sistemas de saneamiento y a los centros de salud. Pero también traen consigo habilidades, liderazgo y la resiliencia que necesitamos para salir de esta crisis y para reconstruirnos de una forma mejor.

En el Día Mundial de los Refugiados, que se celebra el 20 de junio, damos voz a las mujeres refugiadas que han estado al frente de la pandemia y que conocen las necesidades específicas de su comunidad mejor que nadie. Con acciones que van desde compartir información sobre cómo prevenir la propagación del virus en Bangladesh hasta coser mascarillas protectoras en Kenia, las mujeres refugiadas han dado un paso adelante para proteger a sus comunidades y no pueden permitirse ser invisibles en los planes de recuperación.

Toma de conciencia y lucha contra la propagación en Bangladesh

Mobina Khatun es una mujer rohinyá que colabora voluntariamente con ONU Mujeres. Fotografía: ONU Mujeres/Pappu Mia.
Mobina Khatun es una mujer rohinyá que colabora voluntariamente con ONU Mujeres. Fotografía: ONU Mujeres/Pappu Mia.

Para las mujeres voluntarias en los campos de refugiados rohingya de Cox’s Bazar, prevenir la propagación de la COVID-19 se convirtió en una prioridad urgente cuando el virus llegó a Bangladesh.

«Tenemos miedo porque no tenemos nada», dice Mobina Khatun, una mujer rohingya de 45 años que se desempeña como voluntaria en el área de Ukhiya de Cox's Bazar en Bangladesh. «Vivimos en un área muy congestionada y, si el acceso a la atención médica es limitado y el virus llega, todos moriremos. Por eso, necesitamos materiales de higiene suficientes, como jabones y mascarillas, además de médicos y enfermeros».

Como las normas sociales y los roles de género en las comunidades rohingya limitan el acceso de las mujeres y las niñas a la información, lo cual las deja más vulnerables al virus, Mobina y más de otras 20 mujeres se ofrecieron como voluntarias y formaron redes para crear conciencia sobre la COVID-19 en todos los campos.

Cada día golpea la puerta de las mujeres del Campo 4 y brinda información de prevención esencial respetando el distanciamiento físico. Les dice a las mujeres cómo protegerse al lavarse las manos y al respetar el distanciamiento físico, y qué hacer si ellas o sus familiares se infectan. Para ayudar a reducir el mayor riesgo de violencia doméstica y abuso, conecta a mujeres y niñas con los espacios dirigidos a mujeres que ONU Mujeres estableció en los campos.

Mejora de la atención médica y fortalecimiento de los lazos comunitarios en Ucrania

Iryna Korliakova. Foto: Anna Korbut.

Iryna Korliakova, de 48 años, huyó de su ciudad natal en el este de Ucrania en 2014 para escapar de los conflictos violentos y se estableció en el pequeño pueblo de Svatove. Iryna se involucró de inmediato en su nueva comunidad y, después de participar en una capacitación de liderazgo de ONU Mujeres, dio inicio a grupos locales de autoayuda para mujeres.

Los seis grupos han trabajado en diferentes aldeas para mejorar la salud y otros servicios esenciales. En Chepihikiva, una pequeña comunidad en el este de Ucrania afectada por conflictos, las iniciativas de empoderamiento comunitario de Iryna han mejorado la vida de 200 mujeres y hombres. Por ejemplo, reconstruyeron el único centro de salud local, que ahora brinda atención para salvar vidas durante la pandemia de la COVID-19.

«La primera reunión de un grupo de autoayuda tuvo lugar en la sala de partos local, donde no había agua. Los convencí para que realizaran la instalación de agua allí como punto de partida; después de todo, era el único centro de salud en la aldea», dice Iryna. Los miembros se mostraron escépticos acerca de priorizar esto en primer lugar, «ahora, con la COVID-19, este pequeño centro de salud se ha vuelto esencial para los habitantes».

Como la cuarentena y otras medidas para prevenir la propagación de la COVID-19 afectan la vida y los sustentos de las mujeres en las comunidades rurales, Iryna y los grupos comunitarios han introducido aplicaciones de mensajería grupal en línea para ayudar a mantener abiertos los canales de comunicación, alentar y brindar apoyo mutuo.

«Quiero que las personas se sientan cómodas y seguras en sus comunidades, incluso en los momentos más difíciles. Después de todo, esta también es mi casa ahora», dice Iryna.

Apoyo al aprendizaje en línea en Jordania

Nahid Ali Albuhair, una refugiada siria de Rif-Dimashq de 31 años, continúa dando clases a sus estudiantes prácticamente en el campo de refugiados de Za'atari en Jordania. Foto: Cortesía de Nahid Ali Albuhair.

Con el cierre de las escuelas de Jordania a fin de detener la propagación del nuevo coronavirus y la necesidad de plataformas de aprendizaje electrónico, surgieron nuevos desafíos para los estudiantes y las familias en los campos de refugiados. ONU Mujeres trabajó con sus socios para aumentar la cantidad de auxiliares docentes como parte del programa de efectivo por trabajo en los Centros Oasis de ONU Mujeres del campo de Za'atari. Los nuevos auxiliares docentes, como Nahid Ali Albuhair de 31 años, brindan apoyo remoto para el plan de estudios en línea que ofrece el Ministerio de Educación.

«Me he dado cuenta de que la educación es una de las herramientas más potentes para empoderar a mujeres y a niñas, ya que puede proveer conocimientos, habilidades y confianza para defender sus derechos», dice Nahid.

Nahid usa la pared de su remolque como lienzo para las clases de alfabetización árabe que da por vídeo.

«Al enfrentar la pandemia de la COVID-19, es fundamental que adaptemos nuestros métodos de enseñanza para garantizar que las mujeres, las niñas y los jóvenes sigan teniendo acceso a la educación durante el cierre. Sigo enseñando a mis alumnos de manera virtual, grabando vídeos con mis clases y enviándolos a sus padres [para que puedan] ayudarlos con su tarea», dice Nahid.

Entrega de equipos de protección personal en Kenia

Margaret Kaukau cose mascarillas de tela para prevenir la propagación de la COVID-19 en Kenia. Foto: ONU Mujeres.
Margaret Kaukau cose mascarillas de tela para prevenir la propagación de la COVID-19 en Kenia. Foto: ONU Mujeres.

Margaret Kaukau, de 39 años, huyó del conflicto en Sudán del Sur en 2016. Después de llegar al asentamiento de Kakuma/Kalobeyei en Kenia con sus cinco hijos, recibió capacitación en habilidades vocacionales y de sustento a través de una asociación de ONU Mujeres con Africa Action Help International (AAHI), respaldada por el gobierno de Japón. Desde entonces, Margaret vende bolsos y abalorios para ayudar a su familia.

Cuando los riesgos de la COVID-19 llegaron a los asentamientos de Kakuma/Kalobeyei, Margaret y otras personas se preocuparon. El distanciamiento social y el trabajo desde el hogar no eran opciones viables para muchos de los más de 200 000 refugiados y miembros de la comunidad anfitriona, que viven en grupos grandes dentro de espacios reducidos.

Para Margaret se hizo evidente la necesidad de mascarillas de tela, por lo que, al igual que otras mujeres, impulsó su negocio para satisfacer las necesidades de la comunidad.

«Se nos ocurrieron ideas de negocios que harán que nuestras habilidades sean relevantes y se unan a la lucha contra la pandemia», explica Margaret. «Luego de conocer las directivas del gobierno, entendí que mi familia necesitaría utilizar mascarillas. Las máscaras de uso médico eran muy costosas, pero las de tela eran asequibles».

Desde el centro local de artesanías, Margaret y otros participantes del programa han creado y donado más de 2000 mascarillas al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR) para distribuir a algunas de las personas más vulnerables del campo. También han podido vender mascarillas a comunidades cercanas para seguir apoyando a sus familias.

«Cuando veo a mis clientes usando las mascarillas que fabricamos, me siento orgullosa», dice Margaret. «Me estoy uniendo al resto de las mujeres del mundo en la lucha contra la COVID-19».

¿Qué puede hacer para ayudar?

  • Al donar, puede ayudar a ONU Mujeresa brindar apoyo a todas las mujeres al frente de la lucha contra esta pandemia, a promover acuerdos de trabajo flexible y a priorizar los servicios para prevenir la violencia doméstica de género.
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