Cinco mujeres en la primera línea de respuesta al COVID-19

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Artículo publicado originalmente en Medium.com/@UN_Women

A medida que avanza la crisis del COVID-19, la vida de las mujeres y las niñas en todo el mundo va cambiando.

Mientras ciertas esferas de la vida personal y profesional han quedado en suspenso, en otras aumenta la tensión y surgen nuevos retos.

Millones de mujeres de todos los rincones del planeta forman parte del personal esencial en primera línea de batalla contra el COVID-19.

A escala mundial, las mujeres constituyen la mayoría del personal en el sector sanitario y social.

Casi una de cada tres mujeres trabaja en la agricultura y las mujeres asumen tres veces más trabajo de cuidados no remunerado que los hombres.

Las mujeres influyen de manera destacada en el mantenimiento de la seguridad y la resiliencia de sus comunidades frente al COVID-19 en todos los frentes, desde las tareas agrícolas a los servicios de emergencias, pasando por todo tipo de actividades.

Estas son las historias de cinco mujeres que están en primera línea. Únase a ONU Mujeres y agradézcales su labor.

Las tecnologías innovadoras contribuyen a la seguridad de las mujeres en Jordania

Cada día, las colaboradoras de ONU Mujeres sobre el terreno Amal Al Mahayrah (izquierda) y Hadeel Dabaibeh (derecha) hacen llamadas de apoyo y comparten información con mujeres jordanas vulnerables y con refugiadas sirias. Fotografías: ONU Mujeres.
Cada día, las colaboradoras de ONU Mujeres sobre el terreno Amal Al Mahayrah (izquierda) y Hadeel Dabaibeh (derecha) hacen llamadas de apoyo y comparten información con mujeres jordanas vulnerables y con refugiadas sirias. Fotografías: ONU Mujeres.

Amal Al Mahayrah y Hadeel Dabaibeh están familiarizadas con los mecanismos de respuesta a situaciones de crisis. Como colaboradoras de ONU Mujeres sobre el terreno en Jordania, se encargan de proporcionar servicios urgentes y vitales a mujeres jordanas vulnerables y refugiadas sirias todos los días. Sin embargo, con la pandemia de coronavirus, la lucha está mucho más cerca de casa: desde las caravanas y los centros comunitarios al teléfono móvil que tienen en la mano.

Amal, sentada frente a su escritorio, llama a Siham Alqatameen, una mujer de 54 años que vive en Ein Albaida, en el sur de Jordania. Por teléfono, Amal informa a Siham sobre las opciones de asesoramiento y apoyo psicológico disponibles y le da información fiable sobre servicios y prevención del COVID-19.

Siham es una de las más de 800 personas beneficiarias a las que ha atendido el personal de ONU Mujeres sobre el terreno desde el comienzo del brote, aportándoles ayuda y recursos a través del móvil.

Las tecnologías digitales han sido una herramienta fundamental para seguir prestando apoyo con fluidez a las mujeres vulnerables y a las personas refugiadas en Jordania durante el brote. Se ha puesto en marcha una línea de asistencia telefónica disponible las 24 horas para las mujeres que sufren violencia de género y ONU Mujeres está usando su innovador sistema para el desembolso de efectivo que utiliza la tecnología blockchain para seguir donando fondos a las refugiadas sirias. La cuenta de cada una de las refugiadas está vinculada al sistema blockchain, que se conecta a un sistema de reconocimiento del iris en los supermercados gestionados por el Programa Mundial de Alimentos, de modo que las refugiadas pueden acceder al dinero sin obstáculos y comprar alimentos y otros suministros esenciales con seguridad durante el confinamiento.

Un compromiso de servicio público en la China rural

Yan Shenglian trabajando en el punto de control de su localidad durante el brote de COVID-19. Fotografía: ONU Mujeres/Feng Xinlin.
Yan Shenglian trabajando en el punto de control de su localidad durante el brote de COVID-19. Fotografía: ONU Mujeres/Feng Xinlin.

Yan Shenglian posa orgullosa en el punto de control de su pueblo, Xiaruoyao, en la provincia de Qinghai, al noroeste de China. Cuando la gente entra y sale de la localidad, Yan comprueba su temperatura corporal y anota la información sobre su vehículo. Su labor es fundamental para reducir la propagación del nuevo coronavirus, pero este trabajo es nuevo para ella: es una de las muchas mujeres sin conocimientos médicos que se han unido a la lucha contra el COVID-19 en China.

Yan se dedica a la cría de cerdos y hasta no hace mucho pensaba, como la mayoría de las mujeres de su zona, que los asuntos públicos eran cosa de hombres. Su perspectiva cambió después de participar en una serie de sesiones de capacitación en 2019.

En el marco de un programa patrocinado por ONU Mujeres, Yan aprendió técnicas ecológicas para la ganadería porcina, descubrió cómo vender su ganado a través de plataformas en línea y recibió capacitación sobre liderazgo.

“Aunque algunos hombres no quieren admitirlo, están aprendiendo mis métodos e imitándolos sin decir nada”, explica. También cuenta que han dejado de cuestionar sus habilidades y que en su pueblo han empezado a aceptar el liderazgo de las mujeres en iniciativas comunitarias.

Yan, que está contribuyendo a prestar servicios esenciales tanto en su papel de agricultora como en el de voluntaria comunitaria, ha dado un paso al frente para detener la propagación del COVID-19.

Haga clic aquí para obtener más información sobre las agricultoras de zonas rurales que se han unido a la lucha contra el COVID-19 en China.

Dirigir las pruebas de coronavirus en Nepal

La Dra. Runa Jha en su despacho. Fotografía cortesía de Runa Jha.
La Dra. Runa Jha en su despacho. Fotografía cortesía de Runa Jha.

Runa Jha es patóloga en jefe y directora del único laboratorio de Nepal autorizado para hacer pruebas de COVID-19. Ella y su equipo analizan unas 70 muestras diarias, que pueden llegar en cualquier momento, lo que obliga a trabajar durante todo el día.

“Quedarme hasta tarde en el laboratorio se ha convertido en algo habitual. Además del trabajo técnico, también tengo que hacerme cargo de la logística como, por ejemplo, organizar el transporte y la comida de mi equipo”, afirma.

Cuidar de su equipo es una de las principales prioridades de Jha. Todo empezó a mediados de febrero, cuando su grupo fue el primero en acceder a un centro de cuarentena que albergaba a 175 estudiantes de Nepal repatriados desde la provincia china de Wuhan.

“No dudamos a la hora de ofrecernos voluntariamente para tomar muestras... el equipo estaba a punto para actuar. Trabajamos toda la noche y al día siguiente redactamos 175 informes”, explica.

Unos meses después, en plena pandemia, el esfuerzo continúa. Jha hace cuanto está en su mano para apoyar a las personas que tiene a su cargo y subir la moral. “No lo tenemos nada fácil, y he de mantener al equipo motivado. Hablo con ellas y ellos cuando noto que están bajos de ánimo. Les digo que su seguridad es nuestra prioridad”, afirma.

La exigencia del trabajo también está siendo un reto para Jha. Vive sola, separada de su hija y su marido, por miedo a un contagio que pudiera poner en riesgo su vida. Tampoco puede visitar a su madre y a su padre, a quienes solía ver tres veces a la semana.

“Quiero abrazar a mi hija y cuidar de mi madre y mi padre, pero es preciso hacer este sacrificio para que ellos y otras personas estén a salvo”, concluye Jha.

Haga clic aquí para obtener más información sobre el liderazgo de Jha en la primera línea de respuesta al COVID-19 en Nepal.

Apoyar a las sobrevivientes en Kazajstán

Dina Smailova muestra un ramo de flores con el símbolo “No te quedes callada”. El dinero recaudado con la venta de estos ramos se destina a su fondo de ayuda. Fotografía: Almat Mukhamedzhanov.
Dina Smailova muestra un ramo de flores con el símbolo “No te quedes callada

Antes de la cuarentena, la línea de asistencia telefónica que gestiona el movimiento NeMolchi (No te quedes callada) de Kazajstán recibía sobre todo llamadas de sobrevivientes de la violencia sexual. Ahora, el teléfono suena entre 10 y 15 veces al día y en casi todos los casos se trata de mujeres que están siendo víctimas de la violencia doméstica.

Debido a las medidas de confinamiento puestas en marcha para contener la propagación del virus, las mujeres con parejas violentas se encuentran aisladas y sin acceso a las personas y los recursos que podrían ayudarlas.

“Las mujeres no se deciden a presentar una denuncia a la policía porque viven aisladas y, a veces, en familias numerosas, con la madre y el padre de su esposo y otros parientes en una sola casa”, explica Dina Smailova, conocida activista kazaja y líder del movimiento NeMolchi.

Durante los dos últimos años, NeMolchi ha prestado asesoramiento jurídico a 120 mujeres, con 47 casos que se saldaron con condenas por violación, pero la crisis del COVID-19 plantea nuevos retos que preocupan a Dina. “Durante la cuarentena, los tribunales no funcionan, no se admiten denuncias, no se aísla a los maltratadores y las mujeres tienen que seguir conviviendo con sus agresores”, explica.

A pesar de que las circunstancias son extremas, Dina sigue presionando para que la justicia y las fuerzas policiales mejoren la protección de las mujeres. “El hecho de que la violencia doméstica no constituya un delito penal en Kazajstán está perjudicando a las mujeres durante la crisis del COVID-19. Lo que de verdad cambiaría las cosas sería que, por ejemplo, el incumplimiento de una orden de protección por parte del agresor se tipificara como delito penal con una pena más larga”, afirma.

Para obtener más información sobre el apoyo que Dina está prestando a las sobrevivientes de la violencia durante la pandemia de coronavirus, lea la entrevista completa.

Mantener la esperanza por su comunidad caribeña

Ryancia Henry. Fotografía cortesía de Ryancia Henry.
Ryancia Henry. Fotografía cortesía de Ryancia Henry.

Ryancia Henry trabaja en un hotel de California como directora del servicio de limpieza. Cuando el establecimiento cerró debido al brote de COVID-19, Ryancia llamó a su madre, que vive en Antigua y Barbuda. “Vuelve a casa”, le dijo su madre, al borde de las lágrimas. “Necesito saber que estás bien”.

Pero era imposible volar al país natal de Ryancia porque los vuelos internacionales a la isla se habían cancelado, así que se quedó sola en los Estados Unidos.

Ryancia, que se cuenta entre los millones de personas que se han quedado sin trabajo, no deja de pensar en cuáles serán las repercusiones a largo plazo de esta crisis para ella, su equipo, su familia y sus amistades. Como muchas personas trabajadoras migrantes, debe asumir la responsabilidad adicional de apoyar a su familia en su país natal.

“El impacto económico en el sector hotelero ha sido devastador... Estoy preocupada por mi situación, por saber cuánto va durar esto, por las decisiones financieras que tendré que tomar y, también, por cómo va a afectar esta crisis a mi equipo. Envío algo de dinero a casa para ayudar a mi madre. Me preocupa no poder seguir haciéndolo”, relata Ryancia.

Pero esas no son sus únicas preocupaciones. También piensa en su isla. “Tengo miedo por los países más pequeños que tienen unos recursos limitados para hacer frente al COVID-19. Antigua depende del turismo, que es su principal sector de actividad, y cerrar los hoteles y los aeropuertos supone detener nuestro motor económico”, explica.

Sin embargo, mientras respeta el distanciamiento físico y se queda en casa para detener la propagación del virus, Ryancia no pierde la esperanza. Habla constantemente con su familia, comparte mensajes útiles en los medios sociales e intercambia buenas prácticas con sus amistades y sus contactos del sector de la hostelería de Antigua y Barbuda.

“Sé lo resiliente que es la gente de las islas. Yo, que nací en una isla, llevo la hospitalidad y la resiliencia en la sangre”.

Para obtener más información sobre cómo está afectando la pandemia a las mujeres que trabajan en el sector hotelero y del turismo y a las trabajadoras migrantes, lea la entrevista completa a Ryancia.