De amas de casa a líderes de grupo: las mujeres integran el cambio en las comunidades rurales

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Fanta Cisse, un ama de casa tradicional sin educación de 52 años de edad, era la principal encargada de la familia. Pero quería hacer algo más en su comunidad y creía que tenía un papel por desempeñar. En el distrito de Kounari de la región de Mopti, en Malí, existen grandes desigualdades de género. Las mujeres viven subordinadas a los hombres y no participan en las decisiones que se toman en la comunidad.

Dadas estas desigualdades de género en la toma de decisiones a nivel local, ONU Mujeres escogió el distrito de Kounari donde vive Fanta como caso piloto del Programa de descentralización y género, con el apoyo financiero del Gobierno de Bélgica. Este programa tiene como objetivo asegurar la incorporación de las necesidades y los intereses de las mujeres en el proceso de planificación y elaboración del presupuesto local, así como empoderar a las asociaciones de mujeres para que puedan garantizar la rendición de cuentas del gobierno local.

El proyecto piloto se lleva a cabo en 11 municipios. En cada uno de ellos, ONU Mujeres ha respaldado la integración efectiva del componente de género en los planes de desarrollo local. Este programa cuenta con la aprobación de los alcaldes de los 11 municipios.

Los resultados del programa incluyen la organización de sesiones periódicas sobre la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, incluido el consejo local de Kounari.

En 2006, Fanta, madre de cinco hijos, se unió a la asociación de mujeres pero la dejó poco después por las presiones que recibía en casa. La principal oposición procedía de su marido, que creía que una mujer fulani decente no debía participar en actividades de la comunidad. Tras mucho insistir, su marido acabó cediendo en 2011 y Fanta pudo por fin desempeñar una función importante en la comunidad. Pronto sus compañeras la eligieron para ser presidenta de una red de 85 asociaciones.

Pero lo que la preocupaba era el trato que había sufrido una líder femenina anterior. Según la comunidad, en 2008 el distrito local consiguió elegir a una mujer como alcaldesa, de la cual se decía que estaba enferma y que desde su nombramiento no había aparecido en público. Esto inquietó a las mujeres locales, porque estaban convencidas de que detrás de la larga enfermedad de la alcaldesa se ocultaba la acción de varios hombres.

“El día que me eligieron presidenta, no tenía ni idea de qué hacer y estaba muy asustada porque recordaba muy bien lo que le había pasado a nuestra alcaldesa. Gracias al apoyo y los consejos del proyecto, ahora tengo confianza en mí misma, afirmó Fanta.

Actualmente, Fanta dirige un fondo para el desarrollo de la comunidad creado por ONU Mujeres con la contribución del gobierno local y participa activamente en la planificación y la elaboración de presupuestos para el desarrollo local.

“El programa me ayuda mucho a entender mejor mi rol como ciudadana y cómo puedo contribuir a mi comunidad. Normalmente, durante las sesiones de planificación, suelen llamarnos para que preparemos la comida. Pero ahora se me acepta como participante en este proceso y las mujeres acuden a mí para entender mejor las decisiones importantes adoptadas en la reunión.

La historia de Fanta se parece a la de Fafouné Kontao, quien con 42 años de edad es una de las 20 mujeres que educan a otras mujeres sobre la violencia de género en la comunidad rural de Dandougou Fakala, en Malí. Se seleccionó un equipo de dos educadoras por aldea y se las capacitó sobre distintas formas de violencia de género. Organizan reuniones en las aldeas con mujeres y niñas para sensibilizarlas sobre la violencia y cómo prevenirla. El proyecto, al igual que el de Fanta, es el Programa de descentralización y género, respaldado por ONU Mujeres y financiado por el Gobierno de Bélgica.

“Cuando mi aldea me escogió para ser educadora de otras mujeres sobre el tema de la violencia de género, no sabía qué hacer ya que yo también era víctima de este tipo de violencia, afirmó Fafouné. “El proyecto me explicó que tengo que utilizar mi propia experiencia para cambiar la situación de otras mujeres y niñas que sufren el mismo problema. Al contar mi historia a otras mujeres, gané confianza y empecé a hablar sin miedo.

Los cambios ya son visibles y Fafouné, madre de 10 hijos, se siente orgullosa de hablar sobre los nuevos progresos.

“¿Sabes? Cada vez hay más mujeres que se atreven a contar su historia. Los hombres son menos violentos y contribuyen a los gastos de la familia, van al ayuntamiento a conseguir el certificado de nacimiento de sus hijos y a registrar sus matrimonios. Las mujeres acuden a consultas antes y después del parto. Las niñas ya no quieren irse al extranjero para trabajar como sirvientas en grandes ciudades. Los líderes religiosos se lo piensan dos veces antes de celebrar matrimonios precoces y a las niñas jóvenes les avergüenza quedarse embarazadas demasiado pronto. El resultado es que tienen más oportunidades para continuar su educación y crecer normalmente, tanto física como mentalmente.