Perspectivas de género en materia de agua y seguridad alimentaria

Fecha:

Alocución de Lakshmi Puri, Directora Ejecutiva Adjunta de ONU Mujeres, en ocasión de la Sesión Plenaria de Clausura de la Semana Mundial del Agua de 2012 en Estocolmo, Suecia, 31 de agosto de 2012.

[Cotejar con el texto pronunciado.]

Señoras y señores:

Buenos días a todos. Es un placer estar aquí y dirigirme a esta sesión plenaria de clausura de la Semana Mundial del Agua de 2012. Deseo agradecer al Instituto Internacional del Agua de Estocolmo por invitar a ONU Mujeres a participar en esta Semana y por dedicar un espacio tan importante a la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en el contexto del agua.

Nuestra reunión esta semana en Estocolmo y los animados debates sobre el tema de agua y seguridad alimentaria tuvieron lugar en momentos en que hay serias sequías en todo el mundo: desde la peor sequía en 56 años en el Medio Oeste de los Estados Unidos hasta la sequía de Karnataka en India o la larga sequía en la región del Sahel en África Occidental, hemos visto consecuencias muy concretas de la relación entre la escasez de agua y la seguridad alimentaria.

El impacto de la sequía en el Medio Oeste ya ha resultado en precios más altos del maíz y de la soja, dos de las cosechas de alimentos más importantes del mundo. En el Sahel, 18.7 millones de personas padecen de inseguridad alimentaria y más de un millón de niños de menos de 5 años de edad corren el riesgo de sufrir malnutrición aguda severa.

Estos eventos medioambientales tienen consecuencias económicas y sociales directas. Nos recuerdan las relaciones esenciales entre esas tres dimensiones -la económica, la social y la medioambiental- y de la firme conexión entre la existencia, asequibilidad y calidad del agua y la seguridad alimentaria.

Hoy quisiera destacar la importancia de adoptar una perspectiva de género para estudiar esas conexiones. Las mujeres y las niñas y el modo en que el acceso al agua tiene un impacto sobre ellas, constituyen una gran parte del panorama y, lo que es más importante, una gran parte de la solución a los problemas que surgen de la relación que existe entre el agua y la seguridad alimentaria.

No hace mucho volví de la Conferencia Río+20, que marcó un hito al reafirmar el rol fundamental que tienen las mujeres en el desarrollo sostenible. El documento final de Río+20 reafirma el compromiso de la comunidad internacional de garantizar los mismos derechos, acceso, participación y liderazgo de las mujeres en la economía, la sociedad y la toma de decisiones política.

Esto también es esencial en el contexto del agua. Demasiado a menudo, las mujeres y las niñas se ven afectadas de manera desproporcionada por la falta de acceso al agua: las mujeres se hacen cargo de la mayoría de las tareas relacionadas con el agua; tienen un papel fundamental en la producción de alimentos, especialmente en la agricultura de subsistencia; y hacen la mayoría de las tareas de cuidados no remuneradas. Sin embargo, su participación en los procesos de toma de decisiones en materia de gestión del agua y de los alimentos sigue siendo extremadamente baja. Esto no sólo resulta en una toma de decisiones prejuiciada y mal informada, sino que pone en peligro los logros relativos a los derechos humanos de las mujeres.

El documento final de Río+20 enfatiza claramente el compromiso de la comunidad internacional “con la realización progresiva del acceso al agua potable segura y asequible y al saneamiento básico para todos, que es necesario para erradicar la pobreza, para el empoderamiento de las mujeres y para proteger la salud humana. Destaca además la necesidad de garantizar el liderazgo de las mujeres y su participación efectiva en las políticas, programas y toma de decisiones a todos los niveles en materia de desarrollo sostenible. Reitera la importancia de empoderar a las mujeres rurales como agentes cruciales para mejorar el desarrollo agrícola y rural, la seguridad alimentaria y la nutrición. Se destaca que el acceso de las mujeres a los recursos productivos y económicos, como sabemos, es esencial en el contexto del acceso al agua. Lo anterior establece las bases para mayores éxitos y medidas aceleradas en estas áreas.

El documento final de Río+20 también echa a andar una serie de procesos, inclusive la creación de Objetivos de Desarrollo Sostenible. No sólo es importante que estos Objetivos incluyan un objetivo específico sobre igualdad de género y empoderamiento de las mujeres, sino que hay que incluir las perspectivas de género en todos los demás objetivos, incluyendo el Objetivo de Desarrollo Sostenible que hace alusión al agua. Así se dará a los Objetivos mayores probabilidades de ser logrados y, al mismo tiempo, se contribuirá al logro de la igualdad de género.

El agua es usada para muchas actividades, todas ellas relacionadas con la igualdad de género y con el empoderamiento de las mujeres. En el seno de la familia se usa para beber, limpiar, conservar, almacenar y preparar cosechas y alimentos. Por ejemplo, en los países en desarrollo, las estrategias de supervivencia de la mayoría de las mujeres para que ellas y sus familias salgan de la pobreza pasan por la preparación y venta de comida que tiene lugar en sus hogares.

El agua se usa también en los sectores económicos como la agricultura, la industria y los servicios. Por ejemplo, actualmente se estima que 70 por ciento del agua del mundo se necesita para la agricultura, 20 por ciento para la industria y 10 por ciento para uso personal, aunque estas cifras están relacionadas entre sí, ya que el uso agrícola e industrial del agua también afecta el uso personal y doméstico. El agua también es un bien común mundial con los océanos, ríos y otras fuentes naturales de agua que son esenciales para generar ingresos, sostener los medios de vida (por ejemplo, la cantidad de peces en los ríos) y para salvaguardar la salud pública, especialmente de familias pobres y de las mujeres y niñas de esas familias.

El informe sobre los ODM 2012 recién publicado indica que, si bien la meta de los ODM en materia de agua se ha alcanzado en términos generales, 783 millones de personas todavía no tienen acceso a una fuente de agua potable. La brecha entre las áreas urbanas y las rurales sigue siendo considerable: la cantidad de personas de áreas rurales que no disponen de una fuente de agua potable es cinco veces mayor que la de las áreas urbanas.

Esta falta de acceso resulta muchas veces en una carga adicional para las mujeres y las niñas. Cuando no existe una fuente de agua de fácil acceso, el agua debe ser acarreada desde su origen y las mujeres y las niñas siguen siendo quienes tienen esa responsabilidad. El Informe de los ODM 2012 destaca que, en África subsahariana, 71 por ciento de la colecta de agua recae sobre las mujeres y las niñas. En el mundo se estima que las mujeres pasan más de 200 millones de horas diarias en búsqueda de agua.

Los vínculos entre el agua y la seguridad alimentaria son significativos por cuatro razones.

En primer lugar, debido a los sistemas de derecho según el género: hay diferencias por género en el acceso y el control del agua y de otros recursos productivos, bienes, servicios y oportunidades para garantizar la seguridad alimentaria y de nutrición. Debido a normas y conductas generalizadas en materia de género, las mujeres y las niñas tienen un acceso restringido a los recursos productivos como el agua, la tierra, los insumos agrícolas, las finanzas y el crédito, los servicios de extensión y la tecnología. Eso a su vez limita la eficiencia del sector agrícola a la hora de asegurar la seguridad alimentaria para todos, en especial para las mujeres pobres, las campesinas, las mujeres en las áreas suburbanas, las agricultoras y las mujeres a quienes a menudo se ha negado el acceso al agua por razones sociales como la clase, la etnia y las imposiciones culturales en la comunidad.

En segundo lugar, por la división del trabajo según el género, donde las mujeres y las niñas son las que llevan la mayor carga relacionada con el agua, los alimentos, la escasez de energía y sus tareas no remuneradas, especialmente en los países en desarrollo. Los roles arraigados de género significan que las mujeres y las niñas son las que llevan la peor parte de las dificultades asociadas con la cosecha y el procesamiento de los alimentos, y son las responsables de la nutrición de sus familias y de conseguir agua. Pasan una cantidad desproporcionada de horas en tareas domésticas no remuneradas que son muy pesadas y llevan mucho tiempo como ir a buscar agua y leña, lavar la ropa y los platos, y preparar los alimentos. Estos trabajos penosos reducen sus oportunidades de acceder a la educación, los trabajos decentes y la participación política, y perpetúan entre generaciones la transferencia de la pobreza y de la falta de empoderamiento.

En tercer lugar, por los modelos de producción según el género, donde las mujeres dominan en la agricultura de subsistencia y en las tareas no remuneradas de colecta de agua, mientras que los hombres dominan en las cosechas que dejan un beneficio. Las mujeres hacen agricultura de irrigación y de secano, aunque una cantidad mayor de mujeres que de hombres se dedican a la agricultura de secano, lo que implica un riesgo mayor debido a los patrones cambiantes del clima. Además, los derechos al agua están por lo general relacionados con los derechos a la tierra, que muchas veces excluyen a las pequeñas agricultoras de acceder al agua de riego.

En último lugar, por los modelos de gobernabilidad y liderazgo según el género, que excluyen a las mujeres de la creación de políticas y la gestión en los sectores del agua y de la agricultura. En 2012, las mujeres ocuparon menos del 6 por ciento de todos los puestos ministeriales en el ámbito del medio ambiente, los recursos naturales y la energía.

Los efectos combinados de las recientes crisis económicas y financieras, de los precios volátiles de la energía y de los alimentos, y del cambio climático, han exacerbado la escasez de agua y de alimentos y su impacto perjudicial sobre las mujeres y las niñas. La creación de un mundo donde haya seguridad en materia de agua y alimentos requiere colocar a las mujeres y a las niñas al centro de las políticas, las medidas y el financiamiento relacionados con el agua y los alimentos.

Señoras y señores:

La igualdad de género no sólo es un derecho humano básico sino que su logro tiene beneficios socioeconómicos enormes para la seguridad del agua y de los alimentos. Empoderar a las mujeres y a las niñas incita a tener economías prósperas y sociedades inclusivas, y a impulsar la productividad y el crecimiento. Quiero hablar de cuatro medidas urgentes relacionadas con el agua que hay que tomar para liberar el potencial de las mujeres.

Primero tenemos que reconocer a las mujeres como administradoras del recurso hídrico, agricultoras e irrigadoras, que contribuyen a garantizar una producción y consumo sostenibles de alimentos y a salvaguardar el entorno y los recursos hídricos dentro de los hogares y las comunidades. Esto debe ser reconocido en las leyes, las políticas y los programas de sensibilización en las comunidades.

Segundo tenemos que aumentar la eficiencia a la hora de administrar los alimentos y el agua, garantizando que las mujeres estén empoderadas en toda la cadena del agua y de los alimentos, y que se otorgue apoyo a sus roles de productoras de alimentos y de administradoras del agua.

Esto implica reconocer a las mujeres como usuarias independientes del agua y permitir a las mujeres el acceso al agua, independientemente de la propiedad que tengan de la tierra; apoyar los sistemas de producción de alimentos de las mujeres y las cadenas de valores, inclusive en la adaptación y mitigación al cambio climático; y aliviar la carga de trabajo no remunerado de las mujeres y las niñas en materia de colecta de agua, producción y procesado de alimentos y tareas de cuidados.

Un ejemplo es el Proyecto de Suministro Rural de Agua y Saneamiento del Banco Mundial en Marruecos, pensado para reducir la carga de las niñas que tradicionalmente son las encargadas de conseguir agua, con el fin de mejorar su asistencia a la escuela. En las seis provincias donde se ha implementado el proyecto, la asistencia de las niñas a la escuela aumentó en 20 por ciento en cuatro años, debido en parte al hecho de que las niñas pasan menos horas dedicadas a conseguir agua. Al mismo tiempo, un acceso fácil al agua potable redujo en un 50 a 90 por ciento el tiempo que dedican las mujeres y las niñas a conseguir agua.

También se ha probado que si se mejoran las infraestructuras -especialmente de agua y electricidad- se ayuda a liberar el tiempo que dedican las mujeres a tareas domésticas y de cuidados. En Pakistán, la colocación de fuentes de agua más cerca de las casas se asoció a un mayor tiempo dedicado a trabajar en el mercado. En Tanzania, una encuesta vio que la asistencia de las niñas a la escuela era 15 por ciento mayor para las niñas cuyas casas estaban a 15 minutos o menos de una fuente de agua que para las de casas que estaban a una hora o más de distancia.

Tercero, tenemos que atender las múltiples facetas de la discriminación de género para acceder y controlar los recursos productivos como el agua, la tierra, los bienes y los servicios. Las pruebas sugieren que si se invierte en empresas de alimentos y agrícolas propiedad de mujeres, se puede estrechar la brecha en los recursos y aumentar el rendimiento agrícola para reducir potencialmente la cantidad de personas con hambre entre 100 y 150 millones.

Es importante identificar los obstáculos que impiden a diferentes grupos de mujeres acceder a los recursos hídricos, como las nociones sociales y de género y las relaciones de poder en la comunidad, y facilitar la eliminación de estos obstáculos. Hay que brindar a las mujeres la capacitación técnica en gestión del agua, riego, captación del agua de lluvia y otras tecnologías de riego de los pequeños agricultores y de los cultivos de secano.

Por ejemplo, en Sudáfrica, Lesotho y Uganda, las ministras del agua están implementando programas de acción afirmativa en su sector para capacitar a las mujeres en carreras relacionadas con el agua y el saneamiento, incluyendo las ciencias y la ingeniería. En el ámbito local, las mujeres han encontrado su voz y ahora han sido formadas para localizar las fuentes de agua en las aldeas, decidir el lugar donde poner letrinas y reparar las bombas de agua.

Los servicios de suministro de agua deben cubrir las necesidades de los sectores más pobres de la población, iniciando reformas que hagan que el agua sea asequible para las familias pobres en áreas rurales, urbanas y suburbanas. Se sabe que los más pobres, la mayoría de los cuales son mujeres, tienen menos acceso al agua potable y pagan más por el agua que usan. El acceso a la tierra, los servicios de extensión, el crédito y otros recursos productivos también es esencial.

Cuarto, tenemos que incluir la opinión, participación e influencia de las mujeres en la gestión sostenible del agua y los alimentos, y distribuir equitativamente los beneficios. Las mujeres tienen que ser reconocidas como responsables importantes de la toma de decisiones en la gestión del agua. En todos los países y a todos los niveles, las mujeres deben ser miembros de las instituciones de gestión del agua, como las organizaciones de usuarios de agua. Esto implica reducir el precio de la membresía y la ampliación del mandato de los planes de irrigación para reconocer e incluir múltiples usuarios del agua.

Sin embargo, esto por sí solo no ayudará a garantizar la inclusión de perspectivas de género en todos los procesos de gobernabilidad y toma de decisiones relacionados con la creación, implementación y monitoreo de las políticas, con el suministro de los servicios y con la financiación del agua y la agricultura. Esto sólo puede funcionar si hay marcos sólidos de rendición de cuentas que garanticen, alienten y faciliten la participación de las mujeres en la gestión del agua y los alimentos.

Es crucial atender la seguridad en materia de agua y sus dimensiones de género en los planes nacionales de desarrollo, en las estrategias de reducción de la pobreza, en las políticas agrícolas y de desarrollo rural, y en otros marcos de desarrollo. Una seguridad equitativa en materia de agua tiene que ser una prioridad de las políticas públicas. Debemos catalizar las alianzas, el compartir conocimientos, el compromiso, las innovaciones, las acciones y el financiamiento para atender el nexo entre la seguridad alimentaria y el agua desde una perspectiva de género.

Es esencial cubrir el costo público de llevar el agua a donde más se le necesita para que se observen los derechos de las mujeres en todas las áreas, usando presupuestos sensibles al género en los ámbitos nacional y local. Las promesas de ayuda y los subsidios ya dados para el agua deben ir dirigidos a infraestructuras, servicios y soluciones que beneficien sobre todo a las mujeres y las niñas.

Señoras y señores:

Las mujeres y las niñas tienen sed de un agua disponible, accesible y asequible que no tenga impurezas y que sea segura. No podemos seguir arruinando su potencial de volverse líderes, empresarias exitosas o madres saludables por causa de la pesada tarea de conseguir agua.

Mientras los gobiernos deben dar prioridad a las mujeres y a las niñas en sus políticas nacionales, la comunidad internacional debe dar prioridad a la igualdad de género y al empoderamiento de las mujeres en la nueva agenda del desarrollo. El desarrollo no puede ser ni sostenible ni inclusivo si no libera a las mujeres y a las niñas de tener que acarrear pesados recipientes todos los días.

Un Objetivo de Desarrollo Sostenible relativo al agua tiene que dar prioridad a la plena participación de las mujeres en la administración del agua, al alivio de su carga de trabajo y a la disponibilidad de infraestructuras y servicios sensibles al género.

Las metas y los indicadores deben tomar en cuenta las perspectivas de género que tienen el potencial de lograr progresos mayores y más sostenibles. Los retos estadísticos relacionados con la existencia de datos desglosados por sexo y de indicadores sensibles a los asuntos de género en materia de agua, en lugar de significar que no usaremos indicadores valiosos, nos tienen que servir de impulso para hacer demandas políticas para la recopilación regular y el análisis de datos importantes como los recopilados por las encuestas pertinentes.

Camino a 2013, año internacional de cooperación en materia de agua, tenemos que catalizar las alianzas, el compartir conocimientos, el compromiso, las innovaciones, las acciones y el financiamiento para atender los temas relacionados con la asequibilidad, accesibilidad y disponibilidad de agua segura y suficiente a todos los niveles. ONU Mujeres será una defensora inquebrantable para hacer contar la opinión y la influencia de las mujeres en la administración del agua. Cuento con todos ustedes para apoyarnos en este proceso.

Muchas gracias.