Conferencia durante el simposio patrocinado por la Conferencia de enlace de Japón para la promoción de la igualdad de género

Fecha:

Conferencia durante el simposio patrocinado por la Conferencia de enlace de Japón para la promoción de la igualdad de género. Martes 13 de noviembre de 2012.

[Cotejar con el texto pronunciado]

Buenos días. Es un placer estar aquí en Tokio con todos ustedes. Quiero agradecer a los miembros de la Conferencia de enlace para la promoción de la igualdad de género que es quien patrocina el simposio de hoy, y en especial a la Sra. Hideko KUNII, Presidenta de la Junta Ejecutiva de Ricoh IT Solutions Company y coordinadora de los Principios para el Empoderamiento de las Mujeres en el sector privado de la Conferencia de enlace.

Esta es mi primera visita a Japón en calidad de Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, y es una visita que he anticipado con gran ilusión.

Quisiera expresar mi sincera gratitud al Gobierno y al pueblo de Japón por su liderazgo en materia de multilateralismo, paz internacional, desarrollo sostenible y seguridad humana. Este liderazgo se ha mantenido firme y sólido incluso a través de los difíciles momentos que les ha tocado vivir a los ciudadanos japoneses. Personalmente vengo de Nueva York, donde todavía nos estamos recuperando de la tormenta de la que habrán oído hablar, el huracán Sandy.

El año pasado Japón sufrió mucho a raíz del gran terremoto en el este del país y el tsunami que le siguió. Las personas de todo el mundo se unieron solidariamente a los japoneses. El mundo compartió su shock y su tristeza ante la devastación, y compartió sus esperanzas de recuperación y de mejores momentos futuros. También se sintió inspirado por su determinación, fuerza y resistencia. Tenemos todos mucho que aprender del pueblo de Japón.

En la actualidad, soplan vientos de cambio en todo el planeta. Vivimos momentos de turbulencia, inseguridad y transformación. Las personas buscan esperanza en el futuro. Esa esperanza se puede encontrar en muchas partes, como en una de las centenarias japonesas, una poeta que no comenzó a escribir poesía sino hasta sus 92 años de edad. Toyo Shibata tiene ahora 101 años. Ella logró tocar la sensibilidad de las personas y vendió más de un millón de copias de su primera antología de poemas que lleva por título No te des por vencido. Sus poemas son la voz de esperanza de una mujer que no se ha dado por vencida durante más de un siglo. Aquí en Japón y en todo el mundo, he visto a personas que resisten y que se unen en solidaridad.

En todos los países las personas quieren una buena vida para sus familias y para sus hijos e hijas, quieren vivir una vida libre de miedo y de necesidades, en paz. Las personas desean tener todas las mismas oportunidades para poder desarrollar su potencial.

Durante años hemos mirado a Japón con respeto por su atención y su aplicación en materia de seguridad humana. Sadako Ogata y otros ciudadanos y ciudadanas japoneses han llevado adelante este paradigma centrándose en los derechos humanos, la dignidad humana, la ausencia de miedo y de necesidad, y la protección del medioambiente. El concepto de seguridad humana ha adquirido una amplia aceptación en el seno de la comunidad internacional.

Hoy deseo hablar de cómo la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres son vitales para la seguridad humana y nos dan a todos esperanzas en el futuro.

En esta nación tienen un proverbio que dice: “Japón es la tierra donde no sale el sol sin la presencia de una mujer. Quiero agradecer a esta nación por ser una acérrima defensora de las Naciones Unidas, una buena amiga de ONU Mujeres y un socio en materia de igualdad de género en todo el mundo.

ONU Mujeres fue creada en 2010 para cumplir una promesa de la Carta de las Naciones Unidas, la promesa de igualdad de derechos para hombres y mujeres. ONU Mujeres, como todos los organismos especializados de la ONU, tiene un mandato universal: ayudamos a los gobiernos a establecer los estándares de lo que debe ser la igualdad de género y cómo alcanzarla. A medida que los países cumplen con los compromisos que asumieron al firmar las convenciones internacionales, buscan nuestro consejo sobre las medidas más eficaces a tomar.

Todos los países están yendo hacia una plena igualdad de género y se enfrentan a diferentes retos y, sin embargo, tienen puntos en común. Hay mucho que los países pueden aprender de los demás, y nosotros en ONU Mujeres tratamos de analizar las experiencias para poner estos conocimientos al alcance de todos.

Permítanme dar algunos ejemplos. Hemos apoyado un programa muy exitoso de las autoridades urbanas de varias ciudades, incluyendo a El Cairo, Delhi y Kigali, para combatir la violencia contra las mujeres en los espacios públicos. Recientemente, Dublín y Oslo preguntaron si podían aplicar las lecciones obtenidas de esas experiencias.

ONU Mujeres está siempre lista para dar asesoría técnica a todos los países. El año pasado brindamos la asesoría de nuestros expertos al Consejo de Europa con el fin de crear un innovador Convenio para prevenir y combatir la violencia contra las mujeres.

Hace unas semanas, ONU Mujeres presentó una recopilación de recursos en materia de mujeres, paz y seguridad que reúne los consejos prácticos sobre una serie de temas, incluyendo la preparación de planes nacionales de acción relativos a las mujeres, la paz y la seguridad cuya ejecución recomendó el Consejo de Seguridad a todos los países. Con nuestro mandato universal damos consejos a todos y todas, aunque sólo se brinda un apoyo programático con fondos de asistencia al desarrollo a los países en desarrollo.

La igualdad depende de todas y todos nosotros. Este año tengo tres prioridades fundamentales para ONU Mujeres: hacer avanzar la participación y el liderazgo políticos de las mujeres, ampliar las oportunidades económicas de las mujeres, y poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas.

Felicito a Japón por el fundamental rol de líder que ha tenido en hacer avanzar la participación y el liderazgo políticos de las mujeres. El año pasado Japón copatrocinó la resolución de la Asamblea General sobre la participación política de las mujeres, que los Estados Miembros adoptaron por consenso en la 66ª Sesión del año pasado.

Esa resolución reconoce las contribuciones esenciales que todas las mujeres del mundo siguen haciendo para alcanzar y mantener la paz y la seguridad internacionales, y para el pleno respeto de todos los derechos humanos, para la promoción del desarrollo sostenible y del crecimiento económico y para la erradicación de la pobreza, el hambre y las enfermedades. Reafirma la participación activa de las mujeres sobre un pie de igualdad con los hombres a todos los niveles de la toma de decisiones como condición esencial para lograr la igualdad, el desarrollo sostenible, la paz y la democracia.

La participación de las mujeres es importante por diversas razones. En primer lugar, es simplemente un asunto de justicia. Las mujeres representan el 51% de la población del mundo y tienen que estar representadas como es debido en todas las instancias electivas de toma de decisiones.

La representación de las mujeres es también un elemento de una democracia que funciona y que prospera. Como ya lo han indicado los expertos y expertas constitucionales, las experiencias de las mujeres son diferentes de las de los hombres, y sus opiniones y puntos de vista tienen que ser tenidos en cuenta a la hora de establecer políticas eficaces que den respuesta a las necesidades de toda la población.

Sé por mi propia experiencia como Presidenta de Chile que cuando las mujeres están presentes alrededor de la mesa, la naturaleza de las discusiones es diferente; hay una búsqueda más profunda de soluciones y los resultados son mejores. Cuando las mujeres y los hombres toman las decisiones juntos, las políticas gubernamentales tienen más probabilidades de ser más eficaces para promover el bien común, y el diálogo es más amplio y sensible a la demanda del público.

Las investigaciones también indican que se trata una mayor cantidad de asuntos cuando hay más mujeres en los parlamentos. Un estudio llevado a cabo en 19 países de la OCDE entre 1970 y 1990 vio que la representación de las mujeres en los parlamentos tenía una correlación importante con la mejora de los servicios infantiles y de las políticas de licencias parentales.

Por éstas y otras razones, ONU Mujeres trabaja para lograr “parlamentos más sensibles a los asuntos de género que tengan tres dimensiones primarias: la primera es aumentar la cantidad de mujeres que participan en cuanto que miembros del parlamento; la segunda es facilitar el acceso que tienen las mujeres para participar a través de los parlamentos, sea en calidad de ministras o de ciudadanas. Finalmente, el tercer objetivo es promover un contenido de los debates y una legislación sensible a los asuntos de género en el parlamento, de modo de garantizar que las leyes y las políticas den respuesta a las necesidades amplias de la sociedad, que incluye a las mujeres y a las perspectivas que representan.

En ONU Mujeres sabemos de nuestro trabajo con parlamentarios en todo el mundo que las propias instituciones pueden hacer ajustes menores que abren la posibilidad a que las mujeres tengan una mayor influencia y participación. Ellas van desde cambiar la hora de las reuniones hasta hacer que los edificios estén mejor adaptados a las mujeres y a las madres. También incluye estructurar el entorno laboral en espacios públicos para que las mujeres se hagan oír, por ejemplo, creando grupos de mujeres.

De vital importancia para el éxito es el acceso de las mujeres al proceso presupuestario, que es un mandato crucial de todos los parlamentos nacionales. Si se toma medidas especiales para atender las necesidades de las mujeres y sus valiosas experiencias, los procesos presupuestarios nacionales pueden garantizar que no sólo se atiendan las necesidades básicas de las mujeres, sino que se les empodere para que sean ciudadanas de pleno derecho y productivas en sus comunidades, y que puedan exigir sus derechos.

ONU Mujeres ha trabajado extensamente en el área de los presupuestos con perspectiva de género y está dispuesta a facilitar recursos y apoyo a los parlamentos que deseen profundizar su trabajo en esta área.

De manera general, sabemos que la participación de las mujeres en la toma de decisiones redunda en muchos beneficios, que ya he mencionado. También sabemos que más mujeres activas en la política llevan a una mayor apertura y transparencia, lo que facilita una mayor rendición de cuentas ante los ciudadanos.

Otro beneficio es el así llamado efecto de modelo. La presencia de más mujeres en la esfera política, en las juntas ejecutivas y al frente de las principales organizaciones ha probado tener efectos positivos en los resultados académicos y las aspiraciones profesionales de las jóvenes.

Sin embargo, y a pesar de estos muchos beneficios, las mujeres siguen estando sistemáticamente mal representadas en las instancias electivas de toma de decisiones. En la actualidad, las mujeres representan el 20 por ciento de los parlamentarios en el mundo y el 13,4 por ciento de los parlamentarios en Japón.

Personalmente soy partidaria de las medidas especiales temporales como las cuotas, que ayudan a aumentar la cantidad de mujeres en los parlamentos y los puestos directivos. Esto es conforme a los acuerdos internacionales y es un modo efectivo de promover la igualdad. De los 33 países que hoy tienen más del 30 por ciento de mujeres parlamentarias, 26 se han servido de medidas especiales temporales para alcanzar esa meta.

Necesitamos que más mujeres líderes trabajen junto a los hombres para que las sociedades sean más sostenibles desde el punto de vista económico, medioambiental y social.

He hablado de aumentar la participación y el liderazgo políticos de las mujeres. Ahora tocaré el tema de hacer avanzar las oportunidades económicas de las mujeres.

Tenemos una cantidad creciente de estudios, del sector privado, del FMI, de las Naciones Unidas, que llegan todos a la misma conclusión: si se subsanan las brechas de género en el mercado laboral y se eliminan las barreras a la plena participación de las mujeres, se ayuda a los países a sobrevivir y a prosperar en el entorno de globalización, competencia y cambios rápidos de hoy.

Japón, como es el caso de otras naciones, tiene mucho que ganar de la igualdad de género: ganancias no sólo para las mujeres sino también para los hombres, ganancias en las economías y en las posibilidades de futuro. El Índice mundial de la brecha de género para 2012 del Foro Económico Mundial, publicado recientemente, sitúa a Japón en el puesto 101 de 135 países debido a una baja puntuación en materia de participación política de las mujeres y de la participación y oportunidades económicas de las mujeres.

Aunque las mujeres de todo el mundo contribuyen a la economía y a su productividad, siguen enfrentándose a muchas barreras en comparación a los hombres, lo que no sólo hace daño a las mujeres sino que obstaculiza el progreso económico.

En los últimos 30 años, 552 millones de personas entraron al mercado laboral en el mundo. Hoy, 4 de cada 10 trabajadores del mundo son mujeres, pero la mitad de las mujeres que trabajan en el mundo lo siguen haciendo en empleos vulnerables, presas de trabajos poco seguros, a menudo por fuera de la legislación laboral.

En todas las regiones y en la mayoría de los trabajos, las mujeres ganan menos que los hombres que hacen el mismo trabajo, o por trabajos del mismo valor. De hecho, en la mayoría de los países los sueldos de las mujeres representan entre el 70 y el 90 por ciento de los sueldos de los hombres.

Aquí en Japón las mujeres ganan alrededor de dos tercios de lo que ganan los hombres y, como es el caso en otros países, las mujeres son la mayoría de los empleados no regulares y están subrepresentadas en los puestos de supervisión y de dirección.

Aquí no se trata sólo de aumentar los ingresos y la igualdad de las mujeres, aunque ello sea importante. El trabajo de las mujeres es primordial para un desempeño económico pleno. Un estudio reciente en los países de la OCDE indica que los índices de participación de las mujeres en el mercado laboral se correlacionan positivamente con el producto interno bruto. En otras palabras, las naciones que tienen los índices más elevados de mujeres que trabajan tienen índices más elevados de desempeño económico.

Por lo tanto, aumentar la participación laboral de las mujeres se puede traducir en beneficios económicos para la economía japonesa. En otras palabras: Japón necesita tener más mujeres que trabajen para lograr el crecimiento y la recuperación económicos. Casi 3,4 millones de japonesas están dispuestas a trabajar pero no lo hacen. Si se incluyese a esas mujeres en el mercado laboral, el PIB de Japón podría aumentar en un 1,5 por ciento.

Aunque el 65 por ciento de las mujeres que terminan la universidad trabajan, demasiadas mujeres en Japón dejan de hacerlo cuando tienen un hijo. Los datos indican que más del 60 por ciento de las japonesas dejan de trabajar después de tener el primer hijo. Esto no es un asunto personal, sino un asunto de política pública.

Las políticas pueden ayudar a los padres que trabajan, tanto a las madres como a los padres, para que puedan conciliar la vida profesional y familiar y gozar de las mismas oportunidades. Yo pasé por esto en Chile. Como madre joven y médico pediatra, tuve dificultades para conciliar la vida familiar y la carrera, y vi cómo la carencia de servicios infantiles impedía a las mujeres tener un empleo remunerado.

La posibilidad de ayudar a eliminar esas barreras fue una de las razones por las que entré en la política y por la que apoyé políticas que extendían los servicios de salud e infantiles a las familias y que priorizaban los gastos públicos para la protección social como las pensiones de vejez.

Aquí en Japón los estudios muestran que después de los 30 años, las mujeres japonesas pasan más tiempo en trabajos no remunerados como cocinar, limpiar y cuidar de los hijos, que en trabajos remunerados. Cuando llegan a la edad de tener hijos, las japonesas pasan entre dos y ocho veces más tiempo en trabajos no remunerados que en empleos que les dan una compensación financiera.

Quedarse sin tantas trabajadoras cuando éstas tienen hijos es poner un freno al crecimiento y a la productividad. Según los estudios hechos por Goldman Sachs, si Japón pudiese subsanar la brecha de género en el trabajo, podría contar con un aumento de 8,2 millones de trabajadores, lo que haría crecer el PIB del país hasta en un 15 por ciento. Un mayor crecimiento puede ser beneficioso para el problema del envejecimiento de la población.

Los estudios muestran igualmente que las mujeres y los hombres tienen índices similares de pobreza hasta los 64 años de edad, de alrededor del 15 por ciento, pero que esos niveles divergen considerablemente a edades mayores y la pobreza de las mujeres llega al 27 por ciento a los 80 años y más. Esto quiere decir que las japonesas se empobrecen a medida que envejecen. Dado que se estima que las mujeres de entre 80 y 89 años de edad será el grupo más numeroso en Japón en 2060, las políticas para garantizar la participación de las mujeres en el mercado laboral y la protección social pueden aumentar la cohesión social de la sociedad japonesa en las próximas décadas.

En todo el mundo y en algunos lugares más que en otros, se sigue creyendo que las madres no deben trabajar y deben quedarse en el hogar para cuidar de la casa y de los hijos. Se cree que los hombres tienen que ganar el sustento y las mujeres tienen que brindar cuidados y atender la casa.

El nuevo plan de acción del Gobierno para revitalizar la economía japonesa por una mayor participación de las mujeres reconoce la necesidad de cambiar las actitudes y las normas de género además de las políticas. Las normas de género no son inmutables. Las culturas cambian constantemente. Desde que llegué a Japón se me ha hablado del fenómeno de los “hombres Iku, hombres y esposos que participan activamente en el cuidado de los hijos.

También se me ha hablado de algunas nuevas importantes iniciativas del sector privado, incluyendo la de la Keizai Doyukai o Asociación de Ejecutivos Corporativos de Japón de establecer la meta de 30 por ciento de mujeres en puestos de responsabilidad. Estas iniciativas son muy alentadoras. Hacer avanzar los mismos derechos, oportunidades y participación de las mujeres y permitir a los padres que concilien la vida profesional y familiar ayuda a los países a crecer y a mantenerse fuertes.

Por supuesto, sé que encontrar la política fiscal correcta es particularmente difícil cuando el crecimiento es lento o cuando hay recesión, como vemos en muchas economías del mundo que están adoptando medidas de austeridad.

Japón también se enfrenta a elecciones difíciles. Dado el alto nivel de la deuda, los aumentos a gran escala en gastos sociales no son posibles. Sostengo que dar prioridad a las mismas oportunidades para las mujeres y a la igualdad de género puede ofrecer el doble dividendo de impulsar el crecimiento económico y de fortalecer la cohesión social.

En ONU Mujeres hemos aprendido que para lograr el empoderamiento de las mujeres y la igualdad de género se necesita trabajar en varios frentes a la vez. Anoche tuve el honor de asistir al evento de la Torre de Tokio que emitió un rayo de luz púrpura para poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas. La violencia contra las mujeres se da en todos los países, y ONU Mujeres trabaja con ellos para prevenirla y erradicarla.

En todo el mundo ya se ha dado el primer paso. El silencio que durante muchos años permitió que continuasen esos crímenes, se está rompiendo. En la actualidad, más de 125 países tienen leyes específicas que penalizan la violencia doméstica, lo que es un adelanto considerable en comparación a hace sólo una década. Los estudios muestran que los países que tienen leyes firmes tienen índices menores de violencia contra las mujeres.

La violencia contra las mujeres es una de las peores violaciones de los derechos humanos y va acompañada de altos niveles de impunidad. Es un delito generalizado que rara vez se castiga, que está muy arraigado en la desigualdad de género y que requiere de una respuesta holística que a su vez necesita de leyes eficaces, de campañas para poner fin a la tolerancia de esos delitos, de programas de prevención, de protección y servicios para las sobrevivientes, y de investigación y recopilación de datos.

En el mundo hoy hasta siete de cada diez mujeres son víctimas de violencia física y/o sexual en sus vidas, y 603 millones de mujeres viven en países donde la violencia doméstica todavía no se considera un delito. En Japón, una de cada tres mujeres casadas ha sido víctima de alguna forma de violencia física y/o sexual?

Todos tenemos que hacer más para erradicar esta violencia. Felicito a Japón por su política nacional en materia de igualdad de género que contiene medidas sobre la violencia contra las mujeres, y por la legislación específica relativa a la violencia doméstica, el acoso sexual, la violencia sexual y la trata de personas. También felicito a Japón por iniciativas como los vagones de metro sólo para mujeres y otras medidas que se está adoptando para suministrar servicios a las mujeres como los refugios, las oficinas de consulta y los centros de asesoría matrimonial, así como la capacitación de los funcionarios policiales, judiciales y de inmigración para tratar con eficacia y sensibilidad a las mujeres que han sido víctimas de violencia, de modo que puedan obtener justicia.

Quizá en ningún lugar es la búsqueda de justicia más difícil que en los países afectados por un conflicto. En la actualidad, 90 por ciento de las víctimas de los conflictos no son combatientes. Las mujeres y las niñas son el blanco de la violencia sexual, y rara vez tienen recursos para protegerse o para acceder a los recursos que podrían ayudarlas a rehacer sus vidas.

Reconociendo las consecuencias devastadoras de la violencia y de los conflictos sobre las sociedades, especialmente sobre las mujeres y las niñas, y el rol fundamental que tienen las mujeres a la hora de reconstruir sus sociedades después de un conflicto, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas adoptó por unanimidad la histórica resolución 1325 sobre “La Mujer, la Paz y la Seguridad, en el año 2000. Esta resolución insta a la comunidad internacional a proteger mejor a las mujeres y a las niñas de las violaciones de derechos humanos y a garantizar que los culpables de esa violencia no queden sin ser castigados. El Gobierno de Japón apoyó la adopción de esa resolución y ha seguido dando apoyo para su implementación, en especial en el área de desarme, desmovilización y reintegración.

Junto con sus socios, ONU Mujeres respalda el rol de las mujeres en la paz y la seguridad en casi 40 países, que incluye el apoyo al fortalecimiento de las coaliciones de paz de mujeres y su participación en los procesos de paz, trabajando con las y los funcionarios del mantenimiento de la paz para ayudar a detectar y prevenir la violencia sexual en los conflictos, consolidando la justicia y las instituciones de seguridad que protegen a las mujeres y las niñas de la violencia y la discriminación. También apoyamos las iniciativas que promueven los servicios públicos que responden a las necesidades de las mujeres y promueven el acceso de las mujeres a las oportunidades económicas.

Juntos tomamos estas medidas porque sabemos que las mujeres son más que víctimas de los conflictos. Las mujeres son agentes de paz, reconciliación y estabilidad, y además constituyen una enorme reserva de inteligencia, talento y potencial que tenemos que aprovechar al máximo con el fin de ser más eficaces para salvar a las generaciones futuras de la lacra de la guerra, y hacer realidad la visión y los objetivos de las Naciones Unidas. Los Gobiernos y las Naciones Unidas deben actuar con valor y rapidez en tiempos de paz y de conflictos para priorizar los derechos humanos de las mujeres.

Desde que se adoptó la resolución 1325 del Consejo de Seguridad, los gobiernos y la sociedad civil han estado trabajando para que más mujeres participen en las conversaciones y la consolidación de la paz. Sin embargo, 12 años más tarde, seguimos constatando que las mujeres se ven marginadas de las conversaciones formales de paz y que las mujeres de la sociedad civil siguen teniendo dificultad para participar en los procesos de paz.

En los 24 procesos de paz más importantes desde el inicio de la década de 1990, las mujeres han representado menos del 8 por ciento de los miembros de las delegaciones negociadoras representantes de las partes del conflicto. De las 28 misiones políticas, de mantenimiento de la paz y de consolidación de la paz de las Naciones Unidas, sólo cinco tienen una mujer a su cabeza.

De 11 acuerdos de paz firmados en el mundo en 2011, sólo dos incluyen medidas para mejorar la condición y el liderazgo de las mujeres en la recuperación después de un conflicto. El año pasado, las mujeres participaron en sólo cuatro delegaciones negociadoras de procesos de paz. Esto es de lamentar porque sabemos que la ausencia de mujeres de las conversaciones de paz y del monitoreo de los acuerdos de paz afecta el contenido de los acuerdos y aumenta el riesgo de un nuevo brote del conflicto armado y la posibilidad de ciclos incluso peores de violencia.

Si miramos al pasado vemos que más de la mitad de los acuerdos de paz de la historia han fracasado dentro de los primeros cinco años y, sin embargo, la experiencia y los estudios muestran que involucrar a las mujeres no sólo es lo correcto sino que es el procedimiento inteligente si queremos alcanzar un mejor resultado. Esto es así porque las mujeres se ven afectadas de manera desproporcionada por los conflictos y merecen participar en las decisiones que afectan a sus propias vidas.

Es el procedimiento inteligente porque las mujeres que participan en esos procesos forjan una paz más estable y duradera. Las mujeres que participan en las conversaciones de paz generalmente hablan de derechos humanos, justicia, empleo y cuidados de salud que son fundamentales para la paz y la estabilidad. Desde enero de 2011, ONU Mujeres y el Departamento de Asuntos Políticos han trabajado en una estrategia conjunta para aumentar la cantidad de mujeres mediadoras, observadoras y negociadoras en los procesos de paz administrados por las Naciones Unidas.

Se ha fortalecido la capacidad de respuesta rápida, se ha creado una guía sobre cómo atender la violencia sexual en las conversaciones de paz, y los Estados Miembros ahora pueden usar estos conocimientos para que los esfuerzos de mediación y prevención de conflictos sean más inclusivos. Cientos de mujeres de África, los Balcanes y Asia han sido formadas como mediadoras.

Agradezco a Japón por su rol de promotor de paz y seguridad como parte de su contribución y ayuda para lograr la paz en el mundo. En especial, las contribuciones financieras y la asistencia especial de Japón en los esfuerzos de reconstrucción en varios países después de desastres naturales o de conflictos, como en Haití y Afganistán, han sido instrumentales a la hora de ayudar a los países a lograr una sociedad más estable y pacífica.

En conclusión, creo que, hoy más que nunca, es necesario liberar todo el potencial de las mujeres en la economía, la esfera política y la sociedad. Dado las nuevas demandas a las que nos enfrentamos, desde el cambio climático a las crisis financieras, la pobreza y los conflictos, ya no podemos permitirnos marginar o excluir a las mujeres.

Es un nuevo mundo audaz y necesitamos un liderazgo nuevo y audaz, que sea ético y que haga progresar la paz, la justicia y la igualdad. Necesitamos un liderazgo inclusivo. Al tiempo que miramos al futuro con esperanza, necesitamos un liderazgo de hombres y de mujeres juntos.

Agradezco al Gobierno y al pueblo de Japón por su compromiso con la paz, la justicia y la igualdad.

Muchas gracias.