Día Internacional de las Mujeres Rurales 2018

Tema: Infraestructura, servicios y protección social sostenibles para la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y niñas rurales

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A woman speaks on her cell phone in a field in Guatemala. Photo: UN Women/Ryan Brown
Foto: ONU Mujeres/Ryan Brown

El 15 de octubre, las Naciones Unidas celebran el Día Internacional de las Mujeres Rurales. El tema de este año, “Infraestructura, servicios y protección social sostenibles para la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y niñas rurales”, otorga al empoderamiento de las mujeres rurales una importancia crucial para hacer realidad la visión de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Pese a los avances registrados en algunos frentes, continúan existiendo desigualdades de género en todas las dimensiones del desarrollo sostenible; en muchas áreas, el progreso está siendo demasiado lento como para que se logren los ODS de aquí a 2030. Las mujeres rurales representan más de la cuarta parte de la población mundial y la mayoría del 43% de mujeres que trabajan en el sector agrícola en los países en desarrollo. Sin embargo, se ven desproporcionadamente afectadas por la pobreza, la exclusión y los efectos del cambio climático y ambiental. Prácticamente todos los indicadores de género y desarrollo para los que se dispone de datos revelan que, a escala mundial, las mujeres rurales se encuentran en peor situación que los hombres rurales y las mujeres urbanas. Este hecho se manifiesta claramente en las brechas de acceso de las mujeres y niñas rurales a las infraestructuras, los servicios y la protección social.

La falta de acceso a una energía limpia y asequible en los hogares tiene importantes consecuencias para las mujeres y niñas rurales en particular, ya que pueden verse obligadas a dedicar buena parte de su jornada a realizar tareas laboriosas y que requieren un gran esfuerzo físico, como la recolección de combustibles de biomasa, la transformación manual de alimentos o el bombeo de agua.

En zonas en las que los combustibles escasean, su recolección puede requerir hasta cinco horas diarias, un tiempo que, de otro modo, podría destinarse a la educación, el descanso o el ocio. Las mujeres y las niñas también se ven desproporcionadamente afectadas por problemas de salud a largo plazo, resultantes de la contaminación del aire en los hogares y el acarreo de pesadas cargas de combustible. En países con elevada dependencia de la biomasa sólida y el carbón para cocinar, las mujeres representan 6 de cada 10 muertes prematuras debidas a la contaminación del aire en el hogar, provocada por combustibles contaminantes y tecnologías ineficientes.

En los hogares que no disponen de agua potable segura, la recogida de agua y su tratamiento recaen en gran medida sobre las mujeres y las niñas; ellas son las responsables de esta tarea en el 80% de los hogares sin acceso al agua. Este trabajo, de por sí arduo, se ve agravado por la creciente escasez de agua. Repercute negativamente en la salud de las mujeres, puede poner en peligro su seguridad y requiere un tiempo que se podría dedicar al trabajo remunerado, la educación o el ocio.

La ausencia de instalaciones de saneamiento adecuadas expone a las mujeres y las niñas a enfermedades, riesgos para su seguridad y violencia, impidiéndoles asistir a la escuela, obtener un ingreso o desplazarse con libertad. Por el contrario, la mejora del acceso a agua potable segura y saneamiento se asocia con una mayor participación de las mujeres en actividades productivas y con la asistencia de niñas y niños a la escuela. El abastecimiento de agua potable segura, es decir, agua corriente suministrada a los hogares a través de tuberías, maximiza los beneficios para la salud y reduce al mínimo el esfuerzo dedicado a tareas pesadas. La extensión de las redes de abastecimiento de agua a las comunidades insuficientemente atendidas constituye, por tanto, una prioridad muy importante.

Las organizaciones de la sociedad civil, empresas y cooperativas de mujeres rurales son esenciales para unir y reunir a las mujeres rurales, conseguir que se escuche su voz, defender sus intereses y representarlas en las esferas políticas y económicas; además, les permiten influir en las decisiones e instituciones que afectan sus vidas. En todo el mundo, las mujeres rurales se han organizado para abogar por la infraestructura, los servicios y la protección social que necesitan para mejorar su bienestar, sus medios de vida y su resiliencia. Las mujeres rurales se han movilizado para conseguir agua, tanto para uso doméstico como para riego, y energía renovable para iluminar sus hogares y proporcionar energía a sus pequeños negocios. Existen cooperativas de mujeres rurales que prestan servicios de cuidado infantil por y para sus socias.

No obstante, el cumplimiento de los compromisos de la Agenda 2030 en materia de igualdad de género depende de la asignación de un volumen suficiente de recursos y de una acción concertada de los gobiernos y todas las partes interesadas. Los servicios esenciales de los que dependen millones de mujeres y niñas rurales —sanidad, educación, cuidado infantil, alojamiento— adolecen de una infrafinanciación crónica o simplemente no están disponibles. Allí donde existen, suelen ser los primeros afectados por las medidas de austeridad, que están volviendo a intensificarse. Se prevé que 124 países apliquen recortes presupuestarios tan sólo en 2018, lo que erosionará las medidas de protección social y los servicios sociales de los que dependen tantas mujeres y niñas rurales. Pero esto es algo que se puede evitar. En prácticamente todos los países existe margen para incrementar o reasignar recursos con el fin de fortalecer los servicios públicos esenciales para las mujeres y las niñas. Es cuestión de voluntad política y de utilizar todas las herramientas normativas disponibles. El costo de la inacción es, sencillamente, demasiado elevado.